Aitana
No era mi intención pronunciar su nombre, pero al ver a Tobías, me desmoroné. Le había rogado tanto a Dios que me permitiera volver a verlo aunque sea por última y ahí estaba la respuesta a mis súplicas, él estaba frente a mí.
En cuanto el nombre salió de mi boca, Tucker siguió mi mirada e inmediatamente se puso de pie para abalanzarse sobre Tobías, pero no tuvo oportunidad, Tobías no sé la dió, ya que hizo uso del atizador que llevaba en sus manos, golpeándolo con fuerza en la cabeza.
Aterrada, me subí a la cama, encogiendo mis piernas hasta llegar al centro de esta misma. Mis lágrimas salieron de mis ojos con velocidad mientras los observaba entrar en una lucha, una lucha que definitivamente, no terminaría bien.
—¡Ahhhh! —grité con horror al escuchar un disparo. En breve, miré la sangre traspasar el jersey de Tobías—. ¡Tucker, no!
Salté de la cama para detenerlo antes de que volviera a dispararle. Obviamente, no lo logré, Tucker me lanzó al suelo de un fuerte empujón, aunque al menos eso sirvió para que Tobías tuviera un poco de ventaja, misma ventaja con la que logró quitarle el arma.
—¡No te muevas! —le gritó Tobías, apuntándole mientras me tomaba de la mano para colocarme a sus espaldas.
Inmediatamente, me aferré a su jersey sin dejar de llorar, estaba feliz de tenerlo tan cerca de mí, pero también estaba muy asustada por lo que pudiera pasar a continuación.
—Eres un cabrón hijo de puta, pero tú suerte se acabó —añadió Tobías.
—¿Eso es lo que crees? —Tucker sonrió—. No podrás llevártela, lo único que conseguirás es tu muerte —se puso de pie, mostrando más seriedad en su rostro—. Ni siquiera creo que seas capaz de disparar un… —no terminó su frase, ya que Tobías disparó el arma a un costado de él.
—Tobías, por favor —le supliqué.
No sabía por qué lo hacía, pero no quería que nadie saliera herido.
—Dijiste que te quedarías conmigo hasta el final —me dijo Tucker con cierta nostalgia en su voz.
—¡No quiero que le hables! —le gritó Tobías—. ¡Jamás volverás a hacerlo! ¡Jamás volverás a verla!
De un momento a otro, Tucker volvió a abalanzarse sobre Tobías sin darle la oportunidad de usar el arma. Ambos cayeron al suelo y comenzaron a forcejear.
Yo no podía arriesgarme, no podía esperar a ver si Tobías ganaba, estaba tan cansada de esa situación, que no tenía la disposición para quedarme de brazos cruzados, necesitaba ayudarlo y en cuanto miré que el arma cayó a un lado de ellos, no dudé en tomarla. Jamás había disparado una, pero eso no importaba en ese momento.
Limpié mis estúpidas lágrimas e intenté controlar el temblor en mis manos. No me fue posible, por supuesto, era demasiado cobarde para lograr calmar mi histeria, pero aún así, apunté a la espalda de Tucker, quien estaba encima de Tobías, golpeando su rostro una tras otra …, entonces, disparé provocando que yo misma cayera al suelo por el fuerte jaloneo del arma.
No fui consciente de lo que había conseguido hasta que miré a Tucker en el suelo. Su camiseta blanca estaba empapada de sangre.
—¡Aitana! —Tobías corrió hacia mí—. ¡Aitana, debemos irnos!
Me ayudó a ponerme de pie porque al parecer, yo había entrado en shock.
—¡Aitana, vamos! —me jaló del brazo.
Atravesamos el cuerpo de Tucker y las lágrimas volvieron a mis ojos. Rápidamente pensé en si lo había matado, y si no era así, que debíamos ayudarlo, pero pronto recordé todo lo que me había hecho y decidí continuar, esperando que Dios me perdonara por abandonarlo.
Al salir de la casa, comenzamos a correr mientras el frío golpeaba mi cuerpo, mientras sentía mis pies descalzos entumecerse por la poca nieve que había caído. Al paso de un par de minutos, aferrándonos el uno al otro, Tobías y yo llegamos hasta el auto de Cervantes, el cuál reconocí al instante. Cuando pensé que podríamos abordarlo y escapar de aquel infierno, un estruendoso disparo rompió el cristal de la ventana frente a mí.
—¡Ahhhh! —grité al caer de rodillas.
Al girarme, Tobías y yo observamos a distancia a Tucker con una escopeta en manos.
—¡Vuelve aquí, Aitana! —me gritó—. ¡Asesinaré a Tobías si no lo haces!
Otro disparo salió de su escopeta, este con dirección a la llanta del auto.
—Mierda —murmuró al volver a levantarme del suelo—. Corre … ¡Corre!
De nuevo comenzamos a correr del lado contrario al auto, aunque yo rápidamente me distraje y tropecé al escuchar otro disparo cerca de nosotros.
—Vamos, vamos Aitana.
—No puedo —dije entre lágrimas mientras negaba con la cabeza.
Me había fracturado el tobillo.
—Eh, mírame —retiró el cabello de mi rostro—. Podemos hacerlo, ¿de acuerdo? Sólo inténtalo, por favor —le asentí.
Apoyándome de sus hombros, él me tomó de la cintura y continuamos huyendo, aunque ya no con la misma velocidad. Los disparos de Tucker se seguían escuchando con más cercanía y sabíamos que era cuestión de tiempo para que nos alcanzara, por ello, Tobías pensó que deslizarnos por una caída en picada, nos crearía ventaja. Yo no sabía si podría lograrlo sin hacerle más daño a mi tobillo, pero no teníamos más opciones, todo lo que teníamos que hacer, era esforzarnos para lograr alejarnos.
En el transcurso del deslizamiento, sufrí de unos cuantos raspones, además de extender el dolor de mi tobillo por toda mi pierna. Para cuándo tocamos el piso plano, de mi garganta salió un fuerte quejido de tortura, ya ni siquiera podía mover mi pierna…, ya no podía continuar.
—Ey, ¿qué pasa? —me preguntó Tobías, conociendo la respuesta.
—No puedo moverla —sollocé sin hacer a un lado mi miedo—. No puedo continuar, Tobías.
Me cargó como pudo, ya que tampoco podía mover su brazo, mismo que continuaba sangrando. Me llevó detrás de un gigantesco árbol, colocándome entre sus ramas. Lo miré quitarse su jersey para dármelo, algo que agradecí, el vestido floreado que usaba no me cubría absolutamente nada. Enseguida, revisó mi pierna desnuda con delicadeza y yo lloré con más fuerza al ver lo mismo que él. Mi tobillo estaba completamente dislocado, mostrando una apariencia horrible.
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Editado: 03.02.2023