Capítulo 41: Los secretos dejados al aire
Todos tenemos secretos; hasta la persona más inocente los tiene. El punto es determinar qué tanto afectan tus secretos a la vida de la gente que te rodea.
Las personas somos egoístas al pensar que lo nuestro solo nos involucran a nosotros, pero no es así, ¡no es así!
—No era necesario que vinieras— me dice Imri mientras vamos en taxi. Decidimos dejar a Ra con mis papás, el niño no estaba interesado en moverse del regazo de Marien y mejor optamos por dejarlo así. No podemos forzar su reloj biológico, va y después nos sale caro querer acostarlo a las mismas nueve de siempre.
—Oh, créeme que sí es necesario— como el cuñado mayor meta a mi lobo en problemas, me voy a enojar mucho —Digo, la llamada de tu hermano debió ser demasiada importante como para irte de la cena— arreglé mis palabras al darme cuenta del tono sombrío que le puse a lo primero que dije.
—Él me preguntó dónde estaba con la típica voz de alguien que se encuentra en problemas. Dijo que me esperaría en el apartamento, no quiso abordar en el tema.
Sospecho que le dio más una orden, en vez de pedirle un favor.
—Imri, una pregunta— me la he estado haciendo después de que Emre me obligara a guardarle su secreto —Para ustedes es muy importante obedecer las órdenes de los mayores, ¿verdad?
—Hmm, es cuestión de jerarquía y respeto. No es obligatorio, pero es algo que hacemos porque bueno, ¿qué te digo? ¿Te imaginas a Ra hablándote con condescendencia?
—Sería horrible— hago una mueca de desagrado —Entonces por esa razón deciden comportarse así con los mayores, para que los menores hagan lo mismo con ustedes.
—Más o menos.
—¿Y qué hay del alfa? ¿Ustedes pueden elegir desobedecer sus órdenes?— sé la respuesta y es no, pero quiero escuchar su argumento al respecto.
—No, eso no— contesta serio —Las órdenes del alfa se deben de tomar con suma importancia. Se considera una falta grave desobedecerlo.
—¿Hasta si te obliga a esconder algo malo?
—¿Por qué haría eso?
—No existe un manual de reglas para entender a los lobos, ¿verdad? Por eso me quiero asegurar de hacer bien las cosas — Imri es demasiado perspicaz, por lo que temo que se dé cuenta de que le oculto algo.
—Un día te daré clases de normas lobunas— me susurra para que el taxista no lo escuche —Seré el mejor maestro que podrás tener. Más ahora que comienzo a hablar como licenciado— levanta el dedo pulgar.
La verdad, él solo está hablando como un citadino normal. Antes era bien chocante con las palabras, pero todavía le falta para llegar al nivel de un licenciado.
No se lo diré para no quitarle la emoción, se ve tierno cuando quiere hablar elocuente.
—Uuh, mi amorcito todo un licenciado— lo abrazo dándole varios besos en el rostro. No me importa que el taxista esté delante de nosotros, no puedo aguantar mis demostraciones de afecto —Volvamos a la cena desde que termines con el cuñado mayor, ¿sí?
—Claro— pasa a abrazarme, mientras apoyo la cabeza en su pecho —Lo siento por haber tenido que dejar a tus papás, es que no podía ignorar la petición de mi hermano. Me preocupa su forma de hablarme
—Descuida.
El que no debe descuidarse es el perfecto. Soy un amor de persona; vamos, reencarno la bondad en el sentido más estricto de la palabra, pero soy humana. Así como soy de buena, también puedo ser horrible si veo que las acciones de alguien me afectan de manera directa o indirecta.
¿Qué puedo decir? Hay cosas de mí que no puedo, o mejor dicho, no voy a cambiar.
Esperaba que la llamada del perfecto se haya tratado de algo superficial. Después de todo, el hombre nunca me dio la impresión de meterse en problemas oscuros que arriesgaran su vida.
Mi percepción sobre él cambió cuando llegamos al apartamento y nos bajamos del taxi. Imri de inmediato siguió el rastro de su aroma hasta que se detuvo adentro, viendo a su hermano con una gran sorpresa.
—Te demoraste más de lo que creí— fue lo primero que dijo al verlo. Avys está sentado en las escaleras que conducen al segundo piso. El hombre se oprime el abdomen, apreciándose varios manchones de sangre en su ropa —Hola.
—¿Qué es esto?— le pregunta agachándose —Oye...
—¡Ah!— espeta luego de que Imri le tocara la zona que se está apretando —Sé más gentil, no me encuentro en una buena posición.
—¡¿Qué te pasó?!
—¿Cómo decírtelo sin que te espantes...?— lo piensa unos segundos —Me estoy desangrando.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo así?!— intenta revisarlo, pero él se queda más quieto que una tumba —Debes estar bromeando.
¿Cómo que se está desangrando? Imagino que por eso se aprieta el abdomen con tanta fuerza; debe estar conteniendo una herida grave. ¿Será que...?
—Será mejor que entremos adentro— digo abriendo la puerta de mi apartamento. Mejor no llamar la atención de los vecinos, y resolver este asunto dentro de las cuatro paredes.
—¿Puedes caminar?— le pregunta Imri.
—Necesitaré que me prestes tu hombro– sonríe, ¿apenado?
—Muy bien.
Imri ayuda a su hermano a levantarse, poniendo los ojos gigantes al ver cómo la camiseta se le empapó de sangre. Mi teoría se hace más fuerte, es posible que el perfecto haya sido atacado.
—Aich— se acomoda en el sofá.
—Deja ver— sin importarle la negativa de su hermano, Imri le saca la camiseta; dejando a relucir las distintas cortadas que posee en el torso —¡¿Qué es esto?!— grita enrollando la prenda y apoyándola en su abdomen, en donde posee la herida más grave.
Esto no puede estar pasando, ¡hoy es Nochebuena!
—¿Cómo te hiciste eso?— dudo que mi botiquín de primeros auxilios sirva de algo. Hay que llevarlo a un hospital —¿Cómo te pudo pasar una cosa así en Nochebuena?
Lo siento, pero todavía no supero que los lobos sigan con sus dramas en Navidad.