Ahora tengo una familia lobuna, ¿qué será lo siguiente?

Pierde un grito (parte I)

Capítulo 30: Pierde un grito (parte I)

Imri.

Cargué a Larimar en mis brazos mientras ella se retorcía igual o más confundida que yo. La sangre no dejaba de bajar por sus piernas y por cada paso que daba, sus gritos doloridos incrementaban.

Rápido, llegué al centro de nuestro territorio, en donde grité desesperado que llamaran a Elaine. Por más que no viva aquí, ella es a la que contactamos cuando sucede una emergencia médica.

La mujer siempre pertenecerá al bosque, y al igual que todos, tiene obligaciones con la manada.

Y aquí estamos, dentro de las cuevas destinadas a los enfermos. Estas son más amplias que las demás.

Afuera están los lobos, pendientes a lo que está pasando, a su vez que estoy sentado a una distancia considerable de Larimar y Elaine.

—Esto no se ve bien— dice la doctora luego de revisarla. Basta con su cara para saber lo feo que está el asunto.

—¿Por qué no nos habías dicho que estabas embarazada?— le pregunto a Larimar.

No se pueden ocultar este tipo de cosas. De haberlo sabido no la hubiera tratado así de mal, incluso la jalonee para que me hiciera caso.

Le habría quitado a Ra de todos modos, pero de una manera más delicada.

—Sé lo mismo que tú— responde en voz baja. Todavía tiene la mano en el vientre por lo que intuyo que sigue doliéndole —¡No entiendo qué diablos está pasando!

—Estás teniendo un aborto— le indica chequeando no sé qué cosa, no pienso mirar más de la cuenta. Me volteé desde que ella se asomó de nuevo —Larimar, ¿cuándo fue la última vez que estuviste con alguien?

—Pues…— hace memoria —Fue… No, no puede ser… ay, maldición.

—¿Qué pasa?— le pregunto.

—Te tendré que llevar a mi consultorio, allá podré examinarte mejor, además de que tenemos que hacer algo con tu sangrado.

—No es necesario— intenta sentarse —Gracias por tu ayuda, pero ahora que confirmé lo que me está pasando, sé que estaré bien. Solo tengo que…— volvió a retorcerse haciendo varios gemidos —¡Maldita sea!, ¡¿por qué duele tanto?!

—¿Qué? ¿Cómo así?— frunce el ceño —¿Estás loca?

—No es la primera vez que me pasa, lo sabes. Estaré bien— se pone de lado, para así darnos la espalda —Ya vete.

—No puedo dejarte así, estás sangrando mucho— echa un suspiro —Mira, estacioné mi jeepeta fuera del bosque, solo debes poner de tu parte y aceptar venir conmigo. No es tan difícil.

—¿Qué no te quedó claro de que estoy bien?— se oprime el vientre —¡Es el cuarto aborto que tengo, con menuda experiencia de mierda, sé muy bien qué hacer!

—Larimar, tampoco la trates así— intervengo poniéndome de pie —Ella solo quiere ayudarte.

—Tú cállate, Imri— suena la nariz —S-Solo váyanse— nuevamente se tapa la cara con las manos, pero ahora se escuchan sus sollozos.

Una de dos: o dejarla que se muera, o que me patee.

Si es como los puñetazos de hace un rato, no tengo nada que perder.

—Detesto recurrir a esto— me le acerco cargándola en contra de su voluntad —Mírate, ya estás pálida— esperaba las patadas, pero su dolor es más grande —¡Irás al consultorio, quieras o no!

—¡¿Qué haces?! ¡Suéltame!— los puñetazos de nuevo —¡Olvidas lo mucho que te odio!— como que está golpeando más fuerte.

Me haré de cuenta que actúa así por la situación. ¿Aunque no debería ser al revés?

—Vamos— me dice Elaine caminando.

Los lobos se agitaron aún más cuando me vieron salir con Larimar de nuevo en brazos, evadí sus preguntas diciéndoles que las responderíamos después.

Mientras caminábamos a la salida, algunos lobos le fueron a avisar a los alfas de la situación. Los demás se encargaron de respaldarnos hasta llegar al vehículo.

Por fuera luzco despreocupado, pero tanta sangre me pone de nervios. No por la sustancia en sí, sino por lo que significa.

—Despacio— me dice Elaine abriendo la puerta.

Me subí junto a Larimar. A ella la tengo acostada encima de mí, con la cabeza apoyada en mi pecho; la rodeo con mis brazos por más que sea consciente de que ahora mismo lo único que quiere es matarme.

—Te odio— susurra acompañando su mirada con el mismo sentimiento —Te odio, te odio, te odio— por cada «te odio», me dio un golpe con su puño —Ya verás que… ¡agh!— se curva hacia delante estrujando el borde de mi camiseta —¡No recuerdo que doliera así, maldita sea!

—Y así nos mandaste al diablo— Elaine se acomoda el cinturón antes de ponernos en marcha —Haz memoria y dime cuánto crees que tenías de embarazo.

—¿Cómo pude estar embarazada? No es posible que lo estuviera sin darme cuenta, ¡es ridículo!

—Parece que tuviste un embarazo críptico. Eso existe y consiste en que la embarazada no se da cuenta de que lo está, hasta una etapa muy adelantada. Muchas no sienten nada hasta que rompen fuente.

—¿Qué?

—Larimar, ¿hace cuánto fue tu último encuentro sexual?

—En las veces anteriores nunca pasé del primer mes— se encoge acurrucándose contra mí —Si no estoy mal, fue hace tres meses y medio.

¿Tres meses y medio?

¿Y si…? No, no puede ser.

—Definitivamente, había sido peligroso haberte dejado. Con tanto tiempo, debemos verificar que no se te quede nada adentro.

—Haber tenido un embarazo críptico como dices, tiene sus ventajas— susurra con la mirada lejos —Con un embarazo de casi cuatro meses, me habría hecho demasiadas ilusiones pensando que no me pasaría de nuevo. La naturaleza sabe por qué hace las cosas.

Ella lo intentó tres veces y en las tres veces obtuvo el mismo resultado, este caso no fue la diferencia. Inclusive rompió con el chico con el que tenía seis años de relación, diciéndole que era mejor que tuviera hijos con alguien que pudiera dárselos.

—Lo lamento mucho— le digo por más que me dedique un insulto como respuesta.

Pensar en que yo pude ser el responsable de esto, me inquieta. Tal vez si no la hubiera tratado mal, todavía seguiría embarazada.




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