Alas Negras

Capítulo Cuatro.

 

PLANO DE LOS HUMANOS.

ACTUALIDAD.

Durante una época de su vida, si hubiese tenido que enfrentarse a alguna figura de autoridad, Giselle no hubiese tenido ningún problema. Pero actualmente era algo que prefería evitar a toda costa, resignada dejó sus cosas dentro de su casillero y se dirigió a la oficina del señor Santoro. Una vez allí, se armó de valor y tocó a la puerta en espera de su ejecución.

—Adelante —dijo el señor Santoro, con voz fría desde el interior de su oficina trayendo a Giselle de regreso a la realidad.

Giselle se detuvo en la puerta, insegura. El valor que hasta hace poco la había invadido se esfumó en cuanto escuchó la voz del señor Santoro. Temerosa, abrió la puerta y se adentró en la oficina. El profesor Santoro estaba sentado detrás de su escritorio imprimiendo algo. Giselle lo observó estática cerca de la entrada, si algo salía mal aún podía salir corriendo. El profesor terminó de imprimir y se volteó hacia ella.

—Por favor, tome asiento, señorita Campbell —dijo él señalando la silla frente al escritorio.

Con los nervios de punta Giselle se dirigió hacia la silla y se sentó en esta sin mirar al señor Santoro a la cara. Este se aclaró la garganta y habló:

—He buscado en Wikipedia la información que usted me ha proporcionado, señorita Campbell —dijo extendiendo frente a ella la hoja que había impreso—. Podría indicar en que parte del texto viene escrito lo que comentó.

Avergonzada, Giselle tomó la hoja entre sus manos y comenzó a “leer”. Era evidente que la información que ella había comentado en clase no estaba escrita en esa hoja. «Tal vez aún puedo salir corriendo» pensó, echando un vistazo rápido a la puerta. Giselle no sabía que responder, se suponía que esa información era confidencial entre las miembros de su familia, pero al ver como ninguno de sus compañeros le daba importancia a lo que el señor Santoro decía, decidió mencionarlo esperando que despertara el interés en sus compañeros, pero lo único que había conseguido era molestar al profesor.

—Yo… Yo —abrió la boca en repetidas ocasiones, pero no pudo decir nada.

—Vuelvo a preguntar ¿de dónde ha sacado esa información?

La mirada del profesor Santoro era tan dura e inquisitiva que provocó un escalofrío en el cuerpo de Giselle.

—Es una historia que me contaba mi abuela cuando era niña —susurró, a modo de respuesta.

El rostro del señor Santoro pasó de una expresión dura a una de verdadero asombro. No podía creer lo que estaba escuchando, después de la muerte de Eanneliza se suponía que Ragastra se mantendría a ella y a toda su familia lejos de él. Observó detenidamente a Giselle, la sensación de opresión en el pecho apareció al percatándose del increíble parecido que esta tenía con Eanneliza. El simple hecho de pensar en que algo le llegase a pasar por su culpa le revolvió el estómago.

—Me temo señorita Campbell que tendrá que tomar la materia con el profesor Maynard o abandonar mi clase —dijo el señor Santoro recobrando su expresión habitual.

Giselle sintió como se le iba el alma al suelo, no podía creer lo que acababa de pasar. El semestre anterior había ocurrido una situación con el profesor Maynard por lo que este semestre había evitado tomar alguna clase con él.

—Hablaré con él, así que no se preocupe por sus calificaciones de las primeras evaluaciones —dijo el señor Santoro.

El simple hecho de recordar cómo al final del semestre anterior el profesor Maynard intentó propasarse con ella la hizo temblar asustada.

—Si en algún momento lo llegué a ofender con mi versión de la historia le pido una disculpa profesor —dijo temblando—. Puedo hacer algún trabajo extra, incluso ya no participaré en sus clases o simplemente puedo presentarme solo a las evaluaciones, pero por favor, no me haga tomar clase con el profesor Maynard.

El profesor Santoro la observó desconcertado, Giselle temblaba aterrada delante de él. Al ver como esta no levantaba la vista de sus manos comprendió inmediatamente lo que estaba pasando.

—Señorita Campbell, ¿el profesor Maynard le ha hecho algo? —preguntó suavizando el tono de su voz.

—No —susurró tan bajo que apenas el profesor pudo escucharlo con claridad.

La respuesta de Giselle le confirmó al señor Santoro que había pasado algo con el profesor Maynard haciendo que la sangre dentro del él comenzara a hervir. Se sujetó el puente de la nariz y se recargó en el respaldo de su asiento. Estaba entre la espada y la pared. No podía permitir que Giselle volviera a acercarse al profesor Maynard después de lo que sabía, pero tampoco podía permitir que ella estuviera cerca de él. «Debe haber una razón bastante fuerte para que Ragastra se encuentre en la misma ciudad que yo» pensó, tomando una decisión.

—Me disculpo por mi comportamiento señorita Campbell —dijo el profesor Santoro atrayendo la atención de Giselle—. No es necesario que abandone mi clase, solo le haré un llamado de atención el cual quedará asentado en su expediente.

Giselle sintió como le regresaba el alma al cuerpo. Aun asustada asintió en dirección a este.

—Gracias —respondió con una voz tan suave tratando de sonreír, pero esta terminó en una extraña mueca.




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