Capítulo 25: Mi territorio
No sé qué es más chocante:
Hacerte una idea de una persona que conoces bien y que esa idea se vea deconstruida, o hacerte una idea con base en lo que otro te dijo de alguien, para que al final no sea igual a como en realidad te imaginaste a esa persona.
Ambas situaciones me dejan sin palabras.
Y lo que están presenciando mis ojos, me dejan aún más.
¿Pero qué es esto?
El tal «Nuevo» resultó ser mi cuñado, el cual se echó su cabello casi blanco hacia atrás mientras desafiaba a su oponente con una sonrisa burlesca. No puedo decir que no se parece al hombre que conozco, porque en verdad, no es que lo conociera lo suficiente. Aunque, de todos modos, me sorprende.
«Es inteligente, siempre tiene la cabeza fría, nunca se equivoca; es genial en todos los sentidos».
Es el perfecto.
—Oh, mira. Él tiene el cabello igual que Rem e Imri— señala Pato extrañada —¿Acaso está de moda o qué?
—Es genético— susurro sentándome. A diferencia de sus hermanos y Larimar, a Avys le falta poco para que su decoloración resalte más que su tono natural; la parte anterior de su cabello está blanco hasta la mitad de la hebra, además de que tiene varios mechones negros por completo, igualmente. Mientras que la parte posterior posee un tono blanco platinado tirando a gris. Tiene un buen lío en esa cabeza —Lo conozco, él es hermano de Imri.
—¡¿Eh?!— es normal que la chica se sorprenda, no es natural encontrarse con tremenda coincidencia. Menos en un sitio como este.
—¿Quiénes son esos?— pregunta Isael, quien le estaba prestando atención a la conversación.
—Es el novio de Lúa— contesta Pato —Y Rem es un amigo. Oye— me llama —¿Estás segura de lo que dices?
—¿Cómo no estarlo?— me mantendré pendiente de lo que haga, quiero ver hasta donde llega con esto —¿Acaso es usual ver personas de su edad con el cabello así? Claro que es él.
—Oh, guao.
Es normal que Avys no se dé cuenta de mi presencia entre tanta gente observándolo, además, es probable que no me reconozca a la ligera.
La verdad es que esperaba algo así de Rem, ¿pero de él? Es verdad que uno tiene que terminar de conocer a las personas, y tranquilito que se ha visto en las veces que hemos compartido espacio, siempre con la alfa y eso. Como bien dicen por ahí, los calladitos son las más vivaces.
—A penas llevas tres peleas y ya supones que puedes ganarme— le contesta la Muerte —Error de novato; bastante normal.
—No vine a charlar— se pone en posición de pelea; él coloca ambos puños frente a su rostro con una seriedad indescriptible —Serás mi cuarta victoria, no me permito tener un cero en mi ranking, me iré de ser así.
¿Cómo dijo?
—Sé que es hermano de Rirí y Rem, pero como que está medio demente— comenta Pato —Irse si pierde, eso es de locos.
—Eso significa que no está dispuesto a perder nunca— responde Roxana —¿Dijiste que lo conoces? ¿Qué tal si nos lo presentas después de la pelea?— propone con una sonrisa.
—No me digas que te llamó a la atención— le dice Roberto.
—Un poco, sí.
Ah, si tan solo supiera. Dudo que Avys siga la nueva moda de relacionarse con humanos.
El presentador le indica a la Muerte que se prepare para el combate, en el ambiente se nota una vibra bastante opuesta entre los hombres: mientras uno luce firme y a la vez relajado, el otro se nota ligeramente molesto; le indigna que alguien se haya atrevido a desafiarlo con tanta facilidad.
Tras el sonido de la campana, ellos se desplazaron alrededor del cuadrilátero. La muerte tomó la iniciativa en dar el primer golpe, que mi cuñado esquivó enseguida y con un movimiento rápido, le estampó un fuerte izquierdazo en el mentón, lo que provocó el grito eufórico de todos los presentes.
El árbitro se entrometió entre ambos, marcando una distancia para luego quitarse tras poner un límite. La muerte frunció el ceño protegiéndose el rostro, y soportando los continuos puñetazos de Avys, quien golpea con una fuerza y velocidad bestial; en ningún momento se le ve intenciones de retroceder.
La campana sonó una vez más y el réferi volvió a interceder.
—No está dando todo de sí— comenta Isael —Es evidente que se está conteniendo.
—En serio memorizaste sus movimientos— se burla Gaby.
—¿A qué juega?— de verdad que es un fanático del deporte.
Avys retrocedió hacia atrás, en un momento pude ver cómo formó una pequeña sonrisa antes de volver a tener la cara seria. Algo extraño pasó y es que los ojos del contrincante comenzaron a brillar un poco, emitiendo un ligero color amarillento, propio de los lobos. Ahí fue cuando la Muerte tomó impulso yendo a por todas.
¿Será que tampoco es humano?
Los minutos que pasaron se resumieron en un tira y afloja por parte de los peleadores. A la muerte le resultaba imposible quebrantar la defensa de mi cuñado, el cual nada más la quitaba para golpearlo.
Un golpe, otro golpe; con el sonido que tienen sus puños cuando golpea, es fácil darse cuenta de lo fuerte que es. A mí me dan uno de esos y me tienen que sacar en una ambulancia.
Cuando faltaban pocos minutos para que acabe, Avys miró el reloj y de inmediato, su expresión corporal cambió. Como si se transformara en otra persona, se movió en zigzag por el ring y antes de que su contrincante pudiera seguir sus movimientos, él le estampó un puñetazo en la mejilla derecha. La muerte le iba a devolver el golpe, ataque que él esquivó para luego volver a darle otro que…
—Ay, por Dios— me vuelvo a levantar, viendo cómo mi cuñado lo noqueó tan fuerte que el hombre se desplomó a varios metros de distancia.
El árbitro acudió de inmediato hacia el hombre, procurando que no tuviera daños graves. Es en serio, no exagero cuando digo que hasta su protector dental salió volando; la Muerte está tan tieso que pareciera un cadáver.