—¿Estas bien? —le preguntó preocupada al verlo aparecer con aquel serio semblante.
Se acercó en silencio y cuando estuvo lo suficientemente cerca le tiró la oreja con fuerzas. Le dolió y se quejó de inmediato. Alexis se sobó su oreja, la siente caliente de seguro por culpa de ese tonto debe estar ahora enrojecida, no entiende por qué esta reacción de Adrián.
"¿Qué le pasa a este mocoso?"
Lo miró molesta sin ocultarlo, y su gesto más que de un adulto ofendido pareció la de un niño agraviado. Aunque eso le pareció gracioso a Adrián, desvió la mirada justo a tiempo antes de que ella lo notara.
Esta aliviado de ver que ha despertado, eso es bueno. Cuando llegó al hospital casi el doctor le dijo que no había mucho que hacer. Pero al parecer Alexis se ha aferrado a la vida y no planea morir a pesar de sus malas condiciones de salud ¿Es tanta su obsesión por encontrar por su trabajo?
—Tonta, no vuelvas a exponer tu vida de esa forma —la reprendió Adrián tensando su rostro.
—¡Oye!... —iba a decir algo, pero sus ojos se abrieron aún más y su mirada se detuvo en el rostro del hombre que la contempla con atención.
"¿Tonta? ¿Cómo es que él... me ha descubierto?"
Los ojos oscuros de Adrián parecieron penetrar su mente y eso la asustó. Si finge no haberlo escuchado puede ser lo mejor, tal vez solo fue una equivocación entre "tonto" y "tonta", a cualquiera podría pasarle.
Quiso convencerse a sí misma, hasta que Adrián la agarró del brazo y se inclinó hacia su rostro. Alexis sonrió a la fuerza, nerviosa.
—Debe estar pensando "¿Cómo es que me ha descubierto?" —dijo acercándose a su oído.
"¡Mierda! ¿Aprendió a leer mi mente?" se llevó las manos a la boca para taparse y asegurarse que no esté hablando lo que está pensando.
—No soy tan idiota para no haberme dado cuenta de que eras una mujer—le susurró al oído.
—Sí, claro, se demoró como veinte años en darse cuenta —le dijo el demonio a Alexis alzando los hombros ya que solo ella puede verlo y escucharlo.
La mirada divertida de Alexis al vacío y luego su risa descolocó a Adrián.
—¡Exactamente! —exclamó de la nada tratando a la fuerza de no reírse.
Adrián no entiende si se ríe de él o que, ¿Tendrá fiebre? La miró preocupado, y sin pensarlo junto su frente a la de Alexis que de inmediato ante el contacto de piel dejo de reírse. Los latidos de su corazón se aceleraron como nunca antes y sus ojos se fijaron en ese rostro que tiene los suyos cerrados. Que envidia esas largas pestañas de Adrián, y su rostro tan perfecto, ese aire a masculinidad que la deja atolondrada. Suspiró sin evitarlo sin poder contener el calor que sube a su cabeza.
—¿Qué haces? —preguntó avergonzada desviando su mirada.
—Compruebo tu temperatura ya que estas alucinando —le dijo seriamente sin abrir los ojos.
Alexis tragó saliva, esa no es la forma correcta de tomar la temperatura, aunque si lo hace así es su culpa. Cuando una vez él siendo aún más joven se enfermó ella le dijo que medir la temperatura así entre dos personas que se quieren es como transmitirle al otro sus buenos deseos de recuperación.
¿Acaso la quiere?
No, claro que no, la odia tanto que es imposible que sienta algo así de bonito por ella.
Entrecerró los ojos, sin atreverse a alejarse. Y se quedó en silencio, con una opresión extraña en su pecho que no sabe cómo interpretarla.
Pero se siente tranquila, una calma que no sentía hace mucho embarga su cuerpo, una sensación de bienestar en su compañía que era usual cuando ambos aun eran adolescentes. ¿Cómo por un accidente volvieron a quedar casi igual como en esa vida pasada donde se odiaban a muerte? ¿Por qué después de todo no ha podido salvarlo de ese destino?
—No tienes fiebre —dijo alejándose Adrián.
Y al abrir los ojos se encontró con una extraña expresión en el rostro de Alexis. Luce triste y sonrojada, y su mirada fija en la suya. No sabe cómo interpretar esa expresión. Y erróneamente pensó que podía ser el miedo de que haya descubierto su secreto.
No pudo evitar acariciarle la mejilla. No lo rechazó, solo bajo la mirada, parecía contenerse ya que arrugó las sábanas de su cama con ambas manos.
El corazón de Adrián late tan agitado como el de Alexis. Quisiera odiarla como se propuso, pero verla así, tan débil, tan vulnerable, con ese dolor en su rostro, parece hacerlo olvidarse de esas intenciones. Incluso nunca pensó que verla agonizar en sus brazos lo hiciera sentirse tan desesperado.
—Está bien, no entiendo tus razones para ocultar tu verdadero género, pero no tengo tiempo ahora de cuestionarlas, te doy mi palabra de que nadie sabrá que eres una mujer —le dijo finalmente ante la sorpresa de Alexis que había olvidado ese detalle.
Claro, si no estuviera a las puertas de su muerte para ella que su secreto sea descubierto hubiese sido lo peor, no solo perdería su puesto como Caudillo segundo sino su reputación, todo, sería acusada de mentir, perdería todo lo que con tanto esfuerzo ha obtenido. Así se sentiría esa Alexis de esa otra vida. Pero a ella sinceramente no le importa demasiado.
No le dijo nada porque no supo que decir.
—Ahora debo retirarme, tengo una... reunión —le dijo colocándose de pie—. Haz caso con los medicamentos, no seas un niño... digo niña.
Y Adrián salió cerrando la puerta. Podría decirse que con eso la tiene entre sus manos, que al fin tiene la oportunidad de vengarse de ella. Pero... chaqueó la lengua, ofuscado. No entiende su necesidad de protegerla. ¿Por qué ahora que justo sabe cómo hacerla caer no quiere hacerlo? Miró sus manos temblar antes de cerrar los ojos pidiéndole disculpas a su padre de no poder vengarlo como lo prometió en su lecho de muerte. Y se mordió la lengua antes de alejarse por el pasillo.
La audiencia militar lo esperaba para que aclarara de qué forma se dio la muerte de la criminal Sue Valhen. Aunque no encontraron su cuerpo si encontraron los rastros de sangre verificando el informe de Adrián Makris. La forma como la autopsia reveló su muerte dejó impávidos a los médicos. Todo el interior de su cuello era una papilla, literalmente.
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Editado: 28.06.2024