Tobías
Hacía tiempo que no me sentía como aquella tarde, cabizbajo, melancólico, un tanto lúgubre. No podía evitarlo, me sentía completamente solo, soledad que Aitana cómo única persona podía apaciguar, pero sin importar qué, no la buscaría, era claro que me preocupaba su relación con aquel imbécil, pero también estaba furioso con ella. No podía creer que estuviera tan cegada y permitiera el maltrato que él le brindaba.
Por más que no quería pensarlo, mis posibilidades de alejarla de ese cabrón se estaban agotando. Con cada día que pasaba, ella se enganchaba más a él, y eso no era todo, la ira acompañada de celos, me carcomía el corazón, el tan sólo hecho de imaginarla entre sus brazos, me arrebataba el sueño.
—¡Donna, espera! —el grito de Aitana me puso en alerta.
Por un momento creí que ya estaba quedando loco por escucharla, pero entonces…
—¡Voy a joderme a esa maldita! —gritó mi hermana en respuesta.
Con rapidez, alejé mi trasero de la cama y salí de mi habitación e inmediatamente, miré a las chicas en el pasillo, Aitana se interponía en el camino de Donna.
—¿Qué rayos sucede aquí? —me acerqué a ellas.
—¡Dile a Aitana que se aleje de mi camino! —exigió.
—Si lo hago, la bruta de tu hermana hará una locura.
—Si no querías que reaccionara así, no me hubieras mostrado el vídeo.
—¿Quieren callarse las dos y explicarme de qué vídeo hablan? —elevé un poco la voz.
—Hey, chicos —expresó mamá al subir el último escalón—. ¿Por qué tanto grito? —se acercó a nosotros.
—Estaba a punto de averiguarlo —le respondí y miré a las chicas—. ¿Y bien?
Ambas intercambiaron miradas antes de que Aitana comenzara a morder sus uñas.
—Mírenlo ustedes mismos —Donna me entregó el móvil.
Con mamá detrás de mí, reproduje el vídeo y no tardamos nada en ver de qué se trataba. Además de que era un profesor, era un amigo cercano a la familia de Brittany.
—Por Dios, ¿ella es …?
—Sí —le respondí sin dejarla formular su pregunta.
—Yo sólo quería que admitiera lo que le había hecho a Donna —Aitana comenzó a excusarse—. Jamás imaginé lo que me iba a encontrar.
—Y no sabes cómo quiero besar tu trasero ahora mismo por esto —expresó Donna al arrebatarme el móvil de las manos—. Esa maldita zorra me las pagará —comenzó a caminar.
—Donna, espera —mamá la detuvo—. No te atrevas a hacer una locura. Deja que tu padre y yo resolvamos este problema.
—Este problema es entre ella y yo, mamá —se soltó de su agarre.
—Creo que mejor deberías dejar que ellos se hagan cargo —le dije.
Sinceramente, también quería venganza, quería exponerla de la forma en que ella lo había hecho con mi hermana, pero era mejor no actuar de la misma forma, no teníamos por qué ponernos a la altura de su retorcido y bajo nivel.
—Dejemos que ella misma cabe su tumba —añadí.
Donna pensó por un momento.
—Vamos al despacho de tu padre y hablemos —le sugirió mamá antes de mirar a Aitana—. Cariño, ¿podrías prestarnos tu móvil un momento?
—Ahm, sí, por supuesto.
—Bien, vamos —tomó a Donna del brazo y se alejaron.
Mientras tanto, Aitana y yo nos quedamos solos, pero no fue por mucho tiempo, luego de intercambiar miradas, giré sobre mi talón y caminé hacia mi habitación. Estaba claro que moría de ganas por hablarle, sólo que mi orgullo en ese momento pesaba más.
—¿Y es que piensas evitarme por siempre? —su pregunta me detuvo al abrir la puerta.
Me tomó un suspiro mirarla.
—¿Sigues con él?
Conocía la respuesta a mi pregunta, pero necesitaba hacerle entender cuál era nuestra situación.
—Eso ya lo sabes —bajó la mirada.
—Entonces, sí —entré a mí habitación, cerrando la puerta detrás de mí.
De inmediato sentí como si se abriera un enorme hueco en mi jodido pecho y es que mantenerme apartado de su lado me resultaba difícil … muy difícil.
Pasaron unos cuantos segundos para que la puerta de mi habitación se abriera y ella entrara. Sus ojos estaban cristalinos mientras me miraba a cierta distancia. Sin decir nada, se acercó a mí para abrazarme. Podía, pero no quería negarme, así que le correspondí, inhalando el aroma de su cabello y perdiéndome en la cercanía de su delicado cuerpo.
—Lo siento —susurró al sollozar—. Perdóname por haber arruinado nuestra amistad —tragué con pesadez.
Aitana no había arruinado nada, en todo caso, lo había hecho yo por mi egoísmo, pero ¿en verdad debía culparme por desearla y amarla de la forma en que lo hacía?
—Creo que necesitamos tiempo —le dije y ella se aferró más a mí cuerpo—. No me refiero a separarnos —resoplé con diversión.
Besé su cabeza y tomé un poco de distancia, estrechando su rostro entre mis manos. Por un breve momento pensé en besar sus labios como si de naturalidad habláramos, pero entré en razón y me contuve ante dicha acción.
—Debemos regresar en el tiempo y recordar lo que nos une como amigos —continué—. Un tiempo en el que no tienes novio y yo sigo siendo el mismo mujeriego de antes, olvidándonos por completo de lo que ha pasado entre nosotros en las últimas semanas.
—¿Cómo podríamos olvidarnos de todo eso? —le sonreí ligeramente.
—¿Qué te parece pasar un par de días en la casa del lago? —mi proposición hizo que bajara la mirada y se alejara de mí.
—Tobías, sabes que eso es imposible —me dió la espalda—. Sobra decirte que eso a Tucker no le gustará —resoplé con frustración—. Además… —me miró—. Tú y yo solos en una casa no le ayudará a nuestra amistad.
—Aitana, prometo no hacerte insinuaciones o cualquier cosa referente al deseo que …
Me interrumpí a mí mismo. Iba decir el deseo que sentimos, pero el chiste de mi propuesta era olvidarnos de todo y fingir volver a ser los mismos que éramos antes.
—Yo … —suspiré por segunda vez—. Extraño a mi amiga … eso es todo.
Guardó silencio y me miró por un momento.
—No puedo —una lágrima se deslizó por su mejilla—. Trata de entenderme por favor. No puedo simplemente ir en contra de Tucker —exasperado, pasé una mano por mi cabeza hasta dejarla en mi nuca.
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Editado: 03.02.2023