Nunca creí en el destino, nunca creí que el universo, la vida, los planes de Dios o cualquier creencia, tenían toda una historia escrita. Siempre creí creer más bien en las oportunidades que estas ofrecían, lo más probable, es que la vida era un azar, un simple trébol y que solamente una vez en la vida, coincidíamos con el trébol de una honorable y buena suerte. Para mi suerte, la vida resultó ser más una ironía; nací siendo una persona oyente, siendo muy risueña de pequeña y algo testaruda. Para mí la música, siempre fue un gran deslumbrar de la vida, de las mejores creaciones y sensaciones, sin embargo, el destino quiso darme un gran giro, una nueva perspectiva para poder admirar. Fui diagnosticada a los 19 años con hipoacusia moderada, es decir, me cuesta entender el habla en entornos ruidosos. Mis padres fueron los que más sintieron dolor con toda esta nuevo estilo de vida, para ellos, surgían dudas de cómo podría yo sobrevivir a un mundo que en cierta parte es malévolo y que por otra, es conmovida solamente por la gente con dinero. Mi familia nunca tuvo la mejor de las riquezas y el tratamiento que se requería para mí era algo costoso, sin embargo, ellos hacían hasta lo imposible por brindarme todo aquello que yo necesitara. Por otra parte, mis dudas fueron más allá de un mundo malévolo e interesado, el setenta por ciento de mi ser creía solamente en oportunidades, sentía que el universo estaba de mi lado y que a pesar de esto, la gran vibra que me causaba la música no desaparecería en ningún momento. El treinta por ciento se encontraba en una constante lucha, era completamente extraño el no sentir miedo, pero también fascinante el saber que este sería un gran reto para poder superar y demostrar. Mi miedo desaparecía al pensar en todas las estrategias que podría realizar para poder cumplir todo aquello que imaginaba. Fue así como mis padres me metieron a una escuela para niños como yo; ahí vi aún más casos que eran más complicados que los míos y fue ahí donde agradecí a la vida por esta oportunidad de siquiera intentar y no solo de eso, sino también de poder tener una confianza absoluta de que el querer es poder.
A mis veintiún años, conocí a Antonio, él tenía hipoacusia profunda, es decir, no percibía ningún sonido. Me explicó por señas su tan inmenso y esperado querer, el poder ayudar a muchos niños, jóvenes y adultos que padecían lo mismo que él e incluso cosas aún peores, él quería dedicarse a entender a las personas y de alguna manera poder guiarlas. Me explica también que más de cinco personas le han dicho que este sueño era del cien por ciento, un cuarenta por ciento posible, que lo mejor era que buscara nuevas opciones, nuevas cosas por hacer, nuevos sueños. Me glosa también que se sentía muy solo por culpa de personas que no eran capaces de poder comprender esta situación y que esta perspectiva de vida no le agradaba en lo absoluto, intentó quitarse la vida más de dos veces y es así como concuerdo con mis padres un diez por ciento de mi ser de que el mundo si es malévolo. Me fui encariñando muchísimo a él y vi su nobleza florecer, noté que su corazón era un gran tesoro que se encontraba escondido en algún lugar del mundo y que se requería una llave con un poder inmenso para poder entrar a él. Mi sentimiento hacía él se fue sembrando con el paso del tiempo, este crecía más y más y él sin duda, era feliz de poder regar aquel sentimiento. Ambos juramos nunca separarnos y vernos triunfar, afortunadamente, fue así.
Recuerdo haber escrito mi primera canción, esta iba dirigida hacía la obra de teatro de la escuela. Quise escribirla sobre la bondad del mundo y como una persona puede llegar a cambiar todo un panorama. Sin la oportunidad de que Antonio pudiese ir a ver la obra, decidí cantarle por medio de señas la canción. No obstante y antes de que se acabara la canción, decidí entregarle una carta en donde se encontraba plasmada a través de dibujos un antes y un después de como veía la vida y como el fue el factor fundamental para tal cambio. Declare mi amor y mi profundo cariño hacía él y con muchísima suerte, él hizo lo mismo. Viéndolo justamente ahí a mi lado,tan contento y expresivo, me llenó el alma por completo; fue más que un placer el haber coincidido con él en esta vida; fue más que una oportunidad el compartir con él todo aquello que quería cumplir, fue un deleite verlo triunfar en su sueño y ver como a pesar de las dificultades, hace con un inmenso amor lo que más había anhelado; es sin duda alguna una dicha el poder retractarme sobre lo que pensaba de la vida y su juego de azar. Encontré mi tan impredecible destino, mi trébol de la buena suerte y mi mejor historia. Espero, pido y deseo con muchas ansias que toda persona encuentre su gran amuleto de la suerte y concluya como yo que el mundo está lleno de oportunidades pero que solamente una vez en la vida, coincidimos con un verdadero amor que florece sin marchitarse.