CAPÍTULO 52
ADHARA
Una suave caricia se deslizaba por mi mejilla, sentía sus manos acunando mi rostro, y una sonrisa se extendió por mis labios al saber que se trataba de él.
Había tenido una pesadilla, soñé que nos separaban y que él me decía que no podríamos estar juntos porque se uniría en matrimonio a otra mujer.
Lentamente abrí los ojos para encontrarme con los suyo que me observaban atentos.
Su rostro era un deleite, que podría mirar todo el día sin aburrirme.
Su barba estaba tan bien perfilada que me preguntaba si en verdad era él mismo quien se la recortaba o si se lo pedía a algún experto que le ayudase.
-Buenos Días. -Le saludé.
-Buenos Días -Respondió, ahora él también con una sonrisa. -¿Dormiste bien?
Su cuerpo aún permanecía aferrado al mío, y aunque su mano se mantenía en mi rostro, la otra apresaba firmemente mi cintura.
-De maravilla -Respondí sincera.
Desde luego no iba a dormir con aquel vestido, que, aunque era hermoso, tenía tantos detalles que tras unas horas su peso se tornaba en una molestia, prefería llevar puestas sus ropas como lo hacía ahora, además de claro, tener conmigo siempre su aroma.
-Tengo una reunión esta mañana, y luego debo supervisar un par de asuntos del ejército.
Sus palabras fueron como un balde de agua fría que me traían de regreso a la realidad, y supe que el mal sueño no era más que un recordatorio de lo que en verdad acontecía.
No pude evitar borrar la sonrisa de mi rostro casi de manera instantánea, ni ocultar mi tristeza, aunque intenté disimular, sabía que él había alcanzado a notar cada una de mis reacciones.
-Lo se… -No sabía qué decir -Supongo que no te veré en todo el día.
Volvíamos a la vieja rutina en la que me quedaba horas esperando su regreso, pero no podía apartarlo de sus deberes como Príncipe y General.
-Me gustaría quedarme…
-Pero debes ir – Lo interrumpí -Descuide Majestad, lo entiendo. -Traté de sonar graciosa y hacerle creer que en verdad no me importaba.
Sentí su vacilación al separarse de mi, lo observé mientras se alistaba y ponía la armadura, de repente una melancolía inmensa se agolpó en mi pecho, era un dolor leve, parecido a un mal presentimiento, me preguntaba qué más podría suceder, si ya nos había pasado de todo y estábamos condenados a separarnos de todos modos.
-Puedo ordenar que se te asigne una doncella y te de un recorrido por palacio, no tienes por qué quedarte aquí.
La idea me pareció atractiva, al menos me serviría para distraerme, pero aún no me recuperaba del todo de las noticias provistas la pasada jornada y realmente no había podido descansar, aún cargaba con todo lo acontecido las últimas semanas.
-Me agrada la idea, pero hoy me gustaría descansar -Me recosté nuevamente en su lecho, acomodándome para volver a dormir –Quizás mañana.
-Por supuesto, será como tú gustes. -Hizo una breve pausa, pero cuando estaba por abrir los ojos para ver el por qué de su silencio, sentí sus labios en mi frente. -Estarán dos guardias custodiando tu puerta por si necesitas algo -Lo miré algo extrañada, no creía necesitar guardias ahora que todo había pasado y no había peligro alguno -pide de comer lo que se te antoje y ellos se encargarán del resto.
Se acercó para darme un corto beso de despedida, pero no pude evitar alargar un poco más aquella sublime sensación, el dolor en mi pecho se hizo más presente, fue como una punzada fugaz que dejaba un eco de molestia. Quise hacer caso omiso y disfrutar de todo lo demás que me provocaba aquel beso, y por alguna razón inexplicable sentí mi mejilla húmeda, no sabía por qué ni cómo, pero había comenzado a llorar y no pude controlarlo.
-¿Qué sucede? – La preocupación en su rostro era genuina.
-Nada -Traté de tranquilizarlo -Solo… -¿Qué se supone que debía decir? Si ni yo misma sabía la razón de mis propias lágrimas -Solo que voy a extrañarte hoy.
Su expresión se relajó y me dedicó una tierna sonrisa.
-Volveré apenas pueda hacerlo, delegaré aquello que no requiera mi presencia de manera estricta.
-Oh no, no quiero perjudicaros, suficientes molestias he causado ya. -Bajé la mirada.
Él tomó mi barbilla, logrando que levantase mi rostro hacia el suyo.
-Nada de lo que sucedió fue tu culpa… -Su profunda mirada no hacía más que distraerme de lo que fuese que estuviese diciendo. -… Espero haya quedado claro.
Asentí como única respuesta, no deseaba retrasarlo más.
Nos dimos un último beso y mientras él salía, yo me acomodaba para volver a quedarme dormida.
Noté que, a diferencia de ocasiones anteriores, en esta no aseguró la puerta por fuera como de costumbre, seguramente para que si desease dar un recorrido por mi cuenta fuese libre de hacerlo.
No se en qué momento sucedió, pero me quedé profundamente dormida, hasta que escuché un suave sonido a lo lejos.
Al principio no le di importancia, tal vez los guardias estaban haciendo algún cambio o relevo, o una criada estaría barriendo a las afueras, pero el sonido no parecía externo, sino más bien interno.
Era como si algo se arrastrase, o como si alguien deslizase un mueble. Sumida aún en mi inconsciencia divagué en qué factor de mi sueño estaría provocando aquella interferencia que nada tenía que ver con mis ensoñaciones en brazos de Akram.
Aquel extraño sonido cesó y mi memoria trató de relacionarlo con algo conocido puesto que le resultaba familiar. Mis sueños se trasladaron a mi viejo hogar y en cada rincón de mi antigua casa, pero no hallaba relación, entonces volví a la habitación de Akram y lo supe. Por supuesto conocía bien aquel sonido.
¿Cómo pude demorar tanto en darme cuenta?
Aquel arrastre me había acompañado cada día de mi estadía aquí, hasta el punto de no notarlo como extraño.