Al Ritmo de la Química

CAPÍTULO 36. ¿De mal en peor?

Cameron y los chicos habían vuelto, ya se encontraban en la ciudad, pero el colegio les había dado un permiso para que no fueran aquellos días, algunos se habían enfermado estando allí y otros al llegar a Buenos Aires. Las bajas defensas producidas por el cansancio, la mala alimentación y que no se habían abrigado lo suficiente en las noches hizo que varios de mis compañeros terminaran en cama por varios días, después de volver. Exceptuando el lunes, — que sabía que nadie iría — había ido todos los demás días de aquella semana, algunos ya se habían incorporado, pero eran la minoría. 
Con respecto a mi "interesante semana anterior", estaba un poco mejor aunque en algunos momentos del día lloraba sin razón. Cameron no se había tratado de comunicar más desde el día sábado y se lo agradecía, el simple hecho de tener a tu ex todo el día en tus pensamientos no era lo mejor del mundo y si le sumábamos aquellos mensajes y llamados no ayudaban para nada. 
Últimamente me encerraba por horas en mi habitación, donde me quedaba escuchando música y mirando hacia ningún punto en particular. Aquellos días había descubierto una banda colombiana, que tenía increíbles canciones, principalmente la letra de ellas era lo mejor de todo. Su nombre era "Morat" y aunque a decir verdad nunca había sido fan de las canciones en español, esta banda me había cautivado desde el minuto cero.
Finalmente papá y Santi se habían enterado de lo qué pasó, no sabían la razón por la que no estábamos más juntos, pero sí que había sucedido. Habían tratado de sacarme a pasear el fin de semana para poder distraerme y había aceptado. 
El sábado habíamos ido a almorzar y recorrer el Puerto de Frutos, en el Tigre. No había sido la mejor salida porque ni bien llegamos a allí, recordé aquella cita en la que Cameron me había pedido ser su novia. Por eso mismo me autocontrolé, ya que no era la culpa de ellos de que no supieran.
Y el domingo se habían sumado al plan Romina y Gabriela, y habíamos ido a almorzar a un restaurante en Avenida Corrientes — pleno centro de la capital de Buenos Aires, una avenida bastante reconocida por sus teatros y sus falsas estrellas de las celebridades argentinas, al estilo Hollywood. — y aquel día terminamos haciendo compras en un Shopping de Palermo.
Me había comprado bastante ropa ya que el invierno estaba llegando a su fin y la primavera se iba acercando.
******
El miércoles decidí ir a visitar a Simón a su casa, de sorpresa, había preparado un rico bizcochuelo de vainilla antes de ir, pedí un Uber y me dirigí hacia allí. Al llegar le pagué al conductor y salí del auto. Toqué el timbre de su casa y aguardé. Segundos después un repentino auto se estacionó frente a la casa de Simón y dos personas bajaron del mismo, Lucas y una chica muy bonita que por sus rasgos físicos me sonaba de conocerla de algún lugar. 
— Emma. — dijo Lucas abrazándome. — que agradable sorpresa.
— Hola. — dije recibiendo su abrazo que se sentía tan bien, lo había echado de menos. Se separó de mí y le hizo seña a la chica para que se acercara a nosotros.
— Em, ella es Agustina, Agus ella es Emma, pertenece a nuestro grupo. — después de haber escuchado su nombre mi cabeza hizo un click y lo recordó rápidamente. Ella era la chica con la que estaba Simón. Era muy hermosa y más en persona, vestía su uniforme del colegio que — dato menor — le quedaba increíblemente bien.
— Hola. — dije acercándome a ella y saludándome.
— Hola, Simón me habló mucho de ti. — dijo con una sonrisa y me sorprendí. Cuando estuve a punto de contestarle la puerta de entrada se abrió y Simón salió.
— Hola. — me volteé a verlo y Simón se sorprendió. — ¿Emma, qué haces acá? — preguntó sorprendido.
— ¡Sorpresa! — dije con una sonrisa mientras mostraba la bolsa donde había puesto el bizcochuelo. Todos rieron y entramos en casa de Simón.
