Aitana al acecho

Capítulo 8 'Un paso a la locura'


Aitana

La semana se había esfumado, nuevamente, era domingo y no podía estar más feliz en toda mi vida como en ese momento. Tucker era un príncipe como en los tontos cuentos infantiles y, a cada día conocíamos algo diferente del otro, al grado de abrir nuestros corazones y hablar de momentos dolorosos como la pérdida de sus padres y de mi madre.

La mayoría de mi tiempo libre lo había pasado con él y, justo por la tarde de ese domingo, me llevaría al cine, algo que me tenía ansiosa y emocionada.

Con un ligero bostezo, retiré el edredón de mi cuerpo y me puse de pie. Tal vez por la tarde saldría a divertirme, pero tenía deberes en la casa ... como lavar la ropa. Miré el cesto de mi habitación y resoplé con pereza. Si yo tenía demasiada ropa sucia, papá y el enano debían tener el doble.

Solté un largo suspiro y comencé a buscar mis audífonos para mayor destreza en mis labores —con música todo era mejor—, para mi desgracia, no los encontré, aunque pronto pensé dónde podrían estar.

—Ese pequeño engendro infernal —murmuré al salir de mi habitación para entrar a la de él.

Estaba preparando su equipo para el entrenamiento de béisbol.

—¿Dónde están mis audífonos, mocoso?
—Parece que estás afirmando algo de lo que no estás segura, paranoica —dijo sin mirarme.
—¿Crees que nací ayer? Sé que los tomaste tú, así que dámelos.
—Lo haría, pero ...

Fruncí el ceño cuando habló entre dientes.

—¿Qué dijiste?

Volvió a hacerlo.

—Habla fuerte, tarado.
—¡Que se me cayeron al retrete! —elevó la voz.
—¡¿Qué se te qué?! —grité.
—Fue un accidente, ¿de acuerdo?
—¡Ahora sí te mato, hijo del diablo! —corrí hacia él, pero fue más rápido y saltó a la cama.

Antes de que pudiera atraparlo, salió corriendo de la habitación para entrar a la de papá.

—¡Papá! —gritó al esconderse detrás de él—. La desquiciada paranoica me quiere golpear.
—¡Destruyó mis audífonos! 
—¡Fue un accidente!
—¡Chicos, chicos! —papá elevó las manos para que guardáramos silencio—. ¿Podrían apiadarse de este viejo?
—Cuando el pequeño sabueso infernal deje de tomar mis cosas, lo pensaré.
—Aitana, no llames así a tu hermano.
—Pero destruyó mis audífonos —desesperé.
—¿Es eso verdad, Jessy?
—Se me cayeron al retrete por accidente.
—También meteré tu cabeza al retrete por accidente.

Papá suspiró.

—Jessy, tendrás que pagarlos con tu mesada.
—¿Cómo dices? —casi se le salen los ojos de sus órbitas—. Tardaré mucho en reunir el dinero.
—Eso es para que aprendas a no tocar lo que no es tuyo, mocoso —le sonreí victoriosa.
—¡Cállate, escualiducha!
—¡Aborigen!
—¡Lagartija!
—¡Papanatas!
—¡Chicos, ya basta! —papá elevó la voz justo en el momento en que el timbre sonó—. Aitana, averigua quien llama a la puerta, por favor —suspiré al girar los ojos.

Caminé hacia las escaleras mientras escuchaba los reclamos del mocoso por no querer pagar mis audífonos. Al llegar a la puerta, la abrí y Donna entró como "Pedro por su casa".

—¿Qué rayos ha pasado contigo toda la semana, friki?
—Para empezar, deja tus insultos a un lado o vete.
—¿Qué me valla? —resopló divertida—. Quiero saberlo todo —me tomó de la mano y nos dirigimos a la sala para sentarnos—. ¿Ya tuviste sexo con él?
—¿Qué dices? —asustada, me puse de pie, pero ella me jaló del brazo para volver a sentarme.
—Es una pregunta sencilla.
—Claro que no lo es —bajé la mirada.
—Por favor no ... —expresó—. Al menos dime que ya te besó.

Mi silencio fue su respuesta.

—No puede ser —se puso de pie, dándome la espalda—. Estoy comenzando a creer que también hay algo rarito en él —dijo casi para ella misma.
—¿A qué te refieres?
—A que no ha intentado acercarse más de lo normal.
—Y ... ¿eso es malo?
—¡Por supuesto que lo es! Todos los chicos intentan tocarte el trasero desde el primer instante en que los conoces.
—Pero él no es como todos los chicos.
—¿A cuantos chicos conoces?
—Ese es un buen punto, pero él es lindo, amable, inteligente y ...
—Y es un chico, Aitana. Todos son idiotas.

Quería comenzar a morderme las uñas, pero ella vio mi intención y me amenazó con la mirada, así que ya no lo hice.

—Debemos pensar en algo —volvió a sentarse a mi lado.
—¿De qué hablas?
—Qué necesitas ser tú quien de el siguiente paso.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—¿Te volviste loca? —fruncí el ceño—. ¿Cómo se supone que vaya a hacer eso?
—¿Quieres retener a ese chico o prefieres que vaya a buscar a otro lado lo que tú no le das?

«Demonios»

Donna tenía razón, debía hacer algo para que no se aburriera conmigo, pero ¿qué iba a hacer? Era una total inexperta hasta para besar.

🕜🕝🕞
 


—¿Te ha gustado la película? —Tucker me sonrió al abrirme la puerta para abordar el auto.
—No ha estado mal.
—No te gustó —dio por sentado.
—No, lo siento —sonreímos.

Abordé el asiento del copiloto y, segundos después, él lo hizo a mi lado.

—No tienes porqué disculparte, a mí tampoco me ha gustado.

Guardamos silencio por un momento, esperaba a que encendiera el coche, pero no lo hizo. Lucía pensativo.

—Ha comenzado a oscurecer —comentó—. Será mejor que te lleve a casa.
—Claro —le sonreí con timidez.

Quería acercarme a él y hacer algo, pero no sabía cómo, aunque no tuve que seguir friéndome el cerebro en pensar, ya que él retiró mis anteojos como primer movimiento.

—Eres hermosa, Aitana —susurró y yo creí en sus palabras—. ¿Te molestaría si te robara un ...? —lo interrumpí al unir mis labios a los suyos.

Fue rápido, simple, un beso casto, pero ... cargado de deseo.

Al distanciarme, él se sorprendió nuevamente por mi impulso y me sonrió radiante.

—Tú siempre sorprendiéndome, ¿cierto? —expresó antes de acercar su rostro al mío.




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