APARTAMENTO DE CARLOTTA TOLEDANO
Era casi media noche. Carlotta, sobre el sofá junto a la chimenea había quedado dormida, pero el llamado del timbre la despertó y observó en la pared el reloj.
— ¿Ha de ser Fipo? Pero si le dejé las llaves.
El timbre volvió a sonar. Carlotta se puso de pie y fue a ver a través del mirador de la puerta.
— Es ese pequeño. ¿Qué le sucede? —se dijo a sí misma sonriendo mientras abría—
— Te dejé las llaves, bebé. ¿Por qué no entraste?
— No necesito de sus llaves, señora Toledano. Si me quiere en su vida, por sobre todo en sus noches, me abrirá la puerta. Tuve suerte esta vez de que no me haya dejado bajo el frío.
— Dios… nunca debí hacer eso. Ya no lo olvidarás.
Carlotta volvió a echarse sobre el sofá cama y cubrirse por completo con el par de cobijas. No tardó mucho en dormitar nuevamente hasta que un par de manos congeladas que se colaron bajo su suéter le arrancaron un grito.
— ¿Que te sucede? Ya te he pedido que no me hagas eso.
— Necesito mucho de tu calor, Ali —susurró a su oído— Quiero follarte.
— Pues tendrás que conformarte con mis besos.
— ¿Aún no puedo?
Carlotta negó con la cabeza sonriendo. Resignado, Renzo lanzó un suspiro apoyando la cabeza entre sus senos.
RESIDENZA DEL BORGO (HOTEL)
Luego de numerosas llamadas insistentes por parte de Cosme Toledano, la señora Vilma aceptó hablar con su esposo y quedaron en encontrarse donde el hombre se encontraba hospedado.
— Voy a acompañarte.
— ¿Te volviste loco, Franco? Olvídalo.
— Llámalo como quieras, pero no te dejaré ir sola. No te preocupes que no podrá verme.
La mujer dejó de rehusarse y partió rumbo al Relais San Vigilio Hotel donde el hombre ya la aguardaba en el restaurante del mismo del mismo lugar.
Cargando un portafolio en una de sus manos, tomó asiento Vilma Toledano. Franco quien la había acompañado, quedó oculto en un lugar cercano.
— Te escucho. Llamaste varias veces con tanta insistencia y ahora quiero que hables. Te escucho, Cosme.
Esbozando una sonrisa maliciosa y retorcida, el hombre hizo a un lado su plato de comida.
— Más bien soy yo el que va a escucharte, Vilma. Quiero que repitas mirándome a los ojos lo que me has dicho por teléfono.
Sin el mínimo parpadeo. Sin gesticulación alguna, Vilma Toledano miró a su esposo a los ojos.
— Voy a divorciarme de ti, Cosme. Voy a divorciarme de ti. ¿Lo has oído?
Enfurecido ante lo que acababa de escuchar, el hombre con gran estruendo golpeó la mesa con una mano.
— Si piensas que podrás intimidarme estás muy equivocado.
— Jamás voy a darte el divorcio. Grábatelo en la cabeza, Vilma. Jamás… ¿Me oyes?
— Por supuesto que me lo darás, y la razón principal es porque te detesto. Dejé de quererte hace mucho tiempo. Un día aprendí a vivir sin ti, Cosme. Y mucho antes que eso empecé a odiarte por todo el daño que nos has hecho a mí y a mi hija. Por tu rencor y por ese dolor que no has permitido sanar nos alejaste de tu vida. Hemos sido solo una sombra para ti todo este tiempo y te has encargado día y noche de castigarnos por la desgracia que le tocó a nuestra familia, pero se acabó.
— Nada acabó. Y nada acabará si a mí no se me da la gana.
— Eso ya lo sé. Será más bien porque yo así lo quiero —dijo Vilma Toledano sacando del portafolio la copia de un documento para ponerla ante los ojos del señor Toledano— ¿Sabes que es esto? ¿Lo recuerdas, Cosme? El setenta por ciento de toda tu riqueza la pusiste a nombre de mis hijos al momento de nacer. Eran dos, por lo tanto, con la muerte de Pedro, nuestra hija Carlotta queda como máxima y única heredera de todos tus bienes.
— Eres realmente nefasta.
— Tú eres el único nefasto.
— Esos papeles dejaron de tener validez desde el momento en que murió mi hijo.
— No intentes tomarme por estúpida, que eso no es así, pero es de lo que has intentado convencernos a mí y a mi hija durante años. ¿Sabes lo que podría suceder si decido ir a los tribunales activando este documento? Nunca lo hice porque nunca se me pasó por la mente intentar hacerte daño. ¿Pero que has hecho tú en cambio? Te pasaste la vida entera culpándonos a Carlotta y a mí de la muerte de Pedro.
— Lo he hecho porque esa no es más que la verdad.
— Esa es la verdad que tú mente enferma ha creado, y como consecuencia acabaste arruinando a tu familia. Arruinaste la vida de tu hija intentando saciar un dolor que no has querido superar, pero se acabó. Empezaré los trámites del divorcio y tú no vas a oponerte a firmar los papeles. Y no solo eso. No volverás a meterte en la vida de mi hija para disfrutar de su infelicidad. Dejarás en paz a Carlotta tanto en su trabajo como en su vida privada. Si me entero de que intentas una sola cosa en contra de ella, juro que te dejaré en la calle. Sin nada. Perderás absolutamente todo por lo que has luchado tu vida entera. Estás advertido —culminó Vilma Toledano guardando la copia del documento dentro del portafolio para ponerse de pie— Pronto mi abogado se pondrá en contacto contigo. Hasta la próxima, Cosme.