Akram: ¿un Príncipe árabe puede enamorarse?

CAPÍTULO 55

ADHARA

De repente todo pareció detenerse por un instante, los líderes de los mercenarios habían muerto, y no había nadie que los estuviese dirigiendo. No veía al padre por ningún lado, y tampoco a Malek.

¿Dónde estaba Malek?

Un nerviosismo recorrió mi cuerpo, busqué una vez más entre el gentío y lo único que vi fue a los mercenarios tratando de retirarse y ser perseguidos por los soldados de Akram, puesto que sus órdenes consistían en no dejar a ni uno solo con vida.

No era capaz de permitirme un leve regocijo por este hecho si quiera, Akram había ganado una batalla más, el reino volvía a estar a salvo.

Pero por más que intentaba atraer esa sensación de tranquilidad no podía, por el simple hecho de no saber dónde se encontraba Malek.

¡Maldito seas Malek! Y que Alá me perdone.

De repente un sonido fuerte se escuchó en la torreta en la que me encontraba.

Dí un sobresalto buscando alrededor y no vi nada.

El sonido volvió a escucharse y esta vez pude identificar que provenía de la trampilla por la que había ingresado.

Alguien estaba intentando entrar y golpeaba contra la trampilla para que cediese lo que sea que lo estuviese trancando.

Vi con terror cómo la daga recorría con cada golpe que propinaban desde el otro lado, intenté correr y volver a posicionarla, pero fue demasiado tarde.

De repente la trampilla se abrió y la daga salió disparada a algún sitio.

Me aferré a la cimitarra de Akram esperando me infundiese valor, y retrocedí como acto reflejo mientras la presencia del infeliz de Malek hacía su ingreso a la torreta.

Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, todo dictaba peligro y podía sentir incluso un sudor frío recorrer mi frente.

-¡Así que estás aquí maldita ramera!

Sus insultos no tenían efecto alguno en mí, no provocaban más que indiferencia.

Respiré lento, tratando de calmarme. La voz de Akram vino a mi mente, recordando las tantas veces que me había repetido que me calmase y respirase para tranquilizarme.

Este no era uno más de sus entrenamientos, esto era la realidad, y aparentemente todo indicaba que tendría que enfrentarme a mis pesadillas de una vez.

¿Podría salir con vida?

No importaba, en caso de que no lo lograse al menos me lo llevaría conmigo para que Akram estuviese a salvo.

-Vamos, acércate y muéstrame lo que puedes hacer con ese pedazo de hierro. -Dijo con un tono de superioridad.

Él quería que me alterase, de manera que pierda el control y me venciese de inmediato, pero una vez más, la voz de Akram resonó en mi cabeza.

Cálmate y trata de predecir su siguiente movimiento.

Cerré los ojos, me transporté a los entrenamientos en medio de la oscuridad, y en lo que debió durar un par de segundos fui consciente de varias cosas. La pelea allá abajo seguía teniendo su curso, pero en menor medida, los gritos ya no eran tan ensordecedores como en un principio y el sonido de hierro contra hierro tampoco, el sonido de caballos resonaba en la arena, seguramente estaban persiguiendo a los que trataban de huir.

Y luego lo sentí a él, Malek tenía una respiración no tan regular, era la respiración de alguien que había recorrido una gran distancia o que había sido herido, en cualquier caso, debía utilizarlo a mi favor.

-¿Piensas dormir de pie o es la forma en que os rindes?

La forma en la que pronunció las vocales fuertes tenía una leve distorsión, definitivamente lo habían herido.

Abrí los ojos y busqué detenidamente algún rastro de sangre, pero no encontraría nada en una sola posición, tenía que hacer que se moviese.

Lentamente di un paso al costado esperando que me siguiese.

Los brazos ya no me temblaban, al fin había encontrado ese control que tanto me exigía Akram durante los entrenamientos, tal vez solo necesitaba sentirme en un peligro real.

Entonces lo vi, era casi indistinguible entre toda esa tela negra, pero había una pequeña mancha un tanto más oscura en su costado derecho, signo de que alguien debió haberlo herido a la altura de su cintura o un tanto más arriba.

De cualquier modo, eso limitaría sus movimientos diestros y yo debía concentrarme en provocar los mismos a fin de que su herida creciese o lo incomodase.

Solo cuando estuve segura de todo esto ataqué por primera vez.

Él claramente no se lo esperaba.

Nos infundimos en un ataque en el que cada quien luchaba por sus propios fines. Él por su parte luchaba por demostrar su superioridad y someterme, para apresarme y hacerme suya. Yo luchaba por defender mi libertad, por dejarle claro que jamás sería suya y que prefería morir antes que ello.

De nuestros labios se escapaban algunos quejidos debido al esfuerzo que representaba levantar esas armas e impulsarlas al ataque.

No sé cuánto tiempo pasó, pero su respiración cada vez era más agitada, yo trataba de controlar la mía y me sorprendió ver por fin todos los avances de tantos días de preparación.

-Al parecer te subestimé, -Dijo en una corta pausa. -No eres tan inexperta como creí. – Otra pausa – Me agrada, será todo un reto domarte una vez seas mía.

No iba a responderle, porque no desperdiciaría el aire que mis pulmones necesitaban para seguir de pie, y porque jamás sería suya.

Antes prefería sucumbir al filo de mi propio sable.

Me estremecí con el solo pensamiento de arrebatar mi propia vida con la cimitarra de Akram.

Fijé la mirada en él y lo reté a ser el primero en atacar en esta nueva ronda.

Entonces dio un paso al frente y comenzó nuestra danza mortal una vez más, giré al esquivar una de sus estocadas, de modo que el filo de mi sable rasguñó su mejilla izquierda en un corte semi profundo.

Pasó su mano por la herida, y al ver la sangre una rabia renovada se apoderó de sus ojos.



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En el texto hay: romance, romancejuvenil, arabe

Editado: 20.03.2023

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