Aitana al acecho

Capítulo 41 'Fuerza de voluntad'

Aitana
 

—Disculpenme, no es mi intención molestarlos —se excusó el doctor Jenkins—. Mucho menos a ti, Aitana —me miró con pena.

—Escuche, no sé cómo encontró a mi hija, pero de una vez le aclaro que si no se marcha ahora, llamaré a la policía.

—Eso no hará falta, sólo quisiera hablar unos minutos con ella, por favor.

—¡Por supuesto que no! —papá se negó rotundamente antes de colocar su mano en mi espalda baja y guiarme hacia la salida.
 

Yo no me opuse, quería regresar a casa cuanto antes, pero parecía que el doctor Jenkins no sé rendiría tan fácilmente.
 

—Por favor —nos siguió—. Aitana, te pido sólo unos minutos.

—Chicos, suban al auto —dijo Lolita al darse cuenta de todo.

—Ven, vamos —Donna tomó mi mano.

—Yo sólo quiero que me permitas hablar de Tucker —insistió, evitando que subiera al auto.

—¿Cómo se atreve a siquiera venir a hablar en su nombre después de todo el daño que su sobrino le hizo a mi hija? —papá enfureció.

—Yo no he venido a justificarlo. Sé que lo que hizo Tucker no estuvo nada bien, pero simplemente, creo que Aitana merece conocer…

—Mi nieta no necesita…

—Lolita, espere —la interrumpí.
 

No sabía lo que estaba haciendo, pero algo me decía que debía escucharlo.
 

—Hija, esta no es una buena idea.

—Está bien, papá. Quiero escucharlo —suspiró.

—De acuerdo. Estaré bastante cerca de ti —le asentí con la cabeza y de nuevo entramos al restaurante.
 

El doctor Jenkins me invitó a tomar una mesa cerca de donde estaba papá, parecía que quería hacerme sentir lo más cómoda posible.
 

—¿Cómo me ha encontrado? —inicié la conversación.

—Bueno, no me fue difícil. Entre los vecinos y reportajes de todo lo sucedido… —se encongió de hombros.
 

«Malditos chismes»
 

—¿Y… cómo has estado? 
 

No le respondí, me parecía que era muy tonto de su parte preguntar semejante cosa.
 

—Lo siento —bajó la mirada sintiéndose apenado—. No sé cómo…

—Por favor vaya al grano —le pedí—. Sé que usted no me hizo nada malo, pero tan sólo el hecho de verlo, me recuerda a todo lo que viví con Tucker.

—Lo siento —volvió a disculparse—. Puedo imaginar que lo que hizo mi sobrino no fue nada agradable para ti, pero necesitas saber que él en verdad te quería.
 

No pude evitarlo, mis ojos se empañaron con lágrimas mientras negaba con la cabeza.
 

—¿Cómo puede decir eso? —le pregunté con incredulidad—. Tucker me secuestró, asesinó a Lindsey, y por último también quiso asesinarme a mí y a mi mejor amigo. Quién ama no hace ese tipo de cosas.

—Lo sé, Aitana, y como ya dije, no he venido aquí a justificar sus actos, sólo quiero que sepas que hubo una razón para su comportamiento.

—¿Qué motivo pudo haber para que él hiciera todo eso?

—Sufría cuadros de esquizofrenia.
 

Ya no retuve más mis lágrimas, su confección me desestabilizó.
 

—Tucker siempre fue un chico incomprendido desde su infancia —continuó—. Él y su madre sufrieron maltrato físico y psicológico por parte de su padre. Aún así, él no dejaba de intentar salir adelante y más aún cuando quedó huérfano, pero todo se salió de sus manos cuando secuestró a aquella chica.

—¿Usted lo sabía? —pregunté con voz temblorosa.

—No, claro que no, si lo hubiera sabido antes, créeme que habría hecho hasta lo imposible por persuadir a Tucker.

—Debí haberlo escuchado —dije entre lágrimas—. Aquella noche en el hospital cuando intentó advertirme sobre él.

—En ese momento no lo sabía, Aitana, pero después… —resoplando, bajó la mirada—. Si tan sólo hubieras visto la manera en la que él hablaba de ti.
 

Mi llanto aumentó. Ya no quería escuchar más.
 

—Yo en verdad llegué a pensar que él cambiaría por ti —añadió recordándome las palabras de Tucker.
 

No era estupidez mía, yo creía en lo que él me decía, sus ojos reflejaban el pudor de sus palabras y el hecho de que todo eso volviera a mi memoria, sólo me hacía sentir culpable, culpable por no haber podido ayudarlo con su enfermedad mental.
 

—Creo que ya no quiero escuchar más —limpié mis lágrimas con la manga de mi suéter—. Ya no puedo escuchar más.

—Lo entiendo, pero antes de que te marches…
 

Lo miré sacar un sobre del bolsillo de su saco, enseguida, me lo entregó.
 

—¿Qué es esto? —pregunté con curiosidad.

—Por favor ábrelo.
 

Lo hice, de aquel sobre saqué nada más y nada menos que un cheque por casi un millón de dólares.
 

—¿Un cheque? —lo miré con incredulidad—. Exactamente, ¿qué es lo que espera con esto? ¿Aligerar su culpa? ¿Sentir compasión por mí? —dejé el cheque sobre la mesa—. No me interesa su dinero.

—Es que no es mi dinero, Aitana.

—¿De qué habla?

—Ese dinero le pertenecía a Tucker y sé que a él le habría encantado que tú te quedaras con él.

—Después de todo, ¿cree que yo aún tengo fuerza para cumplir con sus últimos deseos?

—Por supuesto que no, e independientemente de lo que estés pensando, yo no quiero ofenderte. Sólo quiero mostrarte mi vulnerabilidad ante todo esto y más que nada, ofrecerte mis más sinceras disculpas por lo que mi sobrino te hizo —se puso de pie—. Puedes hacer con el cheque lo que tú quieras…, romperlo, quemarlo, incluso regalarlo. Estarás en todo tu derecho —suspiró—. Te deseo una buena vida, Aitana —añadió cómo despedida antes de marcharse.
 

Y ahí me quedé yo, con un cheque frente a mis ojos…, con una cantidad que ni remotamente esperaba tener en un futuro, pero eso estaba lejos de mi interés, en todo lo que mi mente pensaba; era en que Tucker continuaba afectando mi entorno, a pesar de que ya estuviera tres metros bajo tierra.
 

🕜🕝🕞


—Esto está de locos —expresó Donna mientras miraba el cheque.
 

Ambas estábamos acostadas en la cama, esperando que el sueño nos venciera.
 




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