AKRAM
Le había mentido de la manera más descarada, aunque si lo pensaba bien, solo le había ocultado parte de la verdad que existía tras el grabado de mi inicial en el mango de la daga que ahora le pertenecía y que esperaba siempre llevase consigo.
En un principio pensé en colocar mi inicial solo para darle un toque personal, pero luego quise que de alguna forma ella me tuviese en todo momento, que nunca más estuviese sola, y si esa arma podía mantenerla segura es porque ese era mi deseo para con ella, protegerla.
Cabalgué hacia las afueras de la ciudad, escoltado como siempre, deseaba ver por mi mismo los avances de los nuevos campamentos y su distribución.
-Fariq Awwai, bienvenido. -Me saludó con una reverencia uno de los soldados en cuanto descendí de mi caballo.
-¿Dónde está el resto? -Había unos pocos trabajando, si quería que todo estuviese listo a tiempo necesitaba el trabajo de muchos más hombres.
-Fueron a comer y descansar, señor.
-¿Con permiso de quién? -Miré hacia donde estaban las vasijas llenas de agua y las hogazas de pan. -Todavía tienen comida aquí.
-Majestad, no lo esperábamos, de haber sabido… -Comenzó
-¿De haber sabido que venía hubiesen fingido que hacían algo?
-No, señor, -Comenzó a ponerse cada vez más nervioso -lo siento.
-No deberías, no serás tú quien sufra las consecuencias, ¿Dónde está el Fariq?
-Está supervisando las instalaciones de vigilancia, majestad -Señaló a las no tan lejanas dumas desde donde mi ejército vigilaría a los mercenarios.
Volví a montar mi caballo sin decir palabra alguna, y me dirigí hacia donde había señalado. Estaba molesto, por ningún motivo un soldado debería abandonar su puesto, estamos entrenados para sobrevivir con mucho menos que agua y pan, y el cansancio nunca fue una razón.
Desde el campamento era incapaz de ver movimiento en las dunas, sin embargo, ahora que estaba más cerca, podía notar claramente a quienes estarían vigilando desde esta zona.
-¡Fariq! -llamé mientras descendía del animal y caminaba entre quienes cavaban las zanjas en las que permanecerían ocultos.
-¿Me llamaba señor?
-¿Tienes conocimiento de que los hombres de allá -Señalé hacia el campamento -han abandonado sus puestos?
-No, señor.
-Qué clase de Fariq desconoce la ubicación y desobediencia de sus propios hombres? -Levanté la voz.
-Le aseguro que me haré cargo de los infractores.
-Que no se repita, de lo contrario, correrá sangre.
-Sí, señor.
-Infórmeme de los avances.
-Nuestros hombres ya casi terminaron de cavar las zanjas desde donde permanecerán vigilando a los mercenarios. -Comenzó a caminar hacia las zanjas y lo seguí. -Desde este punto podemos observarlos claramente sin que ellos sospechen que estamos aquí. Para asegurarnos de no ser descubiertos dispusimos una serie de trampas que serán activadas el día de su llegada. -Señaló el camino por el que había llegado junto a mis escoltas y los laterales de los puntos de vigilancia.
-Podrían haber mandado a alguien que se adelantara para ver los alrededores.
-Estamos alerta majestad, pusimos personal de registro en la entrada a la ciudad, cada persona que ingrese o salga es registrada e identificada. Entre el día de ayer y hoy nadie Salió o entró.
-¿Quién vigila los alrededores?.
-Justo vienen llegando de su ronda.
Por el oeste un par de caballos montados por soldados se acercaban. En cuanto desmotaron nos saludaron e hicieron las respectivas reverencias.
-Cuál es su informe. -Les ordenó el Fariq.
-Todo esta despejado, revisamos los alrededores de la ciudad, mandamos a dos mas de nuestros compañeros a revisar los caminos de comercio común, y no hay movimiento nuevo. -Respondió uno de ellos.
-Pueden retirarse -Los despidió Fariq. Y una vez se fueron los soldados se dirigió a mi. -El día de su llegada podría ser mañana, esperamos tener todo listo esta misma noche.
-Espero así sea, asegúrate de que tanto el campamento como los puntos de vigilancia se concluyan hoy.
-Así será. -Me aseguró.
-¿Ya se instalaron los soldados en las casas del límite?
-Aún no, pero las familias ya fueron informadas y aceptaron que las acompañe uno de nosotros en cada casa. Nuestro ingreso será mañana por la mañana, y están conscientes de que no pueden decir nada.
-Bien, mantenme informado.
Sin más volví a montar mi caballo y me dirigí hacia la ciudad, debía visitar el edificio donde se almacenaba y racionaban los alimentos.
Una vez dentro el encargado nos condujo hacia donde se estaban repartiendo las raciones de los mercenarios.
-Tendremos que reducir el alimento de toda la ciudad por al menos un mes para cubrir estas pérdidas, y el vino también puede que escasee. -Dijo cabizbajo.
Estaba consciente de que esas eran las posibles consecuencias de recibir a un centenar de mercenarios, desearía matarlos a todos de una buena vez para no tener que incurrir en tantas molestias, pero seguramente recibiríamos el ataque de aquellas ciudades con las que tienen alianzas.