Aitana
Las yemas de mis dedos acariciaban la mejilla de Tucker mientras él dormía placenteramente. Lucía tan guapo y varonil, que no me veía capaz de despertarlo, quería contemplar su belleza durante toda la mañana, pero me temía que eso no sería posible, ya que mi último día de clases de la semana, me esperaba, además, si papá entraba a mi habitación, se llevaría una gran sorpresa, puesto que Tocker había entrado como un ladrón para pasar la noche conmigo.
—Despierta —le susurré al besar ligeramente sus labios.
Al ver que no respondía, sumergí mis dedos en el vaso de agua que tenía a un lado y comencé a mojar su rostro con las gotas que se deslizaban de ellos. Rápidamente, la sensación fría hizo que se despertara, él me miró y sonrió.
—¿Le parece que esa es una buena forma de despertar a su novio, señorita Pevensy? —sonreí.
—Es divertido.
—¿Ah, sí? —giró su cuerpo y lo posó sobre el mío—. Tal vez yo deba mostrarte lo que es diversión —comenzó a besar mi cuello.
—¿Qué haces? Debes irte.
—Mhmm, pídeme todo menos eso —movió sus caderas restregando su sexo en el mío.
En breve, las ganas de sentirlo me abordaron, era imposible no excitarme con semejante chico.
—Papá puede venir en cualquier momento —me hice la difícil, me gustaba mucho que insistiera.
—Entonces, hay que darnos prisa —sonrió con picardía antes de quitarse su pantalón de pijama y el mío.
Mordí mi labio inferior al desviar la mirada hacia su masculinidad, estaba tan completamente listo para mí que la ansiedad traspasaba cada centímetro de mi ser. Enseguida, lo observé tomar un preservativo de sus jeans y colocarlo con rapidez y agilidad.
—Aitana … —volvió a posar su cuerpo sobre el mío, abriéndose paso entre mis piernas—. No tienes idea de cuánto me encanta tomarte … —su lengua acarició mi cuello y poco a poco fue bajando hacia mis pechos—, hacerte mía —añadió al atrapar mi pezón con sus dientes.
Cerré los ojos y elevé mis caderas de manera desesperada. Él sólo sonrió ante mi acción y comenzó a penetrarme, ocasionando que ambos soltaramos un gemido silencioso.
Tomé el rostro de mi sexy chico para atraerlo hacia mí y besarlo. Sus labios suaves y cálidos, sólo aumentaba mi deseo por él, cómo si de pronto fuera una maniática adicta al sexo y no tuviera remedio alguno.
—Más rápido, por favor —supliqué.
—Oh, sí preciosa —aceleró entre jadeos—. Tú puedes pedirme lo que quieras.
De manera atrevida y descarada, enterré mis uñas en sus glúteos, ejerciendo presión a su vez. No sabía si era demasiado rápido, pero la manera en la que Tucker me embestía, provocaba que yo cediera a mi orgasmo con facilidad. Sus movimientos eran precisos y justo en mi punto más sensible.
—Tucker —susurré su nombre, advirtiéndole que estaba cerca.
Sin quitarme la vista de encima, gimió y empujó sus caderas con más fuerza hasta que después de unos cuantos segundos, ambos nos dejamos llevar.
La explosión que nuestros cuerpos detonó, nos hizo aferrarnos con solidez el uno al otro, así nos mantuvimos por un breve momento mientras dejábamos que los espasmos del orgasmo, pasaran.
Una vez que nuestra respiración volvió a su normalidad, Tucker bajó de mi cuerpo, colocándose a mi lado y llevándome con él. Besó mis labios, delicadamente y me miró con ilusión.
—Yo te amo … —dijo él—. ¿Tú me amas?
—Eso creo —encogí un hombro de manera divertida.
—¿Eso crees? —elevó las cejas al sonreír—. Vaya, y yo que me sentía seguro de tus sentimientos hacia mí.
—¿Qué te puedo decir? No siempre tenemos lo que queremos.
—Ya cierra esa boca —comencé a reír, una risa que fue interrumpida por sus labios.
—¡Aitana! —papá tocó mi puerta, provocándome un infarto.
Sin pensarlo mucho, empujé a Tucker y fue a parar al suelo mientras yo me cubría por completo con el edredón.
—Aitana —papá abrió la puerta—. Aitana, llegarás tarde a clases.
—Estoy despierta —fingí somnolencia al descubrir un poco mi rostro.
—De acuerdo, apresúrate. Iré a preparar el desayuno.
—Bien —se fue.
De inmediato asomé mi cabeza por el borde de la cama y observé a mi desnudo novio, sobando su brazo.
—Creo que en verdad no me amas —bromeó.
—Lo siento —mordí mi labio inferior—. A papá no le habría gustado verte aquí.
—A tu papá le agrado —se puso de pie.
—No creo que tanto como para que te encuentre en mi cama —sonrió antes de besar mis labios.
—Ya le agradará cuando nos casemos.
«¿Eh?»
Mi corazón se detuvo por un momento mientras lo miraba atónita.
—¿Cómo dices? —el tonto comenzó a reír mientras se vestía.
—Parece que acabas de ver a un muerto renacer de la tierra. Sólo bromeaba.
—Pues no juegues con esas cosas.
—¿Por qué no? —abotonó sus jeans y se sentó al borde del colchón—. ¿No te gustaría ser mi esposa algún día?
«Ay, madre. ¿En verdad estamos teniendo esta conversación?»
—Yo … yo no-no lo sé —trastabillé.
—Me estás asustando, ya quita esa expresión de asombro —volvió a besarme—. Ya me voy. Pasaré por ti en quince minutos como si nada hubiera pasado —dijo divertido.
Yo seguía teniendo mi cara de estúpida.
—Como si no hubiéramos tenido sexo toda la noche en tu habitación —susurró al lanzarme un guiño.
Terminó de colocarse su jersey y lo miré salir por mi ventana.
¿Era la única que pensaba lo extraño que había sido hablar de matrimonio? «Demonios» ¿Tucker estaba hablando en serio? Porque … era demasiado pronto, ¿no?
«Ay, mi Dios»
🕜🕝🕞
Mantenía mi vista posada en la profesora, quien nos explicaba lo importante que era tener un buen liderazgo. Había estado hablando del tema durante al menos veinte minutos, pero mi mente no había retenido ni una sola palabra de todo lo dicho en clase, ¿por qué? Fácil, no podía dejar de pensar en la pequeña conversación que había tenido con Tucker por la mañana.
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Editado: 03.02.2023