—¡Joven amo! —gritó el demonio pequeño interrumpiendo el entrenamiento de Demian.
Aquel al verlo de inmediato lo rodeó con sus brazos, asustado de que Ángel o Val estuvieran cerca. Es un alivio ver al demonio a salvo.
—No deberías estar aquí, mañana puedo ir a visitarte —le dijo seriamente Demian—. Te andan buscando mi maestro y amigo, ellos son cazadores de demonios, es peligroso que estés aquí.
Caslu sonrió con suavidad tomando las cálidas manos de Demian.
—Hoy es mi última noche acá, en el bosque, me voy a ir con su majestad al reino de los insurrectos —le dijo de inmediato—, sé que vivir aquí ya no es seguro, ellos encontraron mi casa, pero logré ocultarme en el rio.
Demian le acarició la cabeza en forma paternal.
—Me alegro mucho, estarás mejor cuidado —señaló aliviado de que pueda huir antes de caer en las manos de Ángel o Val.
—Sí, pero no podía irme sin antes no despedirme de usted y de Anastasia —sacó de su bolsillo el botón de flor que antes el demonio plateado le dio para despedirse del alma de su amiga—. No sé cuándo volveré a la superficie, así que quiero despedirme de ella para que sepa que estaré en un mejor lugar y no sé preocupe por mí.
Entrecerró los ojos con tristeza.
—Será la última vez que la vea. Ni en mi muerte podré ir con ella, porque con lo buena que era de seguro se fue al cielo, los demonios no vamos al cielo —Caslu se mordió los labios al decir eso y sus ojos se enrojecieron.
Al darse cuenta se secó los ojos con rudeza y sonrió a la fuerza a Demian.
—Joven amo ¿Me acompaña? Quiero presentárselo a Anastasia, ella siempre decía que un día iba a conocer a un hombre alto, caballeroso y apuesto, y quiero que lo vea, de seguro le hará feliz —lo contempló emocionado con sus ojos brillantes.
Demian pensaba negarse, pero es su última petición, después tal vez nunca se vuelvan a ver. De todas formas, Ángel y Val aún no han llegado y puede volver antes de que noten su ausencia.
—Está bien, guíame —le dijo sonriendo.
La luna y las luciérnagas los acompañaron, a pesar de que aún no oscurece del todo. Siguieron el camino del rio mientras Caslu le contaba a Demian como una vez encontró una pepita de oro enorme que tuvo que romperla en pedazos para usarla como moneda de cambio. "Fueron tiempos buenos" sostuvo el pequeño demonio.
Luego se detuvieron en medio del bosque. Caslu se enderezó en forma solemne a metros del rio, se arregló el cabello y la ropa para lucir lo mejor posible. Tomó el botón de la flor entre sus manos, nervioso.
—Te ves bien —señaló Demian sonriendo al verlo tan preocupado.
—¿Es cierto? Quiero que Anastasia se dé cuenta que crecí 10 centímetros —exclamó emocionado.
Demian quiso reírse, pero se contuvo. Pero apenas Caslu dio dos pasos sintió ruidos y el peligro lo hizo actuar. Rodeó al pequeño demonio ante la sorpresa de aquel que no pudo sostener el botón de flor que cayó de sus manos. Miró desconcertado a Demian notando que no están solos. A cierta distancia hay un hombre de cabellos claros y mirada fría.
—Demian, aléjate de ese demonio —Ángel apretó los dientes, impaciente al ver como su discípulo protegía la vida de ese ser.
Los ojos de Demian se fijaron en él. Luce molesto y descolocado por sus intenciones de matar a ese demonio. No hay la dulzura habitual en su mirada.
Ángel al ver esta expresión tensó su rostro apretando los dientes ¿Qué le pasa a Demian? ¿Planea traicionarlo? ¿Acaso planea ponerse del lado de los demonios?
—Tienes que calmarte y escucharme, no es lo que crees —exclamó Demian de inmediato sin soltar a Caslu que no aleja su mirada del cazador sintiendo que su cuerpo se engrifa ante el odio reflejado en los ojos claros de Ángel.
—Aléjate, no voy a repetirlo —amenazó Ángel endureciendo su mirada.
Demian lo miró dolido ¿Por qué ni siquiera quiere escucharlo? Movió la cabeza en forma negativa.
—No lo haré. Si me das tiempo puedo explicarlo todo, no es lo que parece, tienes que escucharnos esos hombres…
—¡Cállate! —le gritó interrumpiéndolo con brusquedad—. No hay nada que puedas decirme para hacerme cambiar de opinión.
Demian lo contempló con amargura.
—Ni siquiera me das el tiempo de hablar —señaló.
Como respuesta Ángel avanzó hacia ellos con su espada en la mano. Las luciérnagas que revoloteaban cerca se alejaron. Y Demian sintió que no debían estar en ese lugar. El aire frio se mete por sus pulmones haciendo respirar agitado. Rodeó con sus brazos aún más a Caslu, esperando que Ángel recapacitara. Que confíe en sus palabras. Ángel no sería capaz de herirlo si está usando su propio cuerpo para proteger al pequeño.
—Te advierto por última vez, ¡aléjate de ese demonio! —le ordenó tensando su mirada. Demian movió la cabeza en forma negativa.
Sigue confiado que pese a sus palabras agresivas Ángel no será capaz de herirlo. Pero se equivocaba.
La espada del cazador, sin muestra de misericordia, lo penetró por la espalda llegando al pecho del pequeño demonio. El dolor punzante obligó a Demian a cerrar los ojos sintiendo la sangre subir a su boca y toser escupiéndola. Luego volteó como pudo porque no cree que quien acaba de herirlo puede ser Ángel.
Pero se detuvo en los fríos ojos claros de su maestro que no muestra ningún atisbo de arrepentimiento. El hombre que hace unas horas lo besaba con tanto cariño no le tiembla la mano en herirlo de esa forma por lograr matar a Caslu. Se contuvo, temblando, sintiendo como si alguien estuviera derramando ácido en su corazón. Aunque el filo no le atravesó órganos vitales comienza a sentirse débil. Demian respiró agitado, impactado por lo que está pasando.
—Duele... joven amo —musitó Caslu y cuando Demian volcó su atención en él se dio cuenta que sangraba del pecho, la espada también perforaba su cuerpo.
El demonio ha comenzado a vomitar sangre. Desesperado Demian intenta sacarle el filo de la espada sin importarle el dolor de su mano que es cortada apenas toca la espada.