— Cuídate y nos vemos en unos meses. — dijo Pili mientras me abrazaba.
— Estoy deseando que llegue marzo. — admití mientras me separaba de ella.
— Buen viaje Em. — me deseó Nick y lo abracé con todas mis fuerzas.
— Te quiero amigo. — respondí.
Entramos hacia la zona de embarque y aguardamos la media hora que faltaba para que el avión saliera de nuevo hacia Buenos Aires. Aquel momento me hacía recordar al mes de febrero, cuando me encontraba por primera vez en este aeropuerto, llena de nuevas emociones y una adrenalina descontrolada debido a que no tenía ni la menor idea de lo que iba a suceder.
Ahora, varios meses después estaba punto de volver a aquella ciudad que se había transformado en mi segundo hogar.
******
Cuando el avión aterrizó me quité mis auriculares, los guardé y esperamos hasta que los tripulantes de cabina nos dijeran que podíamos levantarnos y tomar nuestras pertenencias.
Al librarnos de todos los controles, nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto, Gabriela y Romina estaban allí esperándonos con mucha emoción, nos acercamos a saludarlas y volvimos junto a ellas. Mis tíos y mi primo se habían quedado unos días más ya que habían decidido pasar Año Nuevo, también. Por lo que solo volvimos nosotros tres.
Lo primero que hice al llegar a casa fue subir mis valijas y tirarme en mi cama, siempre me daba cierta satisfacción hacerlo y más si había pasado algo de tiempo fuera de ella.
Un rato más tarde me había puesto a desarmar mi valija y a dejar a un costado del suelo toda la ropa que iría directo al lavarropas. En ese momento, sentí unos golpecitos en mi puerta y volteé para ver quien era. Papá apareció con una sonrisa y le indiqué que pasara.
— ¿Ya estás desarmando tu valija? — dijo mientras se acercaba a la cama.
— Tarde o temprano hay que hacerlo, y sabes que detesto dejar todo para último momento. — respondí.
— Lo sé. — sonrió. — Ven, siéntate. Tengo que contarte algo. — Me levanté del piso e hice lo que me pidió.
— ¿Qué pasa? — pregunté.
— No es nada, solo quería avisarte que el jueves festejaremos año nuevo en casa de Lucas con tus amigos. — dijo.
— ¡¿Es en serio?! — pregunté sorprendida.
— Si, su mamá lo planteó hace unos días y todos aceptaron. — me contó.
— Es increíble papá. — dije y lo abracé. En aquel momento recordé la conversación que había tenido con Cameron hacía un mes, donde le confesé que había encontrado a mi mamá después de 15 años. Le había prometido que se lo diría a mi papá cuando estuviera lista y ese momento había llegado. — Pa, hay algo que tengo que decirte.
— ¿Qué sucede hija?
— ¿Recuerdas aquel día en el que fui con Gaby y Romina a comprar el vestido para la fiesta? — le pregunté y él asintió. — Después de que volví, fui hacia el shopping a conseguir los zapatos que usaría y un par de libros. Cuando estaba saliendo de allí miré mi celular y sin querer me llevé puesta a una persona. — dije y él rio. — ¡Papá! no es gracioso.
— Lo siento, es que siempre te llevas puesta a las personas. — admitió provocándome una pequeña risita. — ¿Y quién era esa persona?
— Mamá. — solté sin más. Por unos minutos vi como mi papá se quedó quieto, no reaccionaba, ni parpadeaba, hasta que volvió a hacerlo.
— ¿Te reconoció? — fue lo primero que preguntó. Negué con la cabeza.
— Solo me preguntó si estaba bien, y en ese momento me sentí mal, me había puesto algo pálida, por lo que me dijo si necesitaba que me llevara a casa o si quería que ella llamara a alguien. Pero me negué y huí rápidamente de allí. — finalicé. — Perdóname por no habértelo dicho, mi cabeza no dejó de pensar en ese encuentro durante varios días hasta que se lo conté a Cameron y él me aconsejó que te lo dijera cuando estuviera lista.
— Hija, no estoy enojado. No podría enojarme nunca con vos por eso, es completamente entendible lo que hiciste y como actuaste, no debes disculparte por ello. — dijo y me abrazó.
— Esta bien, gracias papá. — le devolví aquel abrazo con más fuerza.
— Gracias por decírmelo Em. — dijo y asentí. — ¿La volviste a ver? — preguntó minutos después, pero negué. — Esta bien, te dejo que sigas ordenando. — se levantó y salió de mi habitación.
Sentía que por fin había hecho lo correcto.
************
El jueves había pasado la mayor parte de la mañana leyendo un nuevo libro que había conseguido en Puerto Madryn. A eso de las 11 decidí preparar el almuerzo para la familia, Gabriela y Romina vendrían a comer a casa.
Se me ocurrió la brillante idea de cocinar canelones, había visto un par de videos de YouTube y creí estar preparada para hacerlos, aunque en realidad me equivocaba y bastante.
Media hora después y sin ningún logro conseguido decidí llamar a Cameron, para que me ayudara. Después de varios intentos no respondió, por lo que me rendí y llamé a Simón.
