En lo alto de la Torre Dei Caduti, casi sin saberlo comenzaron el juego ingenuo de engañarse a sí mismos pensando que sin dolor era posible amarse. Que la fusión de dos corazones de cristal, con un grito bajo la nieve jamás podría quebrarse. Que tomados de las manos podrían descender sin golpes como dos plumas que no necesitaron de alas para aprender a volar sin rumbo.
— Déjame intentarlo, Ali. Quiero hacerlo.
—¿Qué cosa?
— Intentar ser fuerte. Dime que estás loca por mí para volverme loco también y decirte lo que quieres oír.
— ¿Y qué es lo que quiero oír, bebé? Dime…
— Quieres que te diga cuánto te amo cuando apenas hace un par de días atrás de la más hermosa e inalcanzable mujer solo estaba deslumbrado.
Recostada sobre el regazo del chico, Carlotta acabó incorporándose pegada a sus labios.
— ¿Sabes lo que sucedería si te dejo intentarlo, Fipo? Aceleraremos la marcha y luego tendremos que decidir entre frenar o dejarnos caer al borde de una cascada.
— La vida ya nos aceleró desde el primer segundo, Ali, por lo tanto no tiene sentido ir despacio. No tienen sentido las excusas.
— Tampoco tienen sentido las historias sin tramas.
— Tú y yo tendríamos una historia diferente.
— ¿Diferente cómo?
— Detesto las historias cliché. Ya sabes… Enamorarse solo para ir al cine o a tomar helados tomados de las manos. Nuestra historia será distinta si no nos aferramos creyendo en el destino que hemos escogido.
Observándolo a los ojos Carlotta sonrió.
— ¿Sabes que seremos un desastre?
— Un desastre maravilloso hasta que un día todos los ojos de la envidia estarán puestos en nosotros.
— ¿Qué sucederá si aceleramos y no llegamos juntos?
— Nada sucederá. Te seguiré amando igual —contestó aferrándose con un intenso beso a su boca—
— ¿Me prometes que me amarás por siempre?
— No soy bueno haciendo promesas, Ali.
— ¿Qué significa, Fipo? Sabes que no te compartiré con nadie mientras estés conmigo.
— No necesitaré de nadie más mientras estés conmigo, pero si un día llegas a faltarme toda la moral se irá contigo.
— No hables de ese modo.
— Podría estar con otras mujeres, Ali, pero eso no significará que hayas dejado de importarme.
— Ni una palabra más, pequeño. Prefiero ahora mismo lanzarme de esta torre en lugar de tener que experimentar un dolor como ese.
— Eres cursi y dramática. ¿Lo sabías?
— No me importa que pienses eso.
Carlotta se posó encima de Renzo enterrando los dedos en sus cabellos para ahogarlo en la intensidad de un eterno beso hasta que suplicara por un poco de aliento.
— Dilo… Solo tienes que decírmelo, Ali. Dos palabras y mi corazón será tuyo para siempre.
— Te amo, Fipo. Te amo demasiado como si fuera a perder mi corazón por este sentimiento. Tengo mucho miedo.
— ¿Miedo?
— ¿Tu no sientes miedo?
— Mis letras te dirán siempre todo lo que siento, mi hermosa mujer. Nunca los verás reflejados en mí.
Renzo se puso de pie y le tendió una mano a Carlotta para que lo hiciera también.
— ¿A dónde vamos?
— Será una sorpresa, señora Toledano.
Ella ya lo sabía. Lo supo desde el momento en que se lanzó al mar de sus ojos. Las olas de aquel amor acabarían arrastrándola siempre a dónde él quisiese.
Su mano le entregó sonriente y poniéndose de pie se lanzó de aquella balsa que la llevaba a navegar siempre contra la corriente.
Descendieron de la torre y notaron que el museo estaba a punto de cerrar. Estrechando con fuerza su mano, Renzo sonrío observándola mientras corrían de la vista del guardia que custodiaba el lugar.
— Unos minutos más y nos quedábamos encerrados aquí, Ali.
— ¿Bromeas?
— Son casi las 6
— Bebé, dejamos mi coche de este lado —le advirtió al ver que ya se habían pasado—
— Lo sé
Renzo la condujo hasta un banquillo cerca del Obelisco a Napoleone Bonaparte para pedirle que lo aguardara en el lugar tan solo 10 minutos.
— ¿A dónde vas a ir, Fipo?
— Solo 10 minutos, Ali. ¿Vas a esperarme?
— Lo haré, bebé.
La casa de Renzo no quedaba muy lejos de allí, por lo que aceleró sus pasos intentando no tener que hacerla esperar tanto.
— Mamma…
— ¡Renzo! Figlio mio, finalmente appari (hijo mío finalmente apareces)
— Papà è in casa? (¿papá está en casa?)
— È in salotto a guardare la televisione (está en la sala mirando televisión)
Renzo besó a su madre. Saludó fugazmente a su padre y subió a su habitación. A los pocos minutos bajó con su mochila cargada colgando de sus hombros.