Albino: Bajo la cubierta de sangre Ii

Capítulo II: Protesta

 PROTESTA 

Por unos momentos me quede estática en mi lugar mientras escuchaba en mis oídos los latidos de mi corazón y el respirar de Lawrence a uno de mis costados. No sabía si había escuchado bien.

¿Qué se suponía que significaba eso?

Si era lo que estaba pensando... ¡No!

Definitivamente no lo haría.

No iba a asesinar a nadie, sin embargo, mis pies ya se estaban moviendo por sí solos.

Al cabo de unos instantes me vi caminando a su lado, él me llevaba de la mano, ambos pasábamos por desapercibidos entre la multitud de la gente del pueblo vecino a la cual por primera vez miraba con sumo detenimiento.

Mi pecho se estremeció de tan solo pensar en la idea de poder tener a cualquiera de ellos, podía elegir al que yo quisiera, imaginaba el dolor y el terror en sus ojos, el sabor de su sangre, la desesperación en su voz. Inconscientemente mordí uno de mis labios al clavar por unos momentos la vista en una pequeña niña de cabellos rizados, su aroma era fascinante, atrayente, era algo que jamás había olido, era demasiado fresco y excitante.

Ella no olía como los demás cuyo olor era menos intenso.

—No dejes que su olor te engañe.

De pronto la voz de Lawrence me hizo girar a verlo.

—¿Por qué dices eso? —pregunté con una ceja arriba—. Ella es lo que quiero, lo que necesito.

—No. —Me respondió—. Tú no necesitas beber de esa sangre, aunque si lo deseas puedes hacerlo, no hay nada que te lo impida.

Sin responderle sonreí con malicia mientras daba un paso al frente decidida a ir por ella, aunque él no me dejo ir.

—¡¿Qué?! —espeté furiosa cuando me volví de nuevo hacia él y vi el agarre en mi brazo.

—Te dije que si querías podías hacerlo, pero no aquí, hay demasiada gente. Además, necesitas aprender a escuchar, a respirar y a sentir.

Fruncí mi ceño.

¿Escuchar? ¿Respirar? ¿Sentir? ¿De qué diablos me estaba hablando?

Acaso no era suficiente con lo que ya era. Percibía mejor que ningún otro vampiro las cosas que ningún a mi alrededor. Lawrence solo decía estupideces. Era cierto que estábamos rodeados de personas, pero con mis habilidades nadie me vería, tomaría a la niña, bebería de ella y regresaría sin que nadie lo notara, solo me tomaría un par de segundos.

Me solté, él no me lo impidió.

—Bien, como quieras —dijo soberbio—. Pero cuando estés muriendo nada de lo que hagas podrá salvarte.

Me detuve abruptamente al escucharlo. Sus palabras habían causado algo en mi interior así que, con un gruñido en el fondo de mi garganta tuve que volver a mirarlo.

Él me miró con obviedad, luego suspiro mientras inhalaba profundamente y miraba con los ojos cerrados hacia arriba.

—Siente. —Me dijo—. Lee la atmósfera —susurró al hacer un ademán a su frente—. Respira.

¿Qué era lo que quería que yo sintiera o respirara?

Al verme confundida, meneo la cabeza y se acercó, tomó de nuevo mi mano y me guio hacia una mesa cercana a aquella pequeña que me llenaba de ansiedad. Estaba temblando. Apenas si podía contenerme con toda la sangre que había a mi alrededor, sobre todo la de ella que estaba demasiado cerca.

Lawrence me estaba torturando, aun así, logré contenerme.

—¿Qué quieres que sienta? —pregunté con fastidio.

Él se mantuvo inexpresivo por un rato hasta que, finalmente, se atrevió a hablar.

—Su olor.

Me dijo.

—¿Su... olor? —repetí confundida.

Levanté la vista y la miré por sobre mi hombro mientras parpadeaba varias veces sin poder comprender a lo que Lawrence se refería. Su aroma no era muy diferente al de los demás, tenía la misma esencia, aunque si me detenía un segundo a pensar podía notar algo más en el aire, algo que me atraía.

—¿Notas la diferencia? —preguntó a mi frente.

—Creo —respondí en voz baja mientras regresaba a él y veía cómo el camarero del lugar en el que nos encontrábamos dejaba sobre la mesa un par de bebidas que ni él ni yo tomaríamos, sin embargo, poco después él lo hizo.

Ese hecho me sorprendió. Jamás había visto a los Easley comer o beber algo, aunque recordaba haber visto a Arlus hacerlo. Fruncí mi ceño, quería preguntarle cómo era que podía hacer eso cuando él me evadió con irritante suspiro.

—Para ser alguien excepcional, aún sigues siendo demasiado tonta. —Me dijo con crueldad—. Eres necia, descuidada, arrogante y molesta. —Me enfade—. Lea, nuestro alimento no solo se trata de beber la sangre de los demás, se trata de saber que sangre beber.

Mientras él me hablaba, sus ojos miraban alrededor suyo hasta que finalmente, se centraron en una bella joven que estaba del otro lado, sentada en una banca.




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