******
— ¿Por qué hay tan rico olor en esta casa? — preguntó mi hermano ni bien entró.
— Estoy haciendo canelones. — dije desde la cocina.
— Esto no puede ser posible. — dijo mi hermano sorprendido y Gaby, que venía detrás de él rio. — ¿Quemaste algo? — preguntó y negué con la cabeza.
— Para nada. — respondí con una sonrisa un tanto orgullosa.
******
— Emma están deliciosos. — dijo Romina mientras se metía otro pedazo en su boca, yo le sonreí.
— ¿En serio los hiciste vos? — preguntó papá sorprendido por milésima vez.
— Si, pa. — dije enojada. — ¿Por qué no me creen?
— ¿Tal vez porque en este año casi provocas dos incendios? — era verdad. Cuando se me había dado por cocinar cosas nuevas tuve dos oportunidades en las que casi quemo la cocina, por suerte mi hermano estaba aquí y pudo evitar que eso sucediera.
— Ya dije que lo sentía. — respondí.
— Y te perdonamos, pero es raro que cocines y además, así de bien. — dijo mi papá y esta vez, sonreí con más orgullo.
******
— ¿Emma estás lista? — dijo papá desde abajo.
— Voy. — grité mientras bajaba las escaleras.
Me había atrasado un poco en cambiarme ya que me había quedado más de la cuenta en la ducha. El nuevo álbum de Shawn Mendes producía eso en mi.
Subí al auto, y me senté al lado de mi hermano. Papá arrancó y fuimos directo hacia la casa de Lucas.
Al llegar fui la primera en bajar y me dirigí hacia la puerta, toqué el timbre y esperé a que nos abrieran.
Minutos después fue Luke quien apareció con una sonrisa por la puerta.
— ¡Emma! — dijo y me abrazó. No había vuelto a ver a ninguno de los chicos desde que me había ido para Navidad, por lo que habían pasado varios días.
— Hola. — respondí aquel abrazo y le sonreí.
— Ven, pasa. Ya están todos aquí. — dijo y entramos.
Después de saludar a medio mundo por fin llegué al patio, donde Simón, Sara y Nacho estaban sentados hablando.
— Miren quien se digno a aparecer. — dijo Nacho con una sonrisa, me acerqué lo abracé e hice lo mismo con mis dos amigos restantes.
Durante media hora hablamos sobre navidad y lo que haríamos este verano. En cierto momento me disculpé con mis amigos y me dirigí al baño. Cuando salí, escuché el sonar timbre y me resultó extraño ya que no faltaba nadie más, o eso creí.
— Emma, cariño. Puedes abrir la puerta, la llave está colgada ahí en la pared. — me señaló la mamá de Lucas y acepté. Salí hacia la reja de la entrada mirando el llavero, tratando de adivinar cual era la llave para abrirla, cuando levanté la vista y me congelé en aquel lugar.
— ¡Sorpresa! — dijeron los cuatro.
— ¡No puede ser.. no puede ser! — comencé a gritar, mis ojos se llenaron de lágrimas. En segundos y sin saber cómo, abrí la puerta y me abalancé sobre él, que me recibió con sus brazos abiertos.
— Hola Rubia, ¿me extrañaste? — dijo, con esa voz que tanto había extrañado tener cerca. Había extrañado todo de él y en aquel momento me percataba más de ello.
— No puede ser posible. ¿Qué están haciendo acá? — dije aún sin poder creerlo. Si este era un sueño deseaba realmente no despertarme, nunca.
— Cuando organizaron la fiesta, mamá decidió que era un buen plan volver para despedir este increíble año. — comenzó a contarme Cam. — Y me dieron el regalo unos días después de navidad. El día que te mandé aquel mensaje pidiéndote disculpas. — aclaró y asentí.
— ¡Emma! — la pequeña Emily corrió hacia mi y la tome en brazos.
— Hola Princesa, ¿cómo estuviste? — le pregunté.
— Bien, pero hubiese estando "muy bien" si estabas allá conmigo. — dijo sinceramente y todos rieron.
— Trataré de ir lo antes posible. — le aseguré y ella aceptó.
— Mejor entremos antes de que nos reten. — dijo Nati con una sonrisa y eso hicimos.
Desde que habíamos entrado en la casa, mi mano y la del morocho no se habían separado. Se sentía tan bien tenerlo cerca que había olvidado lo que era estar así, enamorada de alguien.
— ¿Cómo estuvo Puerto Madryn? — me preguntó.
— Realmente hermoso, tenes que ir algún día.
— Iremos, querrás decir. — dijo él corrigiéndome y acepté.
— Juntos. — le sonreí, él tomó mi rostro y me besó. Cuanto había extrañado aquellos labios sobre los míos.
