Al Ritmo de la Química

CAPÍTULO 26. En busca del regalo perfecto

Cam me había invitado a su casa, pero le había dicho que no. Tenía que ir urgentemente a comprar su regalo, el sábado era su cumpleaños y no tenía ni la más pálida idea de que iba a regalarle. 
Simón y Sara fueron quienes se decidieron por acompañarme en la búsqueda del regalo perfecto. Fuimos a tres shoppings distintos y nada de lo que había me gustó. Quería que fuese un regalo mágico y solo de nosotros.
Finalmente derrotada volví a casa sin haber conseguido ningún éxito. 
Ya eran las 8 cuando llegué, por lo que papá ya estaba en casa. Fui a la cocina a saludarlo y me senté en un taburete, mientras veía como preparaba la cena. Para ser un queso al igual que yo, todos estos años se había defendido bastante bien y sus comidas eran muy ricas.
Indignada comencé a revisar mi celular y entré en Pinterest para poder buscar ideas. Luego de ver desayunos, cartas para que abra en tal día, álbumes de fotos y demás, me resigné, bloqueé mi celular, me recosté sobre la mesada y accidentalmente golpeé mi cabeza contra la misma.
— Auch. — dije mientras me tocaba la frente.
— ¿Mal día? — preguntó papá, sin aún haberse dado vuelta a mirarme.
— Ni te imaginas. — declaré molesta.
— ¿Algo en el que te pueda ayudar? — inquirió.
— No tengo la menor idea de que regalarle a Cameron. Simón y Sara me acompañaron hoy a tres shoppings y nada de lo que había me gustó, y ahora estoy buscando ideas en internet, pero tampoco.
— ¿Que tienes en mente? — dijo dejando de cortar el perejil y el ajo, dándose vuelta y apoyándose en la mesada para poder prestarme toda su atención.
— Quiero que sea algo que sólo los dos sepamos, que sea especial, nada de desayunos, álbumes, ni ropa o accesorios. Algo bonito y muy significativo para ambos. — papá asintió y por unos minutos quedó completamente callado. Había pensado en marcharme a mi habitación hasta que habló de nuevo.
— Se lo que puedes regalarle. — dijo, me contó y una gran sonrisa se expandió por mi rostro.
******
El jueves salí rápido del colegio, sin que Cameron me persiguiera, el tiempo seguía corriendo y debía apurarme a preparar su regalo. La idea de papá finamente me había encantado, era sin lugar a dudas el regalo perfecto. 
Me dirigí a la parada, minutos después, y a mi favor el colectivo que debía tomar llegó. Rápidamente subí y me acomodé en un asiento, estaba bastante vacío.
Segundos después de haber salido mi celular no paraba de sonar, era Cameron, básicamente lo había estado evitando todo el día y me había escabullido para que no fuera él quien me llevara a casa. No podía perder tiempo y debía preparar el regalo cuanto antes. 
Cuando llegamos al Walmart entré rápido, compré un par de cosas extras que necesitaba y finalmente me dirigí al pasillo donde se encontraban los marcos para fotografías. Uno negro muy bonito captó mi atención y no dudé en comprarlo. Pagué todo y volví a la parada, tenía un lugar más por el que pasar, una sedería.
El colectivo tardó unos minutos más en llegar pero igualmente que el otro, iba vacío. Me bajé en unas cuadras antes de mi casa, hacía unos días había visto una tienda por aquí cerca y efectivamente allí estaba. 
Compré el pedazo del arpillera que necesitaba y volví a casa. Fui hasta mi habitación, encendí mi computadora y esperé hasta que cargara. Mientras tanto la llevé a la cocina y comencé a prepararme el almuerzo. Cuando terminé de preparar mi omelette de jamón y queso, me senté en la isla y tomé la computadora, abrí google Maps y comencé a ubicar dos direcciones, les saqué captura y las guardé.
Me dirigí a la habitación de papá, junto con la computadora, encendí la impresora y mandé las dos fotos para imprimir. Una vez que ya lo había hecho, tomé una hoja más de las de impresora y volví a la cocina.
Limpié el plato, los cubiertos y el vaso, y me senté en la mesada, tomé un fibron de mi cartuchera y me puse manos a la obra con el regalo.
******
Me encontraba leyendo cuando mi celular sonó, lo tomé y era un número desconocido, aunque no se recomendaba mucho atender, lo hice.
