Akila: los ángeles caídos

Capítulo 3

◣Un ángel amigo mío◢

Salí lo más rápido que pude del hotel y me adentré en el bosque intentando ser silencioso. Los seguía de a poco desde unos cinco metros para no levantar sospechas. Mi mente vacilaba en distintas teorías. Claro que lo ideal sería que no pasara lo que todo mundo creería que pasaba, pero no me parecía un mal tema para tratar en mi tesis. Era un desastre de persona, y era demasiado obvio.

Continué caminando y escondiéndome mientras sudaba tequila cada vez que pisaba alguna ramita. Hasta que en un momento se detuvieron al borde de un precipicio. Creí que el tío comenzaría a hacer algo como sacarle la ropa o por el estilo, sin embargo, hizo algo que me llevó a mover los pies hacia ellos como un acto de reflejo: arrojó a Lucián por el precipicio. Mis piernas se movieron por sí solas en ese estado de shock. No podía creerlo. Ese precipicio debía tener al menos cincuenta metros y daba a un río, algo profundo, pero con una corriente destrozadora.

Al llegar a él lo tomé del cuello y le grité mientras lo sacudía:

—¿Qué has hecho?

Su voz titubeaba, parecía estar más nervioso que yo. No paraba de sacudir a mi tío solo para silenciar el impulso de matarlo. Por mi mente pasaban miles de teoría ¿Y si ella quería hablar? ¿Y si él ya no podía guardar un secreto como eso? ¿Y si? ¿Y si? No podía creer que había sido testigo de un asesinato ¡Yo solo quería ser el testigo de mí propio asesinato! Esta vida me estaba maltratando como una novia tóxica y yo la dejaba hacerlo, ¡es más! me ponía a su disposición.

Cuando me decidía por matarme al llegar al cuarto, una fuerte ráfaga de viento nos golpeó a ambos. Alcé la vista al cielo y contemplé a Lucián volando con dos enormes alas negras y blancas. Quedé estupefacto. Mi mente dejó de funcionar. Caí al suelo al intentar alejarme cuando ella hizo una pirueta en el cielo y comenzó a descender.

Aterrizó levantando una nube de tierra que me dejó ciego. No podía ser, verla así, de esa forma, solo trajo a mi mente los recuerdos de cuántas veces había escuchado la palabra "ángel" desde que llegué. Los ángeles eran reales y estaban escondidos en ese pueblo. No podía ser cierto.

Lucián comenzó a acercarse a mí con unos ojos caídos por el sueño. Me despertaba un terror jamás imaginado. Su frente sangraba y dejaba ver un poco del infierno en su rostro. Su aura me causaba escalofríos, parecía la de un demonio.

—Sé que no lo recuerdo todo—dijo—, pero estoy segura de que tú duermes de noche.

No debería haber sido un factor, pero su torpeza al hablar me relajó.

—¿Qué...qué está pasando?—tartamudeé.

—Vamos adentro. Te explicaré—dijo mi tío mientras me ayudaba a levantarme.

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Nos encontrábamos sentados a una mesa, bebiendo café con doble dosis de cafeína, en la habitación del tío Orlando—un lugar que combinaba a la perfección los colores rojo y blanco, además de tener todas las paredes tan brillantes que podían cegar a alguien y todo perfectamente ordenado—. Lucián continuaba mostrando esas enormes alas que arrastraba por el suelo, y que, a la luz, podía distinguir una que otra pluma plateada mientras las blancas y las negras se combinaban dando, en algunas partes, un efecto gris.

Tomaba el café de una forma adictiva, intentando que este me calmara, pero solo aceleraba aún más mi corazón y mi mano no dejaba de temblar. De repente, cuando Lucián se sentó a un costado nuestro, el tío Orlando habló.

—Nuestra familia...—comenzó a decir, pero se retractó de inmediato al verme—Nuestra rama de la familia—corrigió—siempre fue bendecida con mucha belleza y eso causó que un akila se fijara en mi hija...

—Aguarde—interrumpí—¿Akila?

—¿No sabes sobre los akilas?

—No...

—¿Y cómo es que viniste aquí si no sabías de ellos?

—La universidad, gané una beca para estudiar en ella y mi madre insistió en que viva con usted.

—¿Ella nunca te habló sobre...?

—No.

Suspiró profundo y tan pesado que parecía querer expulsar su alma.

—De acuerdo. Los akila son las criaturas que viven arriba de la montaña en un páramo que ellos custodian, su hogar. Anteriormente se contaba que vivían otras criaturas con ellos, pero con el paso del tiempo eso solo fue una leyenda.

—Entonces, ¿no son ángeles?

Lucián rió tan fuerte que me provocó un buen susto.

—¡Claro que no! Nosotros sí podemos reproducirnos—contestó elevando las cejas y con una gran sonrisa.

Reí suavemente para que no se volviera un momento incómodo y luego volví a la conversación.

—Por lo que dice, los akilas son estas criaturas que tienen alas.

—Sí, más o menos. La ciencia de los akilas es algo compleja y aún no fue estudiada. Prácticamente se trata de personas con alas, hasta donde sabemos.

—¿Y todos tienen memoria a corto plazo?—me atreví a preguntar descaradamente.

Lucián volvió a reír, pero el tío Orlando contestó de manera seria:

—No, pero no hablaremos de eso ahora. Lo que ocurrió fue que un akila se fijó en mi hija y no tardó en cautivarla. Se enamoraron, se casaron y tuvieron a mi preciosa Lucián—Asentí con la cabeza entendiendo el trágico final—. Por esto, Lucián es una híbrida aki-humana. En las últimas dos décadas comenzaron a nacer varios híbridos. Por lo que cada noche a las cero horas debe extender sus alas y volar. Si no lo hace, podría desarrollar...

—Demencia, pérdida de memoria, caída de alas, fracturas, pérdida de huesos y piel, y muerte—interrumpió Lucián contando esto con una gran sonrisa, como si conociera la respuesta del examen.

Recuerdo haber preguntado si esa fue la causa de su memoria a corto plazo, pero el tío solo respondió que no hablaría del tema. Supuse que era porque Lucián estaba presente.

Volví a mi habitación sintiéndome en una nube. El mundo no era lo que pensaba, sino que era totalmente diferente y mucho más grande que nunca. Por un momento pensé que hasta, incluso, las sirenas eran reales. Fue un cambio en mi sistema. Mi mundo se amplió de forma extraordinaria. Me pregunté si los gobiernos sabían de esto, si todo el pueblo estaba al tanto, cómo era que vivían esas criaturas, por qué estaban allá arriba, si todos tenían conciencia, cómo eran sus costumbres, su forma de vivir, su forma de actuar. Entonces, me di cuenta de que lo tenía. Al fin, tenía mi tesis. Tomé mi computadora, abrí el documento que seguía en blanco y escribí: "AKILAS: los ángeles caídos".




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