******
— Bueno, quiero hacer un brindis si me lo permiten. — dijo el papá de Nacho mientras levantaba su copa. — Quiero agradecerles a Eli y a Marce por recibirnos una vez más en su casa, por hacer esta hermosa fiesta de despedida de este increíble año para los chicos. Por otra parte estoy muy feliz de que Cris, Emma y Santi hayan aparecido en nuestras vidas, son excelentes personas, al igual que Romi y Gaby. Gracias a los Thompson por haberse molestado en venir hasta acá, de nuevo, sepan que lo valoramos mucho y nos encantó que lo hicieran. Y por último les deseo a nuestros adolescentes lo mejor en esta nueva etapa que se les avecina, sean fuertes y luchen siempre por lo que quieren. — todos aplaudieron por aquellas hermosas palabras.
— Es un placer recibirlos una vez más, y creo que esto de pasar una de las fiestas juntos se debería de hacer costumbre. — dijo Eli y todos asintieron, estando de acuerdo.
— Yo quería agradecerles por habernos recibido de esta hermosa manera y principalmente a Cameron, Simón, Lucas, Sara y Nacho por haber aceptado a Emma en su grupo. — habló papá.
— Para cerrar esto y ya brindar quiero agradecerles por todo lo que hicieron estos años por nosotros. Nos apena y nos da mucha bronca tener que volver a Estados Unidos, pero es lo que el futuro nos tiene planeado. Y estamos tan felices de que estuvieron con nosotros siempre. — dijo Nati.
— ¡Brindemos! — dijeron entre todos y eso hicimos.
******
— Estan por ser las doce, apúrense. — Nacho nos llamó, secamos los vasos y cubiertos que faltaban y caminamos rápidamente hacia afuera. Volví a sentarme junto a Cameron y agarré mi copa. Quise beber un poco pero el morocho no me lo permitió.
— Debes esperar a que sean las doce. — dijo él, se volteó por unos segundos para hablar con Nacho, aproveché aquel momento y tomé un sorbo.
Habían puesto un programa en que avisaba cuantos segundos faltaban para que fueran las doce. Cuando comenzó la cuenta regresiva todos comenzaron a contar en voz alta.
— Diez. — segundos para recordar aquel increíble año.
— Nueve. — la llegada a Buenos Aires y esa incertidumbre de no tener idea de que me depararía ese año.
— Ocho. — la primera fiesta a la que asistí donde conocí a mis actuales amigos.
— Siete. — los trabajos en equipo con Cameron, que al principio eran solo eso.
— Seis. — la pelea con mis mejores amigos y la reconciliación hace unos meses.
— Cinco. — las vacaciones de invierno y cada salida que hice junto a Cameron.
— Cuatro. — el desamor y comprender lo que significaba que te rompieran el corazón.
— Tres. — convivir con mi hermano de nuevo, después de dos años alejados.
— Dos. — la primera vez que me subí a un escenario y enfrenté mis miedos.
— Uno. — volver a ver a mi papá feliz junto a una persona.
— ¡Feliz Año Nuevo!
Todos comenzaron a abrazarse y a brindar. Lo hice con mis amigos, luego con mi familia y los demás.
Algunas lágrimas habían comenzado a caer de mis ojos, aquellos diez segundos en los que había hecho un recuento de aquel año me habían dejado algo anonadada.
Cam se acercó a mi, me abrazó y me besó. Íbamos a tratar de disfrutar los días que se quedaba de la mejor manera.
— Te quiero rubia. — dijo él cuando se despegó de mi.
— Y yo a vos morocho. — le sonreí y lo volví a abrazar. Y todos juntos, nos quedamos viendo los hermosos fuegos artificiales que se extendían en esa noche de ensueño.
A pesar de los grandes cambios que había tomado mi vida a comienzo de este año no me arrepentía de haber vivido ningún momento, tanto aquellos en los que había reído, amado y compartido con las personas que quería como otros en los que la había pasado bastante mal y donde ni siquiera me habían quedado lágrimas para derramar.
Porque de eso se trataba la vida, de caminar, tropezar, caer y volver a levantarse más fuerte que nunca. Eso fue lo que este año me había enseñado y no lo olvidaría jamás. Los cuentos de hadas y princesas, las historias de Disney y muchas otras siempre nos mostraban desde pequeños que los felices para siempre existían, pero acá, en la vida real no siempre era posible.
Las cosas no eran tan sencillas como ellos te lo mostraban, aunque esto no quiere decir que este mal, que toda nuestra infancia haya sido una mentira, para nada.
Cuando eres niño hay cosas que si te las explicaran como son, jamás las entenderías, por eso es que utilizan esos métodos para ayudar a los más chicos a comenzar a comprender cómo funciona la vida, aunque no fuera 100% real lo que nos mostraran, después de todo, era una historia, algo imaginado y planeado por alguien, no la vida real. Además muchas veces las cosas salen bien, solo depende del camino que vos quieras tomar.
Sabíamos que la distancia era un gran obstáculo para ambos, por lo que Cam y yo preferimos volver a ser amigos después de aquellos días, eso iba a ser lo mejor para ambos, aunque sabía que ustedes quisieran que estuviéramos juntos, porque yo también lo hubiese querido.
Aún éramos chicos y teníamos toda una vida por delante. Si la vida y el destino querían que esto sucediera, tarde o temprano nos volverían a unir.
Y este, tal vez, sea solo el inicio de mi historia.