— ¿Emma? — una voz de mujer habló por el otro lado.
— Hola, ¿quién es? — no había logrado reconocerla.
— Hola Em, soy yo, Nati.
— Hola Nati, ¿cómo estás?
— Todo bien, acá preparando las cosas para el sábado, ¿vos?
— Ah, que genial. — admití. — Todo tranquilo, estaba acostada leyendo un rato, porque en casa no hay nadie.
— Es verdad. — dijo. — ¿Te gustaría pasarte un rato por aquí y darme una mano? Cameron está en el entrenamiento. 
— Esta bien, me cambio y voy. 
— Te espero. — corté la llamada, coloqué mi marcapáginas y dejé el libro en mi mesa de luz. Fui hacia mi placard y me cambié.
Salí de casa y cinco minutos después me encontraba en la puerta de la casa de Cameron. 
— Hola Em, pasa.
— Hola. — dije y la seguí hasta la mesa del comedor donde estaba su computadora y unos papeles. 
— Estaba organizando la parte del catering.
— Pero se te da bien cocinar. — dije con sinceridad.
— El problema es que nunca funcioné para cocinar en los cumpleaños, prefiero pedir y como tengo una amiga de confianza, siempre le encargo a ella. — dijo y asentí. — Em, ¿se te dan bien las manualidades? — me preguntó.
— ¿De qué tipo? — pregunté. La verdad era que si, lo único que no sabía hacer muy bien era dibujar, pero al menos lo intentaba.
— Necesito hacer unos banderines así. — me dijo mostrándome una foto en su celular. 
— Por supuesto le dije. 
— Iré a buscar los materiales. — dijo y desapareció por el pasillo que había aquí abajo. Unos minutos después regresó con dos cartulinas color piel y dos color negro. 
— Toma. — dijo tendiéndomelo. — Ahora te traigo la cartuchera de Cam, boligoma y tijera. 
— Está bien, gracias. 
Estuvimos dos horas, charlando, riendo y trabajando. Habíamos hablado sobre el cumpleaños de Cam, hacía unos días que me había mandado la invitación invitándome a mi, a papá, a mi hermano, a Gabriela e incluso a la novia de papá.
También hablamos sobre el viaje, el lunes nos íbamos y me había preguntado si ya había preparado la valija, pero aún no. La pensaba hacerla mañana después de clases. Todavía me quedaban algunas cosas por secarse que había estado lavando hoy.
******
Ya estaba terminando con el último cartel del banderín, Nati había ido a la cocina a preparar dos té, cuando la puerta de entrada se abrió y Cameron apareció, la cerró y cuando se dio vuelta se sorprendió al verme, luego se dirigió hacía mí me plantó un beso en los labios y saludó a su mamá. Rápidamente se perdió por las escaleras y se dirigió a su habitación, o al menos eso pensaba.
— ¿Pasó algo entre ustedes dos? — preguntó Nati quien se acercaba con los dos té en sus manos.
— ¿Vos también lo notaste? 
— Una madre siempre conoce a su hijo y admito que cuando llegó al mediodía vino más raro que nunca, hace bastante no lo veía así, para serte sincera.
— En realidad... es que estos últimos días le estuve esquivando un poco. — admití. — Pero no es por nada malo, es que no tenía idea de que regalarle para su cumpleaños y eso me estuvo bloqueando la cabeza. Por eso no le hablaba o le respondía cortante, pero es que tampoco puedo darle una respuesta coherente y no le quise decir, quiero que sea todo sorpresa. — finalicé.
— Ay bella, este Cameron... — ambas reímos. — Pero, por el tiempo en el que hablas supongo que ya pudiste resolverlo. — dijo.
— Si, anoche fui con Simón y Sara al shopping y nada me gustó. Y cuando llegué a casa le conté a papá y me dio una idea. Por eso hoy cuando salí del colegio me escabullí rápidamente para que no me viera y fui a comprar las cosas que necesitaba.
— Sabes... me haces acordar a mi cuando estaba comencé a salir con Camilo, cada vez que llegaba alguna fiesta o su cumpleaños quería hacerle un regalo único. No me gustaba regalarle cosas compradas, quería que fuera algo hecho por mi. 
— ¿De que hablan? — una voz que reconocía tanto habló y ambas nos quedamos calladas. 
