Muchas veces me asusté al pararme frente a un público, pero de igual forma lo hacía. Siempre era más fácil pararse frente a muchas personas a decir un discurso que no había escrito, que pararte frente al espejo y decir en voz alta aquello que sientes. Por lo menos para mí hacer eso era más difícil.
Decir en voz alta lo que pensaba y lo que sentía era imposible para mí, escribirlo aliviaba un poco la carga, pero de igual forma seguía pesando.
Se necesita valor para expresar lo que uno siente, siempre está esa espina que te dice que los demás sólo se burlarían de las palabras que dejaste salir de tu corazón. Y el miedo te cierra los labios.
Pero ¿Sabes algo? Pienso que ahí es cuando uno puede distinguir a aquellas personas con corazón valiente, porque las personas con corazón valiente sí se atreven a decirle al mundo la clase de persona que son. Porque ser valiente no significa no tener miedo, significa enfrentar ese miedo y dar un paso al frente. Ahí es donde puedes dividir a las personas en dos partes: Los que avanzaban hacia el frente y los que avanzaban hacia atrás.
Pero creo que yo estaba avanzando en zigzag.