AKRAM
Sentado a los pies del árbol de la vida, observo la puesta de sol mientras me pregunto cómo sería mi vida si no fuese un príncipe.
Probablemente sería miserable sin los lujos de palacio y sin las comodidades de tener a mi disposición todo cuanto deseo, sin embargo, siendo un hombre común podría escoger con quien casarme, ir a donde me plazca sin tener a un montón de personas “cuidándome”, hacer cuanto desee sin ser juzgado.
Mi hermano mayor acaba de casarse, es el primer heredero a la silla del gran Reino de Baréin, el hijo perfecto, el más sabio de los príncipes, el más obediente. Accedió a casarse con una princesa que ni siquiera conocía, sin rechistar, solo porque esa era la voluntad de nuestro padre.
Khaleb es sin duda un digno heredero, en cambio, yo no lo soy.
La gente me teme en cuanto me ve pasar, los sirvientes se ocultan de mi mal humor, y las mujeres solo ansían mi lecho.
Quisiera creer que tengo el respeto de mi gente, pero basta verlos para saber que lo único que inspiro es miedo.
-¡Sírveme más vino Rashid!
Es el único de mis sirvientes que se atreve a estar a menos de dos metros de distancia.
-Majestad, no es prudente, ya ha bebido lo suficiente, oscurece y…
-¡No pedí tu opinión o tu permiso!
-Si, mi señor.
Mis antepasados lucharon por proteger nuestro reino, hubo una época en la cual la muerte era fiel amiga de nuestras tierras.
Cientos de mujeres quedaron sin hijos y sin maridos, no voy a justificar a mis ancestros, tampoco voy a juzgarlos, hicieron lo que debían.
Recuerdo mis entrenamientos de niño, el primer hijo nace para ser el siguiente en gobernar, mientras que el segundo debe aprender el arte de la guerra y a comandar.
Desde pequeño supe lo que era el dolor de tener los brazos y las manos en carne viva; Conocí el hambre y la sed de la forma más cruel, y experimenté tenebrosas noches en medio del desierto, sin nadie que me proteja, con la compañía de toda clase de animales que solo querían era matarme, armado con un pobre cuchillo.
Mis hermanos, en cambio, estaban en palacio siendo educados, rodeados de libros y de comodidades, con la única queja de una carne mal cocida, o de sábanas ásperas; mientras yo me enfrentaba a la misma muerte cruel y sangrienta.
Tal vez si hay alguien que me respeta después de todo, mi ejército me es leal y confía en mis habilidades, estamos preparados para cualquier amenaza de ataque. Por muchos años estuvimos en paz, pero uno nunca se sabe cuándo puede suscitarse una nueva contienda.
En fin, el matrimonio de Khaleb significa que el siguiente en casarse debo ser yo, por lo que debo buscar una mujer pronto, a menos que mi padre ya haya encontrado una “digna novia” para mí.
¿Cómo puedo escoger una esposa si ninguna ha llamado mi atención hasta ahora?, tuve a tantas mujeres en mi lecho y sin embargo no creo poder encontrar a alguna que sea capaz de provocar en mi eso que llaman amor, empero, tampoco estoy dispuesto a acceder a un matrimonio arreglado.
-¿Desea algo más majestad? -dice Rashid alcanzándome una copa de vino.
-No, puedes retirarte.
-Si, mi señor.
-Espera, diles a todos que partimos en cinco minutos.
-Como usted desee.
El sol ya casi se ha puesto, pero disfruto estar en este lugar.
Mi padre, en cambio, debe estar molesto, toda la familia está en la celebración de mi hermano, pero francamente no estoy para celebraciones, me quedé lo justo y eso debería bastar.
-Señor, su camello está listo.
Subo a mi camello y comenzamos el viaje de regreso.
-Rashid, ¿Qué es eso?
A lo lejos veo una caravana que avanza, están muy lejos, pero distingo a unos hombres que van en camellos, parece que llevan a un grupo de personas amarradas.
-Es mejor no molestarlos señor, debe ser un grupo de esclavos que son llevados al mercado.
Los esclavos eran comúnmente vendidos a los señores de fortuna para ser sirvientes sin paga, al no tener familia y estar en medio del desierto difícilmente escapaban, sobre todo si estaban encadenados.
Una de las razones por las cuales odiaba estar en palacio era precisamente por tener que ver a alguno de ellos en esas condiciones, podría ser un déspota, pero estaba en contra de la esclavitud.
-Deben venir de muy lejos, sus vestimentas no son propias de nuestras tierras.
-Más les vale no atacar aquí.
Seguimos nuestro camino hacia palacio.
Al llegar, tal y como me esperaba, nos recibió un rey furioso.
-¡¿Dónde estabas?!
-Fui personalmente a rezarle a Alá a los pies del árbol de la vida, y a pedirle por la felicidad de mi hermano bendiciéndole con una gran descendencia.
-¡No te burles Akram! El Jeque Zoram acaba de irse con su hija, estaba muy interesado en presentártela, sabes que una alianza matrimonial podría fortalecer nuestro poder en sus tierras.