Al Borde Del Abismo

CAPÍTULO 6

 

No sé porque pero no había nada que más rabia me diera en el mundo que ver a mi padre borracho pegando a mi madre. A ver, ella me trataba mal pero seguía siendo la persona que me había traído al mundo. Eso sí, no aplicaba la misma lógica con mi padre. Simplemente no podía. Era verlo y se me revolvía el estómago. 

 

Cuando llegué a la cocina me encontré con el mismo escenario de siempre.

 

- ¿Tenias que esperar a que me fuera para liarla? - dije con un tono de burla.

 

- Bueno bueno bueno, ¿a quién tenemos aquí? pero si es la mismísima  justiciera - dejó lo que estaba haciendo para clavar sus ojos en mí.

 

- ¿Te alegra mi visita? Porque la tuya no me gusta ni un poco. - Dió un paso en mi dirección.

 

- ¿Acaso te tengo que recordar que esta es mi casa? ¿Lo has olvidado?

 

- Pfff, te la pasas fuera haciendo de todo. ¿Según tú? Trabajando, ¿Según yo? Liandote con la primera que se cruza en tu camino.

 

Parece que eso último no le gustó ni un poco porque cada una de sus facciones se transforma hasta parecer un verdadero monstruo.

 

- No te atrevas a hablarme así, soy tu padre y merezco respeto - volvió a acercarse aún más.

 

- Dejaste de ser mi padre en el momento en el que le pusiste una mano encima a mi madre, y no precisamente para algo bueno - escupí furiosa.

 

Eso pareció ser la gota que colmó el vaso porque al acabar de decir la última palabra se acercó con un cabreo monumental.

- Veo que no aprendiste de la última vez, pequeña malnacida

 

Dos segundos. Eso es todo lo que necesitó para coger lo primero que tuvo al alcance y pegarme.

 

“Crac” sonó la botella al golpear en mi espalda. 

 

No esperé más, en cuanto recibí el impacto me levanté del suelo y con uno de los cristales que habían saltado al romperse le hice un corte tras otro.

 

Mientras estaba ocupado lamentándose me las apañé como pude y lo saqué de casa. Cerré rápidamente la puerta con llave para que no pudiera volver a entrar y me dirigí rápidamente a la cocina para ver a mi madre. 

 

- ¿Estás bien? - pregunté revisándola.

 

Tardó un poco pero al final asintió débilmente con la cabeza.

 

- Vamos mamá, te llevaré a tu habitación para que descanses.

 

Le tendí la mano y la ayudé a levantarse.

 

La cocina estaba hecha un estropicio así que cogí la escoba y me puse a recoger los restos de vidrio que habían revueltos por el suelo.

 

Cuando acabé subí a darme una ducha. 

 

Empecé a quitarme la ropa que estaba impregnada de un insoportable olor a alcohol. Cuando ya solo me quedaba la camiseta sentí un fuerte latigazo. Me la quité con cuidado y me eché una ojeada.

 

Tenía varios cortes poco profundos a lo largo de toda la espalda de los cuales algunos sangraban un poco. También habían algunos hematomas grandes y pequeños.

 

No era la primera vez que ocurría, estaba más acostumbrada, abrí el agua caliente y me di una ducha limpiando así heridas, pensamientos e ideas. 

 

Salí de la ducha 20 minutos después. Ya estaba más o menos despejada y me puse curarme un poco las heridas. 

 

Al salir del cuarto de baño fui a la cocina a por un vaso de agua y algo de comer pero no tenía mucha hambre así que me hice un pequeño sandwich.

 

Como tenía deberes para mañana subí a mi habitación para acabarlos rápidamente y tener tiempo libre.

 

Estaba escuchando música cuando me empezaron a venir recuerdos de lo que había pasado antes con mi padre. Era como una guerra, yo contra mi mente.  

 

Como si fuera poco empecé a ahogarme y no podía respirar. Conocía esa sensación. Era un ataque de ansiedad.

 

Traté de calmarme pero cada vez las imágenes mentales se intensificaron cada vez más y más, entonces traté de hacer lo que vi una vez por internet. 

 

Fui al lavabo, abrí el grifo y empecé a echarme agua fría por toda la cara. Al principio parecía no hacer efecto pero después de un rato ya estaba mejor. 

 

Estaba agotada mentalmente así que volví a la habitación y traté de descansar. Me costó coger el sueño pero pasada media hora conseguí conciliar el sueño.




 




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