Nos acomodamos en la mesa del comedor mientras Simón preparaba el mate y para mi un matecocido. Después de unos minutos volvió y sentó al lado de Agus, mientras que Lucas se encontraba a mi lado.
— Hice este bizcochuelo para merendar. — dije mientras lo sacaba de la bolsa.
— No hacia falta Em. — dijo y me sonrió. — ¿Cómo estás? — me pregunté.
— Bien, trato de pensar lo menos posible. Aunque es un poco complicado. — admití y se me escapó una sonrisa nerviosa. 
— Bueno, tranquila. Ya va a pasar. — dijo Lucas con una sonrisa sincera y apoyó su mano en mi hombro. Asentí en forma de agradecimiento. Los chicos comenzaron a contarnos acerca del viaje y todas las anécdotas que tenían de las excursiones y los ratos en el hotel, cuando el timbre volvió a sonar. Simón se dirigió a la puerta y segundos después Nacho y Sara entraron por la misma.
— Así que empezaron sin nosotros. — dijo Nacho y todos reímos.
— Emma. — dijo Sara ni bien me vio y corrió a abrazarme. — Te extrañé tanto. — admitió mientras yo respondía aquel dulce abrazo.
— Yo también. — dije cuando se separó de mi y me sonrió. Ambos tomaron asiento en las sillas que quedaban libres y se unieron a la charla.
******
Alrededor de las ocho decidí que ya era hora de irme porque debía volver a casa, sino papá se preocuparía. El timbre sonó y la mamá de Simón que había llegado hacía una hora fue a abrir la puerta. 
— Hola cariño, pasa. — escuché que decía la señora Fernández y la última persona que quería ver en aquellos momento apareció por la puerta de entrada. Nuestros ojos se encontraron, me paralicé, él también se sorprendió de verme allí, y rápidamente me tensé, haciendo que Lucas se diera cuenta y tomara mi mano para calmarme. Lo primero que vi fue su moretón en el ojo izquierdo que ya estaba desapareciendo pero igualmente se llegaba a notar. Por unos minutos nadie dijo nada y decidí ser yo la que rompiera aquel silencio.
— Creo que es hora de irme. — dije forzando la sonrisa más sencilla que pude hacer. 
— No rub... Emma, tranquila me iré yo. — dijo corrigiendo aquel apodo que tanto me gustaba escuchar salir de esos dulces labios que extrañaba tanto.
— No no, quédate, tengo que volver a casa, no le avisé a mi papá que estaría acá. — dije levantándome de la silla y comenzando a saludar a todos.
— Yo te llevo. — dijo Lucas levantándose, negué con la cabeza pero insistió. — También tengo que volver a casa. — respondió y finalmente acepté. Cameron miraba toda la escena desde aquel lugar al lado de la puerta donde se había quedado parado desde que me había visto. 
— Adiós. — pude pronunciar antes de pasar por al lado suyo. No logré escuchar si me había contestado, pero tampoco quería preocuparme de eso.
— Lo siento Em, no tenía idea que venías y... — dijo Simón sintiéndose culpable y lo abracé.
— Tranquilo, no tienes la culpa de nada. Esta todo más que bien. — le dije mientras me desprendía de su abrazo. — Nos vemos. — me despedí y Simón volvió a entrar a su casa. Lucas y yo nos subimos en su auto y quedamos en silencio durante el viaje hasta casa. Algunas lágrimas habían rodado por mis mejillas mientras miraba el vecindario.
Al llegar a casa vi las luces encendidas y supe que papá ya había llegado. Cuando volteé mi cabeza para despedirme de Lucas, pero él habló.
— ¿Estas bien? — me preguntó serio.
— Si, solo me sorprendió haberlo visto tan rápido. — respondí y él asintió. — ¿Fuiste vos, no? — lo acusé.
— ¿Qué cosa? — preguntó él desconcertado.
— El moretón en su ojo. — dije y él asintió con una sonrisa.
— Se lo merecía y no me digas que no. — dijo con una sonrisa pícara y sonreí. Me despedí y comencé a salir de su auto cuando me agarró del brazo y me detuve. — ¿Quieres que te venga a buscar? — preguntó.
