Al Otro Lado - Aol 1

48. Una Pregunta

Volvimos a quedarnos en silencio, y sentí que se me aceleraba el corazón antes de ser realmente consciente de lo que estaba pensando.

Volví a mi pieza con el mate y cerré la puerta, como si con eso pudiera dejar la idea fuera.

Porque no podía.

Estaba loca si lo hacía.

Pero me conozco lo suficiente para saber de antemano que en momentos así ningún argumento funciona.

En algún lugar dentro de mí la decisión ya estaba tomada, surgida de una necesidad que terminaría imponiéndose a todo. En cierto sentido ya lo había hecho. No importaba que fuera una invitación abierta al desastre, que tal vez lo echara todo a perder, que yo resultaría la primera y la más perjudicada.

Necesitaba hacerlo y lo haría.

Ahora mismo.

—¿Stu?

—¿C? —respondiste de inmediato, con suavidad.

Prendí un cigarrillo, las mejillas ardiendo.

—Stu, quiero… necesito que me escuches con atención, sin interrumpirme hasta que haya acabado. Y entonces necesito que me respondas con absoluta sinceridad, desde tu corazón, y me digas lo que me hayas dicho hasta ahora. Y no quiero que te detengas a considerar si tus palabras son egoístas, o crueles, o frías, o lo que sea. Porque necesito toda tu honestidad brutal.

Aguardaste un momento, como para cerciorarte de que yo hubiera terminado de hablar, y respondiste con esa serenidad que te era tan propia: —De acuerdo.

Y supe que estabas realmente dispuesto a responder cualquier cosa que yo pudiera preguntarte a continuación. Y que lo harías con la honestidad brutal que acababa de pedirte.

Lo supe con una certeza que vino a demostrarme cuánto había llegado a conocerte en estos seis meses. Y era una de las cosas que me hacía… Ouch, sonaba tan fuerte en español, pero era el verbo correcto: me hacía amarte.

A vos, el hombre tan lejano, tan diferente por cultura y temperamento. El que se negaba a mostrarme su cara pero no vacilaba en abrirme su alma.

Respiré hondo, el teléfono boca abajo sobre la cama, donde me sentara abrazando el termo como un madero en alta mar.

—Sabes que estoy por comenzar uno de mis desvaríos interminables, ¿verdad? —dije, buscando cómo empezar.

—Sí —respondiste, más bien tentativo.

—Y voy a dar rodeos hasta que encuentre el valor de decir lo que realmente quiero decir.

—Bien.

—Y luego seguramente diré algo muy fuera de lugar, de la peor manera posible.

—Gracias por la advertencia.

—¿Te estás burlando de mí?

—Sabes que no.

—Bien. —Prendí otro cigarrillo, me cebé un mate—. Okay, aquí vamos…

—Soy todo oídos.

—Sí, lo sé, y ojalá no lo supiera. Bien, la cuestión es… Últimamente me estuve preguntando. En realidad, desde que me dijiste que venías. ¿Cuándo fue? ¿Hace una semana ya?

—Nena… —me interrumpiste con suavidad.

—¿Sí?

—No pienses las palabras. Confía en lo que te hizo llamarme hace un rato y suelta lo que tengas que soltar.

Noté que el cigarrillo temblaba ligeramente entre mis dedos, me aclaré la garganta. —¿Tienes el video habilitado?

—Tu cobertor tiene un estampado apasionante.

Solté una risita nerviosa y alcé el teléfono. Lo apoyé contra la almohada para que se mantuviera parado. Por supuesto que tu cámara mostraba una bonita noche estrellada en San Francisco.

—No es necesario, C. Podemos prescindir de la cámara si te hace las cosas más sencillas.

—No, está bien. Tiene que estarlo, si vamos a estar frente a frente en una semana. Así que aquí vamos, otra vez. Comencemos con el momento en que te confesé esta fijación poco saludable que tengo contigo. Me tomó un par de semanas, tres litros de cerveza y echarme a un desconocido para atreverme a hacerlo, pero finalmente lo hice, ¿verdad?

—Así es.

—Bien, y cuando lo hice, tú… Lo primero que dijiste fue que tú no sientes lo mismo, y al instante siguiente, casi en la misma oración, estabas diciendo que vendrías para que podamos (y éstas fueron tus palabras textuales) resolver esto juntos, ¿no es así?

—Sí, eso fue lo que dije.

—Bien. Resulta que era cierto y en verdad vienes. Y desde que me lo confirmaste, la semana pasada, eso me ha estado carcomiendo el cerebro. Porque no le encuentro el menor sentido a nada. Intenté verlo desde tu perspectiva, toda la situación, especialmente esa noche horrible, y no logro comprenderlo. No logro comprenderte, a ti.

Alcé un dedo al hacer una pausa, indicándote que me permitieras continuar. Prendí otro cigarrillo, tomé otro mate. Te oí hacer lo mismo, sólo que con vino en vez de mate.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.