ADHARA
Recorrí con facilidad el librero, como si de una puerta se tratase, y asomé medio cuerpo por la abertura, estaba totalmente obscuro y a penas podía ver más allá de mis manos, así que decidí regresar para tomar una de las lámparas de la habitación y así iluminar mi camino.
Una vez hube tomado la lámpara de aceite, volví a meterme por el hueco de la pared, y cerré tras mío con el librero por seguridad, por si alguien entraba a curiosear.
Apenas había recorrido unos metros, vi como el camino me dirigía hacia unas escaleras por las cuales tendría que bajar, comencé a bajar hasta llegar a una especie de sala gigantesca, donde otras escaleras desembocaban de diferentes direcciones, fue en ese momento que me di cuenta que debían provenir de otras habitaciones, y que seguramente se conectaban a las casas de las otras esposas del rey y al palacio mismo.
Por supuesto no había ningún tipo de iluminación, era más que evidente que estos pasadizos no habían sido usados por un largo tiempo.
Las paredes eran del mismo material que las paredes de la habitación, con la única diferencia de que no había detalles dorados o adornos de oro, y de que todo estaba cubierto por polvo y telarañas.
Antes de dar cualquier otro paso pensé en dejar alguna señal a los pies de la escalera que conducía a la habitación del Príncipe Akram, puesto que no deseaba perderme, sin embargo, no tenía nada que pudiese usar. Así que en el polvoriento piso dibujé una gran “X” con una flecha que esperaba poder distinguir más tarde.
Seguí caminando y pensé en subir por una de las otras escaleras para explorar un poco, tal vez podría encontrar una salida por la que podría ir en caso de emergencias.
Alumbrando el camino me di cuenta que pese al polvo podían distinguirse unas pisadas recientes, tal vez del día anterior, lo cual me alarmó puesto que todo estaba tan abandonado que era difícil imaginarse qué alguien utilizaría este camino, lo que más me temía es que pudieran descubrirme e incluso que ese alguien pudiese matarme sin que nadie nunca llegara a enterarse por encontrarme en unos pasadizos secretos.
Pero mi lado irracional fue más fuerte, y decidí seguir las huellas, volví a pasar por las escaleras que me conducían a la habitación de Akram, pero no se detenían allí, continuaban unos metros más.
Finalmente se dirigían hacia la superficie, llegué a una entrada similar a la del librero antes de comenzar a bajar. Busqué casi a ciegas alguna palanca o piedra que pudiese activar la salida y abriese desde adentro el hueco en la pared, pero no había nada.
Fue entonces que escuché unas voces y mi cuerpo entero se petrificó pensando que alguien pudo haberme seguido, empero, las voces parecían provenir de la dirección contraria en la que me encontraba.
Me acerqué a la pared para poder escuchar mejor, casi pude fusionarme con el material de lo pegada que me encontraba.
-Dicen que está en camino, que ya ha atravesado medio desierto buscándola. -La voz era femenina, y no podía entender a qué se referían.
-También oí de él, escuché que es muy apuesto, pero que da miedo y es de mucho cuidado. -Una segunda voz más aguda respondía.
-No creo que inspire tanto miedo como nuestro señor, y no creo que sea más apuesto que el Príncipe Akram. -Ambas voces se rieron.
Debían ser dos doncellas de servicio que se encontraban en algún espacio abierto, no escuchaba el sonido de agua cayendo o ropa refregándose, tampoco el eco de paredes cerradas o de comida siendo preparada, por lo que no podían encontrarse en una habitación, cocina o lavadero.
-El Príncipe Akram es tan guapo.
-Tienes suerte de que te dejara vivir después de tu osadía, ni siquiera deberías estar aquí, si el señor te ve…
-Sólo quería pasar una noche a su lado, ¿Es tan grave mi pecado? -Su voz se quebró al final.
-Sabes muy bien que nadie ha tenido el privilegio de compartir su lecho, sólo podemos proveerle placer. -De repente bajó la voz teniendo que esforzarme más para escuchar. -Aunque deseemos quedarnos debemos comprender nuestro lugar, hoy otra de las muchachas intentó insinuársele para quedarse.
-¿Y lo logró?
-No, el Príncipe la echó como a un perro, fue extraño, generalmente acepta nuestra compañía o la pide para que le asistamos en el baño, pero hoy no fue ese el caso.
-Ha de seguir molesto por mi atrevimiento que no toleró otra intrusión.
-Es probable.
Incluso tras la pared, fui capaz de percibir el regocijo de la doncella al saber que su amo había rechazado a la otra muchacha, lo que no sabía es que la había rechazado porque escondía algo que no quería que fuese descubierto, y ese algo era yo.
Me llamó mucho la atención saber que ninguna otra mujer había compartido su lecho, puesto que yo ya había dormido en su cama, y aunque no lo habíamos compartido él no pareció molesto. Tal vez lo que le molestaba era tener que compartirla mientras él estaba acostado en ella, y no así el que otro la usase.
Por otro lado, había sentido una pequeña punzada, muy parecida al enojo, en cuanto comprendí que ambas doncellas habían estado con el Príncipe, aunque desconocía la razón de ese sentimiento puesto que él no era nada mío, en cambio yo si le pertenecía.