En las puertas de la ciudad de los Akunis hay varios guardias, entrar no será fácil. Demian contempló a Betzu y a la niña cuyo nombre es Alice. Se inclinó frente a la niña con expresión preocupada.
—Pequeña te llevaré a un lugar donde cuidaran de ti pero… para eso necesito designarte como una sirviente humana, lo siento mucho, es la única forma que puedas entrar con nosotros —le habló con sinceridad.
La niña lo contempló fijamente antes de mover la cabeza en forma afirmativa y sonreír.
—Soy buena haciendo los quehaceres y cocinando —respondió.
Demian abrió sus ojos, dolido, y no pudo evitar tomarla de ambas manos intentando explicarle su confusión.
—No, pequeña, es solo para que ellos crean que eres una sirvienta, pero en realidad solo vamos a hacerles creer que es así —le dijo colocándose de pie.
—Bien, no entiendo mucho, pero lo haré así —señaló moviendo la cabeza en forma afirmativa.
Luego el semi demonio se dirigió a Betzu.
—¿Será posible hacer un pacto de servidumbre entre ambos? —le preguntó preocupado antes que el demonio plateado comenzará a reírse, lo miró sin entender la razón de su risa.
Betzu le acarició la mejilla, pero Demian retrocedió deteniendo su mano preocupado que la niña viera esas muestras de cariño, para él, inapropiadas frente al público.
—No, un akuni no es más poderoso que un demonio como yo que incluso ha sido capaz de darle batalla a un Dios. Pero no te preocupes, puedo simular la marca a la perfección si me muestra como es —le respondió cruzando los brazos sin dejar de sonreír.
Demian movió la cabeza en forma afirmativa antes de voltear hacia la niña, quisiera que ella también pudiera hacer eso para no atarla con un pacto como ese, pero no tiene otra opción.
—¿Le tienes miedo al dolor? —le preguntó preocupado.
—No, tío Demian, soy valiente —la niña lo dijo incluso empuñando ambas manos.
El joven akuni entonces alzó su mano hacia la frente de la niña.
—Pido a los dioses escuchar aquí mis palabras, el pacto entre un semidios y un humano se congrega ante vuestros ojos siguiendo sus estamentos sagrados. Yo, hijo de Hades celebra un pacto de servidumbre con la humana Alice.
Y dicho esto en el dorso de la mano de la niña apareció el yelmo de Hades, la marca de los sirvientes humanos de los akunis descendientes de ese dios. Demian se quedó en silencio mientras la niña, parece curiosa con la marca que Betzu revisa en detalle.
Pronto el demonio plateado replicó la misma marca en su mano. Cuando detuvo su atención en Demian notó cierta tristeza en su rostro, al principio no entendió lo que le pasaba, pero luego pudo recordar el vendaje que la madre de la niña llevaba enrollada en su mano. La marca de los semidioses no es algo que pueda borrarse.
—Bien, vamos —dijo Demian sin ánimos de conversar endureciendo la mirada a medida que se acercaban al límite de la ciudad de los akunis.
El límite de ambas ciudades está marcado por una enorme entrada cuyo arco decorado con exquisitos diseños muestran a cada uno de los dioses tallados en piedra con esmero. El alto muro que separa la ciudad de los humanos y los akunis no está lejos de no tener algún rayado o afiche de rebeldía, que no es más que eso, amenazas que se lleva el viento. Desde el último líder, Alan Santos, que llamó a oponerse a los humanos contra los akunis no ha vuelto a haber otra sublevación.
La diferencia entre la vida de ambos seres se ve muy marcada. Mientras del lado de los humanos hay miseria y pobreza, del lado de los akunis se ve riqueza y opulencia. Betzu entornó su mirada al notar la marcada diferencia, ni el pueblo de la montaña desde donde vienen existe esto.
—¡Alto ahí! Identifíquense —los detuvo un hombre en la puerta mirándolos de pie a cabeza.
Demian sabe que llegar a pie no es algo que antes hubieran visto por lo que se esperaba esta ruda “bienvenida”. Luego del primer hombre se acercaron otros tres con las armas listas para disparar.
—Soy Demian Vikar, tercer hijo de la familia de Hades —habló con tono fuerte y claro.
Los hombres se quedaron mirándolo incrédulos. No viste elegantemente, sus zapatos lucen gastados y su aspecto se ve frágil y hambriento. Es imposible que un miembro de la familia Vikar ande de esta forma por la ciudad humana.
—Demian Vikar —exclamó otro hombre revisando—, está declarado desaparecido desde hace más de un año.
Lo miró fijamente cada vez menos creyendo en sus palabras.
—¿Tiene identificación? sino tendremos que hacer la prueba de sangre —le habló el oficial con seriedad.
—No la tengo, la perdí, hagan la prueba —respondió con seriedad.
Betzu arrugó el ceño y más aun cuando vio como uno de los tipos sacaba un cuchillo y le hizo un corte a Demian en el brazo, de inmediato quiso interponerse, pero un gesto del semi demonio lo detuvo. La sangre fue introducida dentro de una pequeña vasija, y a los segundos el yelmo de Hades apareció sobre ella.
Al verla la actitud de los guardias cambio de inmediato.
—Bienvenido, señor Vikar, disculpe nuestra rudeza —señalaron mientras se enderezaban.
Demian arrugó el ceño con expresión de fastidio, bajando las cejas mientras una mirada penetrante y de superioridad se dibujó en ellos, esta expresión sorprendió tanto a Betzu como a la niña que nunca habían visto este semblante en su rostro. El dulce y amable Demian parecía ser otra persona, un tipo altanero y despectivo.
No hubiese querido que vieran esa cara suya, pero en el pasado así era él, no conocieron ese Demian Vikar que solía mirar en menos a todos los que lo rodeaban y solo deseaba hacer desaparecer a su hermano para heredar su lugar.