AKRAM
Al regresar todavía estaban los guardias en la entrada, les ordené retirarse, mientras que al servicio le pedí traer algo para comer y preparar un baño caliente, necesitaba más que nunca algo que pudiese relajarme.
Al ingresar lo primero que hice fue buscarla.
Todavía se encontraba dormida, contemplé su bello rostro, y cómo algunos rizos rebeldes trataban de cubrirlo; aún así era capaz de notar sus largas pestañas, y lo tiernos que eran sus labios.
Sus mejillas estaban algo sonrosadas y su respiración comenzó a tornarse un tanto agitada, ¿Era posible que estuviese teniendo una pesadilla?
Me aproximé con cautela, y noté un susurro casi inentendible escapar de sus labios.
-No a él, no le hagas daño… - fue lo único que pude entender antes de que comenzase a revolverse y una lágrima se derramase por su mejilla.
¿Estaría rememorando el asesinato de su padre? ¿O qué podría perturbarla tanto para que traspasase el umbral de los sueños a este plano?
Con suavidad traté de despertarla para liberarla de sus tormentos.
-Adhara -Susurré y pareció calmarse un tanto al escuchar mi voz, pero aún no despertaba -Adhara -Moví tiernamente sus hombros cuidando de no ser brusco, pero tampoco funcionó. -Adhara despierta. -Dije algo más alto.
Poco a poco sus ojos se fueron abriendo y en cuanto me enfocaron me abrazó con fuerza.
-Estás aquí, creí que… -Dijo agitada. -Creí que… -Su voz se fue apagando.
-Shhhh -Froté su espalda suavemente para reconfortarla – Fue solo un mal sueño.
-Parecía tan real. -Su abrazo fue soltándose un poco, pero aún no me liberaba.
-Ya pasó, no te preocupes, estamos aquí, a salvo.
De manera repentina se apartó de mi, y en lo que pareció una fracción de segundo me miró a los ojos como si estuviese asegurándose de que era real, para luego besar mis labios.
Fue tanta mi sorpresa que apenas pude procesar que la iniciativa había sido suya y sin pensarlo me entregué a sus labios disfrutando cada milímetro de ellos.
En lo profundo mi conciencia me torturaba y recordaba que esta emoción era momentánea, que pronto tendría que dejarla ir por su bien; pero decidí ser egoísta y hacer caso omiso de mi propia razón, nada importaba si la tenía en mis brazos.
Continuamos hasta que nuestros pulmones quemaron exigiendo el sustento vital y tuvimos que separarnos.
Contemplé sus ojos brillosos, esperaba que los míos pudiesen transmitir tanto amor como los suyos y con una amplia sonrisa recuperamos el aliento, no hacían falta las palabras cuando ambos habíamos aprendido el lenguaje del corazón.
Entonces tocaron la puerta, y dado que seguramente el pueblo entero ya sabía de ella, no me importó dejar pasar al servicio y que la viesen en compañía mía.
Adhara les dio la espalda rápidamente, y trató de ocultar su cabello tras ese horrible pedazo de tela que había usado la noche pasada.
Las sirvientas la veían de reojo con curiosidad mientras acomodaban la comida del desayuno, reconocía algo de envidia y otro tanto de tristeza, ¿Realmente tenían esperanzas de algún día poder estar conmigo? Ninguna de ellas podía siquiera compararse con la belleza de sus ojos, o su personalidad fuerte y aguerrida.
No eran más que damiselas frágiles, cuyo único interés eran mis riquezas y poder.
Adhara estaba por encima de todas, me lo había demostrado, y por lo mismo me negaba a creer que en algún momento podría llegar a querer a otra, aunque solo fuese una fracción de lo que ya la amaba.
Alejé ese pensamiento de inmediato, el tiempo que nos quedase me entregaría por completo a ella y solo a ella, tal vez si juntaba los suficientes recuerdos a su lado me servirían para tolerar los años de angustia que tendríamos que estar separados.
Aprovecharon también para preparar el baño antes de retirarse, lo cual agradecí infinitamente.
Una vez se fueron y cerraron la puerta, caminé hacia el estante en el que se encontraban guardados los aceites y jabones con aromas y los acomodé en la bandeja en lugar de los míos que habían colocado para la el baño.
-Ven, acompáñame. -Le tendí la mano para que saliese de entre las mantas de mi lecho.
-¿Qué piensas hacer? -Preguntó con un leve tono de sospecha por mis intenciones.
-Vamos a tomar un baño juntos -Dije lo más normal que pude.
-Akram… -Me miró con reproche.
Sabía lo que diría a continuación, se negaría, así que antes de que pudiese siquiera pensar en otra palabra me adelanté.
-Puedes meterte con ropa si deseas, pero no quiero separarme de ti, concédeme cada segundo de este día a tu lado.
No podía seguir desperdiciando segundos sin su contacto, era como si un reloj de arena se volcase sobre nosotros y cada grano de arena me iba enterrando hasta matarme en el momento en que la separasen de mí.
Tal vez fue la súplica en mis ojos, o un impulso rebelde de ella misma en contra de las normas del decoro, pero se puso de pie y alcanzó mi mano.
-Espera. -Le dije y me dirigí hacia otro de los baúles en los que guardaba mi ropa, saqué un nuevo conjunto y extendiéndoselo le dije. -Ponte éste y desechemos de una buena vez el que traes puesto.
Asintió y dándose la vuelta comenzó por quitarse el velo que cubría sus cabellos, me di la vuelta y comencé a desvestirme también.
Una vez estuve completamente desnudo ingresé a la bañera y la esperé pacientemente.
Cerré mis ojos disfrutando la temperatura del agua, relajando cada uno de mis músculos y sumergiéndome un par de veces, hasta que por fin la sentí cerca.
Mis brazos se encontraban apoyados a cada lado, por lo que se me erizó la piel cuando sentí sus dedos acariciar lentamente mi brazo izquierdo, y una corriente eléctrica llegó hasta la base de mi nuca haciendo que tragase saliva con dificultad.