¡Ay mi querida Flor! indeleble amor, amor mío, querida mía, me temo que nuestro amor nunca se podrá pero en cierto caso en el que quizás en algún rincón oscuro y vacío de tu corazón te fijes en mi... Llega, llega a mi a través de alguna palabra que solamente tú y yo entendamos. Escoge alguna palabra de nuestro diccionario furtivo y dímela al oido... Y si es muy tarde y me encuentras muy distante de ti, escríbemela, que en un abrir y cerrar de ojos me tendrás de nuevo a tus pies, me tendrás otra vez de rodillas por tu indeleble amor; siendo tú mi furtivo amor, mi idilio de amor. Llega, llega y nunca te vayas de mí. Si lo haces y decides volver, recuerda nuestro diccionario... Le sobraran miles de palabras más y si ya las hemos usado todas, crearemos mil más para continuar nuestro indeleble amor. ¡Oh mi querida Flor!
Espero ansiosamente tu respuesta. Atentamente, Leonardo Salazar.
Oh! ¡Indeleble amor! Me temo que nuestro amor ya consumió todo lo que se encontraba escrito. Si no fueras tan tú, nuestro furtivo amor seguiría surgiendo a pesar del compromiso que cada uno ya posee.
Engaño nuestro, engaño a ellos... Resultó ser más engaño nuestro puesto a que el contrato firmado que indicaba una relación sin amor, se rompió poco a poco a lo largo del camino. Fue culpa tuya, tus tiernas caricias; el amor de verano y aquel amor furtivo. Combinación perfecta que definen tu ser y mi ser. Nuestro diccionario dejó de ser un diccionario por la ausencia de conceptos y la no validación de los mismos. Este se dedicó a ser una lista cualquiera conteniendo palabras abstractas que ni un ebrio entendería. Oh mi indeleble amor, aquel que ya no es mío. Aquel que nunca lo fue. Me alejo de ti.
Atentamente, Flor Montaña.
¡Mi querida Flor! el recibir y leer tu carta me ha llenado de un sentimiento indescriptible ¿es acaso una despedida? ¿he perdido de manera inconsciente tu amor? Aquel que tanto me costó tener. ¿Te has enamorado acaso de quien será tu esposo dentro de un mes? En un otoño dejarás de ser completamente mía. Afortunadamente, es sólo un papel el que declara tal agonía. Porque tú y yo mi querida flor, sabemos que aquella hoja se es posible romper como rompí yo el contrato. Reversible es ese papel, solamente eso es reversible porque el nosotros es completamente irreversible, es nuestro amor furtivo. Nos mantiene vivos después de tres años y ocho meses y medio. Nos mantiene completos después de tantas cortas despedidas. Me acostumbré a tu regreso, esta vez no fue mi error, fue completamente tuyo, tu ausencia nunca permanecerá por más de dos días, costumbre tan indeleble la mía. ¿Cómo sobrevivir sin tu risa? ¿Cómo sobrevivir sin tu voz?
Atentamente, Leonardo Salazar.
Aquella información sobre el amor que siento por mi futuro esposo no te corresponde a ti, en aquel contrato fuimos bastante explícitos sobre la información que daríamos. Sobrevivir sin mi risa, es igual que sobrevivir un día sin tu cariño, sobrevivir sin mi voz, es posible; vagamente posible puesto que tu futura esposa, tiene rasgos parecidos a los míos. Tez morena, cabello castaño cobrizo, ojos color miel y pecas no tan marcadas. Sin olvidar su voz, cálida como la mía. Sobrevivirás vagamente. El perderme nunca ha sido tu opción, la única perdición, es la que poseen ellos, nos perdieron sin siquiera tenernos.
Vagamente sobrevivirás. Acuérdate de mí y de aquel diccionario. Por favor, no me escribas más, mi futuro esposo empieza a sospechar y nada de esto es conveniente.
Con apatía, Flor Montaña.
Sé que te pedí lejanía y como habrás escuchado, ya soy la señora Flor de Rodríguez. No sé cómo empezar esta sutil carta, ni siquiera sé cuál es la razón específica para escribirte, me nació hacerlo, así como me nació el haber seguido pensando en ti incluso cuando firmaba el papel que definía un casamiento.
Supe también que aplazaste tu matrimonio, entró en mí la curiosidad del porqué. De manera sincera, anhelo que estés bien y que a pesar de todo sepas y tengas en cuenta que cuentas conmigo.
Y aunque no espero ya tu carta, sin embargo sigo esperando.
Pacientemente te espero, atentamente, la señora Flor de Rodríguez.
Mi querida flor, no supe si de verdad debía escribirte, aquel sentimiento que surgió en mí por ti, llegó hasta un punto en el que me vi forzado a tomar la decisión de terminar o pausar mi matrimonio.