Alas sobre Elm Areu ©

Capítulo 18. La gente ¿qué son?

El cielo inmenso se apacigua con sus dulces colores, se observa un naranja alma, se difumina con un morado lila terminando en un color de espacio estelar, pocas estrellas iluminan el sendero o quién sabe si a algún alma que sigue le muestra la radiante luz de su existencia, un mundo paradisíaco, solo, vacío como los árboles, sujetos a un solo lugar sin poder tener la oportunidad de escapar porque si escapa muere, como una prisión.

 ¿Quién le acompaña? si solo están ahí, sin decir una palabra solo observar el caos de la noche cuando comienza a recordar toda su infancia, no se van si la lluvia comienza a caer, y ¿tiene miedo? claro que tiene miedo ¿quién no lo tendría? pero aun así sigue, aunque la noche borre el color naranja y el morado, una a una comienzan a aparecer más estrellas para guiar a más perdidos.

El árbol sigue quieto, no se ha movido aun y se mira triste ¿no? se deja moldear por el viento y si sopla fuerte solo pide por aguantar, pero espera… no estás viendo hacia donde deberías ver, el árbol no está triste, no es un prisionero, mira lo que te da, observa solamente lo que está regalándote, te está dando todo, vida, y eso es como el amor, como  cuando miras a ese ser con toda esa dulzura que provoca, que incluso miras a su alrededor para que todo esté bien, en orden y pueda seguir sonriendo como lo hace, miras a esa persona y el mundo se acaba, el miedo se acaba, así te ve ese árbol y es feliz ahí donde se quiso quedar para ofrecerte un abrazo que tanto necesitas, no está como un preso, está porque te vio y se enamoró de ti, de tu manera de sonreír, de tu manera de ver las cosas con grandeza aunque muy pequeñas parezcan, se quedó para hacerte feliz, y no existe alma tan pura como la que anhela felicidad para ti o incluso para sus enemigos; cada una de sus hojas tienen un propósito ineludible, el verte crecer aunque poco a poco muera, aunque le asesinen, aún muerto trata de amarte más, se ha quedado para calentarte con una fogata en un día de frío, se ha quedado para convertirse en tu casa y protegerte de la oscuridad, para recordarte que en una foto de grupo se quedará también.

El naranja se ha ido, se consumió, pero regresará para que al despertar puedas sentir tu corazón chiquitito ante su inmensidad, ¿qué inmensidad?, ¡tú ya sabrás!

Nos vemos como un árbol que no puede ir a ningún lado, pero… ¿y si nos vemos como un árbol que viaja a través de las auroras boreales, de las estrellas, de la brisa, de los abrazos, de los besos, de los te quiero? simple y llanamente para que sonrías, ¡qué bonito! ¿cierto? somos árboles dadores de vida que aunque tengamos caducidad estaremos presentes para la eternidad.

_Mis dedos se congelan, pero quiero perderme en la noche suspiraba observabando el cielo en cuanto una esencia cruzaba su pensamiento_

Los días siguen transcurriendo tan deprisa que da rabia o miedo, la ventana de los gritos se quiebra y no hay forma de esconderse; una semana más sigue y ni siquiera se ha dado cuenta que ya es jueves, las montañas quizás cubren la vista, o llenan de nostalgia.

Sentirse feliz, qué era eso, Elm no sabía si la noche era eso, si el abrazo de lo absurdo era, tampoco lo sabía…

De pronto despertó, un año que se avecinaba con furia, ¿le odiaba acaso? un algo que no se dejó ver le susurró: tendrás que ser valiente.

Las mareas comenzaron a desbordarse, y no había forma de evadirlo más que solo enfrentarle.

Estaban como escritas, las etapas que debía de mendigar y desde que el telón se abrió la primera se vino abajo, sus viajes eran largos, eternos a lo mejor, cansados y no podía mantener sus ojos abiertos porque sin quererlo se cerraban, los días le hablaban, las tardes incluso, pero con unos ojos soñolientos no podría verlo, pero  peor aún, cómo podría escucharle.

Segunda etapa, no daban ganas de… (mencionarlo)

La vida pintada de gris tenía que probar y bajo el espejo del alba viajaban los colores que le pedían insistentemente que no se rindiera, eran tan meticulosos que a veces ni se miraban, y un disparo de nieve congeló un aguerrido náufrago que disputó los cien mares para seguir viviendo, y ese algo que no se mostraba, terminó siendo ese ángel que sin pensarlo apareció, con su aroma de estrellas, y quién sabe como huelen las estrellas, pero debe parecerse a su esencia; de pocas palabras que se cruzaban por un viento infernal que les inundaba, pero aún así era una inmensa conexión que él sentía que corría por sus venas, se sentía bien consigo mismo cuando platicaban, se sentía seguro, un árbol sintiéndose seguro ¡qué ironía! ¿no era aquel ser sin poder ir a ningún lado?, y ahora hasta volando está, poco hablaban pero se convirtió en su guía, en sus ganas de vivir; en su mirada se notaba aquella picaresca alma sedienta de amor, denotaba un mundo completo que incluía la teoría del todo.




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