Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 6

AKRAM

-Voy a retirar mi mano, pero debes asegurarme que no gritarás.

Podía notar cómo sus ojos iban pasando del miedo a la confusión, sin embargo, de alguna forma comprendí que su respuesta era afirmativa puesto que no pronunció palabra alguna.

Poco a poco fui liberando sus labios, aún cuando una parte mía quería buscar alguna excusa para mantener el contacto con su suave piel.

-¿Cómo te llamas? -Pregunté, casi demandé saber.

Sentía cómo me analizaba, y en parte me complació ver que sus ojos se detenían en mi pecho más tiempo.

-¿Quién eres? -Traté una vez más, sin embargo, seguía sin responder.

-¿Es que acaso olvidaste hablar?, responde, sé que hablas mi idioma, sino ¿cómo habrías pedido ayuda?

-No se si puedo confiar en ti.

Escuchar su voz solo había sido la prueba de que no se trataba de un espejismo, puesto que su voz tan dulce y cantarina jamás podría ser producto de mi imaginación.

-Te salvé la vida, eso debería bastar.

-Agradezco el que me haya ayudado, pero esa no es garantía suficiente para confiar que no me hará daño.

Definitivamente no había nacido esclava, las esclavas son sumisas y obedientes, jamás se habrían atrevido a desafiar así a su amo.

-¿De dónde eres?

-No voy a daros respuesta alguna hasta que no sepa primero quien es usted, y dónde me encuentro.

-Te encuentras en el palacio del reino de Baréin, y yo soy el Príncipe.

Sus ojos se abrieron de golpe, aunque trató de recomponerse pareció darse cuenta hasta ese momento de un pequeño detalle.

-¡Mi velo!, ¿Dónde lo ha puesto? -Intentó cubrir su rostro con ambas manos.

-Estaba demasiado harapiento, lo he tirado.

-¡No tenías derecho!

-Baja la voz, a menos que quieras ser descubierta y puesta en manos del Rey. -Lo cierto era que no quería que volviera a cubrirse.

-Esto no está permitido por Alá. -Terminó volteándose por completo para que no pudiese verla más.

Nunca había sido un hombre de fe, cuando estas en el campo de batalla el único que puede protegerte eres tú mismo. Y si había algún todo poderoso de seguro yo no estaba entre sus favoritos. ¿Qué mas daba una tradición tan ridícula como el uso del velo?, su belleza no debía ser privada de esa forma. Sin embargo, su expresión era tal que saltaba a la vista que ella no opinaba lo mismo, por el contrario, debía ser una de sus fieles seguidoras.

-¿Y a quién le importa lo que permita o no?

-¿Cómo podría confiar en ti? Un hombre que no cree en Alá es un hombre que no le teme a nada y que es capaz de cualquier cosa.

-Soy un hombre de guerra, he visto a la muerte en persona y puedo asegurarte que solo en ella creo, así que poco importa si llevas o no llevas velo -Intenté controlar mi tono, no quería llamar la atención de algún curioso que se encontrase fuera -Además, estas en mi habitación, nadie ingresa aquí, soy el único que te ha visto, poco importa si lo traes puesto o no.

-Tus palabras solo demuestran que eres un hombre cruel y de pocos principios, dime ¿Cuál de los príncipes eres?

No podía creer que estaba siendo juzgado, cuando debería estarme agradeciendo y besando mis pies en este momento. Jamás un sirviente había sido capaz de hablarme de esa forma, menos aún una mujer, todos me temían ¿Tan importante podría ser ese pedazo de tela?

-¿No es demasiado obvio cuál soy?

-Si mis sospechas son ciertas, debes ser el segundo.

Deseaba poder ver su expresión, saber de alguna forma qué estaba pensando.

-Si, lo soy.

-Eres un mercenario. -Su espalda se puso tensa y parecía querer alejarse lo máximo posible de mí.

Sabía que lo que se decía de mi no era bueno, y hasta este momento nunca me había importado, sin embargo, no sabía por qué, pero no quería que ella creyese en los rumores.

-No soy un mercenario, no mato por placer o por dinero, si lo he tenido que hacer ha sido para proteger al reino.

Quería que ella confiara, esta era la primera vez que mi reputación me molestaba.

Pareció relajarse un poco, pero aún parecía estar lista para saltar y escapar en cualquier momento.

-No puedo deciros mi nombre, ni de dónde provengo, pero puedo asegurar que no soy una esclava.

-Sé que no eres una esclava, pero he pagado por ti -Se volteó lo necesario para verme expectante, casi desafiante por mis siguientes palabras. -Al menos debo saber algún dato de tu pasado.

-Los mercenarios que atacaron la casa de mi padre lo mataron frente a mis ojos, sin piedad, yo logré escapar -Sus ojos comenzaron a cristalizarse, pero su voz se mantuvo fría y llena de rabia.

Ahora comprendía su reacción al saber que yo era el segundo príncipe, debía pensar que los rumores eran ciertos y que yo era como esos mercenarios, pero no podía compararme con quienes atacaron a su familia, jamás me atrevería a algo tan bajo.



#2770 en Novela romántica
#124 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.