— No hace falta. — admití. Estos días había comenzado a aprender a viajar más en colectivo, ya que papá entraba a trabajar bastante temprano y no me podía llevar.
— Eso es un si. — dijo y reí saliendo del auto. — Nos vemos mañana. — dijo después de haber bajado la ventanilla del asiento del copiloto.
— Hasta mañana. — dije con una sonrisa y saludándolo con la mano.
******
La semana anterior ya había pasado, era jueves y ya todos habían vuelto a clases, algunos que otros aún seguían un poco resfriados y afónicos, pero podían aguantar 5hs diarias de clases. Hoy teníamos que entregar el trabajo de química del segundo trimestre, finalmente había decidido hacerlo sola porque no había estado en mis planes juntarme con Cameron en estos días. Prefería poner el nombre de ambos y entregarlo, antes de pedirle que hiciera una parte.
Cameron había vuelto a clases el lunes, aunque la mayoría había comenzado el viernes, él decidió tomarse un día más de "vacaciones" antes de volver. Esta semana lo había visto, cruzamos miradas más de una vez pero trataba de evitarlas completamente. Su ojo ya se encontraba mucho mejor, ni siquiera se notaban aquellos moretones y me alegraba por él.
El sonido de una bocina que ya se había convertido en un ruido familiar me quitó de mis pensamientos, llevé mi taza de café con leche al lavavajillas, me abrigué, agarré mi mochila y salí de casa, cerrando la puerta con llave.
— Buen día. — dijo Lucas con una sonrisa mientras entraba a su auto y me acomodaba.
— Hola. — respondí y me puse el cinturón de seguridad como siempre.
— ¿Lista para un nuevo día de clases? — dijo actuando su entusiasmo.
— Si, claro. — dije revoleando mis ojos y Luke soltó una carcajada, mientras arrancaba su coche.
Entramos al colegio y Lucas me había hecho reír con un pésimo chiste, cuando llegamos al aula, vi a Cameron y recordé que debía sentarme junto a él, por dos malditas horas. Este era mi final.
— ¿Estarás bien? — me preguntó Lucas en un susurro porque notó que me tensé al verlo. Asentí y me dirigí al banco.
— Hola. — dije rápidamente, mientras sacaba mi cuaderno, mi cartuchera y por último el trabajo.
— Hola. — dijo él. — ¿Hiciste el trabajo de química? — preguntó cuando vio que lo apoyé arriba de mis cosas.
— Si, ya puse tu nombre. No te tienes porque preocupar, no dire nada. — le respondí sin mirarlo a los ojos.
— Me hubieses dicho y te ayudaba. — dijo.
— Lo hice mientras estaban en Bariloche porque quise adelantar varios trabajos. — mentí. Si era verdad que había adelantado algunos, pero particularmente este lo había terminado ayer.
— Esta bien. — dijo finalmente y se calló. 
La profesora entró, pidió los trabajos y nos dio para hacer unas actividades en grupos de a cuatro, para tener una calificación más, ya que no nos había podido tomar oral.
Decidimos ponernos con Lucas y Simón. Pudimos escuchar de fondo la voz de Nacho y Sara que nos decían traidores a todos, reímos y nos sentamos en grupo. Resolvimos los puntos en las dos horas que nos dio la profesora y entregamos.
Salimos al recreo y nos quedamos en el patio interno porque estaba bastante fresco afuera, quedaban los últimos días de agosto y de a poco iba llegando septiembre junto a la primavera y por supuesto, mi cumpleaños, papá en estos días me había preguntado qué quería hacer pero después de todo lo que había sucedido decidí que no quería nada, como siempre. 
Antes de volver al aula decidí ir al baño, me metí en un cubículo y minutos después escuché como algunas chicas entraban, no sabía cuantas eran pero si más de una. Me quedé callada escuchando lo que hablaban y creo que había sido la peor decisión que había tomado.
— Todavía no supero ese beso, la manera en que me agarró y me besó, fue increíble. — dijo Ámbar y comencé a ponerme nerviosa. — Encima el estúpido de Lucas que le pegó. ¿Ustedes vieron como le dejó su pobre ojo? 