— Nada hijo, cosas de mujeres. — dijo y me guiñó, ella se encontraba sentada de espalda a Cam, por lo que no podía verla, pero a mi si.
— Okey. Iré a correr. — declaró comenzando a acercarse a la puerta de entrada.
— Pero hijo, acabas de venir de varias horas de entrenamiento. — dijo Nati dándose vuelta y ahora si enfocándose en su hijo. 
— Si, pero me dieron ganas de salir a correr, pensar. — dijo y me quedé helada, eso último iba para mi. Abrió la puerta y salió.
— Lo siento Nati, pero debo ir a hablar con él, sino malinterpretará las cosas. — dije levantándome y acercándome a ella.
— Si Em, ve tranquila, yo seguiré. Nos vemos. — la saludé y salí corriendo por la puerta. Pude verlo irse para el lado contrario a casa y aunque no era muy fan de hacer deporte, correría, solo por él. 
Comencé a hacerlo y me odié, aunque tenía un buen cuerpo, el estado físico nunca había formado parte de mi vida y por sobre todas las cosas correr. Cameron me llevaba una cuadra y media de ventaja y como vi que no iba a desacelerar le grité. 
Él ni siquiera se percató del sonido de mi voz, y recordé que antes de salir tenía sus auriculares puestos, maldecí. 
Aunque no quisiera y tampoco sabía si lo iba a lograr era la única manera de frenarlo. Corrí como nunca antes en mi vida, pero de lo que no me percaté fue de que Cameron se había frenado, debía cruzar la calle y el semáforo estaba en verde, pero como les dije ni me di cuenta hasta que me lo llevé puesto y ya era demasiado tarde. 
Cameron solo había perdido un poco el equilibrio, pero seguía manteniéndose de pie, ¿y yo? Bueno, básicamente cuando me lo llevé puesto me enganché con sus pies o me enredé con los míos, la realidad era que no tenía la menor idea, pero el caso fue que terminé tirada en el piso. 
Por suerte tuve reflejos antes de caer, mis manos y mis rodillas fueron quienes recibieron el impacto. 
Cameron se percató rápidamente de lo que había pasado, se quitó sus auriculares y los guardo en su bolsillo. Me ayudó a levantarme y a recomponerme. 
A mis leggings no les había pasado nada, pero podía sentir que mis rodillas no habían tenido esa misma suerte y mis manos prefería ni mirarlas. 
— ¿Estas bien? 
— Si... si... tranquilo. — dije mientras recuperaba el aliento.
— ¿Por qué me seguiste? 
— Necesitaba hablar con vos, necesito explicarte porque actúe así.
— Está bien. — dijo dándose vuelta. — vamos. — me acerqué hasta su lado y caminamos hacia casa.
— La razón es que... — no quería decírselo sino se arruinaría la sorpresa que tanto esperaba darle, pero lamentablemente no tenía otra alternativa. — estuve preparando tu regalo de cumpleaños. Solo eso diré, no quiero que sepas nada más. — dije y Cameron se frenó. — Perdóname. 
— Emma, no me tienes que pedir perdón, yo fui el estúpido que creyó que estaba pasando algo malo. Perdóname. — dijo atrayéndome hacia él con un fuerte abrazo. Cuando nuestros cuerpos entraron en contacto me relajé y cerré mis ojos.
Nos quedamos un rato así, hasta que dijimos que era hora de volver a casa, tomados de la mano volvimos, hablando sobre el colegio, particularmente del trabajo de química que teníamos que empezar si o si, también sobre las vacaciones, Cam estaba muy emocionado porque pasara unos días junto a él. 
Cuando llegamos a casa, nos despedimos y me dirigí hacia mi puerta. Mañana iría después del colegio a su casa a hacer el trabajo de química y además Cam me había invitado a ir con ellos a la noche a cenar. Era una costumbre que hacían todos los cumpleaños, cenaban la noche anterior para que se hicieran las doce y pasarán un lindo momento en familia. Luego, al otro día lo festejaban en su casa con sus familiares y amigos.
Decidí que iba a darle su regalo mañana a la noche, por lo que fui a una papelería que había cerca de casa, compré papel de regalo y una bolsa de madera para poder guardarlo. 
Lo envolví, le puse un cartelito con una frase de nuestra canción favorita y lo dejé en mi escritorio, listo para mañana.
 




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