Cuando el ascensor se detuvo en el piso de la habitación que compartían, la tomó de la mano y la haló fuera, encaminándose por el pasillo. Nicholas sabía que el piso se encontraba completamente solo porque todos se hallaban aun en el salón de fiestas.
A mitad del corredor sin pedirle permiso, sin siquiera darle un aviso la acorraló en la pared y empezó a devorarle el cuello, mientras que sus manos ávidas empezaron a subirle el vestido y ella gemía al sentirlo frotarse contra su cuerpo y su boca dejaba un camino húmedo en su cuello.
—Nicholas… por favor detente, cálmate un poco. —Le solicitó, tratando de detener las manos de él.
El chico se alejó para mirarla a los ojos mientras seguía intentando quitarle el vestido y Audrey llevó sus manos y le acunó el rostro.
—Respira… respira… tranquilo, necesito que bajes un poco la excitación… mírame a los ojos y respira. —Le pedía con una dulce sonrisa, y él le regaló una seductora, mientras su respiración seguía forzada.
—Estoy tranquilo… lo estoy. —Le repetía y buscaba la mirada de ella, quien le tomó la mano y se la llevó al pecho y él se apoderó de uno de sus senos masajeándolo suavemente.
—No… no lo estás, solo estás loco por cogerme y tienes que esperar… mírame a los ojos. —Le pidió una vez más, retirando la mano de él de su seno y la elevó un poco más—. Es para que sientas los latidos de mi corazón, no para que memorices la copa de mi sujetador.
Audrey llevó su mano al pecho de Nicholas y la posó sobre el corazón de él, sintiendo sus latidos apresurados y manteniéndole la mirada.
Él se tranquilizó un poco mientras se perdía en la mirada de la pelirroja, y poco a poco, su obsesión por llevarla a la cama bajaba, por lo que le regaló una sonrisa, sintiéndose en paz.
—Así… poco a poco, escucha tus latidos y siente los míos, laten al mismo ritmo… nuestras respiraciones se están sincronizando ¿lo sientes? ¿Sientes lo que nos rodea? Esa sensación que no puedes explicar… Es lo espiritual, son nuestros espíritus que se están acoplando. —Le decía ella muy lentamente sin desviar la mirada.
Nicholas podía sentir cierta energía envolverlo, una especie de paz que se dio poco a poco, pero que no podía comprender, para él era algo tan nuevo, como extraño.
—Vamos a la habitación —le pidió ella tomándole de la mano. Al llegar a esta, Audrey empezó a desvestirlo, en medio de agónicas caricias.
Nicholas intentaba hacerlo con la misma lentitud, con el mismo esmero que ella lo hacía, verla como le quitaba una a una las prendas como si estas fuesen de cristal y pudieran romperse mientras se las sacaba de encima, le mantenía el contacto visual, pero sus manos una vez más buscaron las caderas de la pelirroja y la acercaron hacia él, mientras sus dedos atrevidos subían lentamente la prenda.
Audrey le ofreció los labios con un beso lento, pero apasionado, y Nicholas una vez más se descontroló al sentir la lengua de ella vagando lentamente por su boca y atrapando la de él, por lo que hizo el beso más intenso y rápido, forzando una vez más las respiraciones.
Le quitó por fin el vestido, y sin perder tiempo, todas las demás prendas dejándola completamente desnuda delante de él.
Audrey sabía que para Nicholas sería imposible, no estaba acostumbrado y necesitaba mucha concentración y práctica para poder llegar al momento perfecto; sin embargo, había otras maneras de hacerlo llorar con un orgasmo y era lo que quería lograr, quería verlo llorar.
—Es imposible, de esta manera no podrás… —susurró sintiendo como le apretaba el trasero y la acercaba a él—. No tienes idea de las tantas sensaciones de placer que te pierdes, siempre por ir rápido. —Le dijo haciéndolo retroceder un paso y que cayera en la cama y ella encima de él.
—Estás queriendo decir que soy malo, ¿dónde quedaron tus halagos de hace unas horas mientras bailábamos? —inquirió desconcertado.
—No he dicho que seas mal amante, de hecho, eres intenso y sabes complacerme, solo que podrías alargar más el momento, digamos unas tres horas como mínimo.
—¡¿Tres horas?! —preguntó sorprendido.
—En realidad podrías llegar a nueve, pero aún no estás preparado… Te voy a regalar un libro, para que vayas entendiendo un poco de que se trata, solo puedo adelantarte que la sexualidad nos acerca a los dioses… entre la filosofía que nos imparten, nos dicen que el mundo fue creado después del acto sexual entre dos dioses. El sexo no solo es el placer del orgasmo también es algo sagrado… pero eso lo entenderás poco a poco… ahora puedes dejar de mirarme como si estuviese demente, y ya que no quieres algo espiritual, te voy a regalar algo sumamente carnal y no te quejes. —Le advirtió y en respuesta recibió que Nicholas la rodeara con sus brazos y la colocó bajo su cuerpo, besándole hasta la sombra, arrancándole gemidos.
—Lo haré, me voy a memorizar el bendito libro, porque si son nueve horas en esto, en tu cuerpo, lógicamente tiene que ser algo espiritual… —Le dijo, dejando el aliento sobre los labios entre abiertos de la chica, en medio de ese fuego contra fuego que se habían convertido sus cuerpos.
Audrey le abrió las piernas y se aferró al trasero del chico, para que la colmara, la elevara y esperar que él estuviese a punto de llegar; sin embargo, le haría experimentar la muerte de los sentidos. Jadeando y escuchando los jadeos y gruñidos de él en medio de sus acometidas.