— Si, pobre. — respondieron sus dos amigas.
— Igual, no les conté. El finde me llamó para que fuera a su casa y lo cuidara. Sus padres se habían ido a un cumpleaños, le llevé una sopa hecha por mi, estuvimos en su casa solos y... — cerré mis ojos tratando de no llorar pero me fue imposible. 
— Se puede saber que andan haciendo aquí. Deberían estar en clase. — una profesora la cual su voz me resultó familiar interrumpió a Ámbar y las echó. Segundos después unos golpecitos sonaron en mi puerta y abrí. La profesora de música se encontraba del otro lado con cara de preocupación.
— ¿Te encuentras bien? Tus amigos me dijeron que habías venido al baño y no volviste. — dijo y asentí, mientras se hacía a un lado para que pasara. Me dirigí a los lavatorios y me enjuagué mis lágrimas. — Señorita Martínez, estoy muy orgullosa que se sumara al concurso de talentos del colegio... — comenzó a decir y me quedé quieta. — nunca un alumno recién ingresado había querido unirse, me parece muy valiente y la felicito.  
— ¿Como que estoy en el concurso de talentos? — le pregunté confusa. — Yo no me inscribí.
— Usted no, su compañero Cameron lo hizo hace unos meses, cuando se abrieron la inscripciones. — dijo tranquilamente.
Eso definitivamente fue la gota que colmó el vaso. Me despedí de la profesora sutilmente y salí rápidamente hacia el salón. Estaba hecha una furia, no podía creer que había sido capaz de jugar con mi confianza de esa manera, me las iba a pagar.
Agradecí que el profesor aún no había llegado y fui caminando directo hacia el culpable de todo esto, evitando a mis amigos que me quisieron frenar.
Se encontraba con la mirada completamente centrada en su celular, cuando sintió mi presencia me miró y sonrió. Mi cuerpo no se controló y mi mano se estampó en su mejilla izquierda, debajo de donde tenía su último moretón. Cameron pareció perdido por unos segundos hasta que hablé.
— ¡¿Te parece gracioso?! ¡¿te parece gracioso utilizar mi confianza?! Terminaste de destruir completamente lo nuestro Cameron. — le grité, sentía la adrenalina a flor de piel. Era consciente que todo el curso había dejado de hablar y que ambos terminamos siendo el centro de atención. Nunca había vivido una situación así y me sentía extraña al experimentar aquellos nuevos sentimientos.
— ¿De que estas hablando? — preguntó tomándome fuerte del brazo. 
— ¡Suéltame! — Le exigí y lo hizo. — ¿Acaso no fuiste vos el que me anotó en el concurso de talentos?, sabiendo que te había dicho que no quería participar. — al escuchar aquellas palabras se congeló y no contestó, dándome la respuesta que quería. — Eso quería confirmar. — dije mirándolo a los ojos, aquellos ojos que un día me habían enamorado y ahora solo me provocaban enojo cada vez que los veía. Me alejé de él y me senté junto a Simón, quien me preguntó que había pasado y le conté. Las lagrimas habían comenzado a caer pero ya nada me importaba, ni que mis compañeros me vieran, ni que mis amigos sintieran lastima por mi, porque yo me sentía completamente rota.
******
Al llegar a casa, me sorprendió haber encontrado el auto de papá en la entrada, saludé a Luke y me adentré en casa. Me quité la mochila, el abrigo y la bufanda, me dirigí a la cocina, de donde provenía aquel olor tan rico. 
— Em, llegaste. — dijo con una sonrisa que al verme se le transformó. — ¡¿Qué pasó hija?! — preguntó preocupado, me acerqué a él y lo abracé, necesitaba su contención, que me asegurara que todo iba a estar bien y que este momento iba a quedar solo como un recuerdo.
— Duele, papá. Duele muchísimo. — dije minutos después, como pude, ya que no podía parar de llorar. 
— Lo sé mi niña, lo sé. — dijo abrazándome con fuerza. — Ya pasará, lo prometo. — finalizó y me resguardé en aquellas palabras de mi padre. Deseaba que esto terminara lo antes posible.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.