Y aquí estoy, sentada en la silla junto a la cama de mi madre viendo cómo va y viene gente que no logro diferenciar, se la están llevando para su ceremonia de núcleo. Nuevamente envidiaba a los humanos, ellos creían firmemente que, pese a que sus seres queridos no estén físicamente con ellos, su alma seguía acompañándolos, nosotros no. La ceremonia del núcleo es nuestro último adiós, al Feirix fallecido le extraen la magia de su núcleo para liberarlo a la naturaleza y pueda unificarse con ella, lo único que queda después es un cuerpo de carne y hueso sin rastro de nada, el cual con el tiempo y humedad dejará de existir. No tenemos otro medio para aferrarnos más que nuestros simples recuerdos.
No sé bien que está pasando, me muevo por inercia sin estar plenamente consciente de lo que hago. Me encuentro frente al árbol de Mashara que va a ser el de mi madre, ella lo eligió, era el más pequeño de la tienda, pero con sus cuidados creció para volverse más hermoso que cualquiera de sus hermanos. Junté fuerzas para poder acercarme a ella, yo era un mar de lágrimas al igual que mi padre, ambos estábamos destrozados, pero ver la última sonrisa de mi madre plasmada en sus labios me da un mínimo consuelo, se fue en paz.
La ceremonia fue esplendida, ahí estaban todos lo que conocieron a mamá, no eran demasiados, pero si los que la amaron con intensidad. La gran mayoría se acercó a mí a darme el pésame y expresarme palabras de aliento, que respondí con un simple gracias, aunque siendo sincera prácticamente no escuché nada de lo que me decían. Poco a poco la gente se fue dispersando, los que vivían cerca retornaron a sus hogares y los que no, pasaron a casa por algunos aperitivos que papá encargó, el siempre prefirió hacer hasta la comida más complicada el mismo, pero el hecho de perder a su compañera le quitó hasta las ganas de eso.
Al terminar la ceremonia me recosté bajo la pequeña sombra del árbol mirando meticulosamente sus hojas, pasando así un poco más de tiempo con mi madre, o lo que quedaba de ella, cuando comenzó a llover volví a casa y pese a los llamados de mi padre seguí caminado escaleras arriba, entré al cuarto de mis padres y me arrodillé junto a la cama del lado donde mamá dormía, tratando de mojar el colchón lo menos posible, el aroma florar del perfume que le compré el día que decidí pasar una mañana de spa sigue aquí, sutil y elegante. Lloré pensando en que ella ya no estaría aquí conmigo, que ya no tendría a la mujer que me contaba sus locas y en su mayoría graciosas teorías conspirativas sobre los humanos, su fascinación por ellos en ocasiones me parecía absurda; puesto que no consideraba como que tuviesen grandes cualidades aparte de su ingenio.
Abro los ojos dándome cuenta que me dormí y no precisamente poco tiempo, la lluvia había cesado, y mi ropa y cabello estaban secos. Al enderezarme pateo el paquete que mamá sostenía cuando la encontré, lo tomo y veo una pequeña nota.
“Para Elena, ábrelo cuando estés sola”
De inmediato reconocí la caligrafía delicada de mi madre, que incluso enferma lograba tener un trazo perfecto, muy diferente a mi escritura atropellada. Tomé la caja con apuro, bajé a toda velocidad por la escalera de dos en dos avisando a mi padre de forma precipitada que iba a salir, no esperé una respuesta y subí al deslizador, descendiendo a tierra lo más rápido que este cacharro podía. Al llegar a la cascada observé el paquete que tenía entre mis rosadas manos, la envoltura era algo precaria, un simple papel marrón con un cordón, pero cumplía su función. Al abrir el paquete su contenido me dejó más confundida que antes; había dos cartas, un paquete más pequeño y una especie de alhajero de vidrio con bordes de oro que tenía unos pequeños frascos de diferentes colores. Abrí la carta que indicaba que debía ser abierta primero, volví a reconocer la letra de mi madre pues era la misma de la nota del paquete.
Para mi pequeña Elena:
Hola mi vida, si lees esto significa que partí de este mundo sin poder contarte la verdad... Lo que estoy a punto de revelarte debe permanecer en secreto, incluso de tu padre. Ni tú, ni él, conocen mi verdadero pasado, supongo que alguna vez te has preguntado por qué siempre en las cenas y fiestas familiares no ha asistido ni un solo pariente mío, bueno, la razón es que ellos me creen muerta. Nací en Avarys, vengo de una de las familias más poderosas de allí, tanto, que la reina Catalina y yo fuimos amigas durante nuestra infancia. Siempre nos escapábamos de las cenas y recepciones reales, para ir a un lugar que era solo nuestro, un pequeño jardín de flores en lo profundo del bosque detrás del castillo. Claro que cuando volvíamos nos reprendían por nuestro inaceptable comportamiento; pero de una forma u otra encontrábamos el modo de escaparnos nuevamente.
Hace años, cuando teníamos 15, en una de nuestras escapadas vespertinas vimos una luz atravesando el velo, corrimos hacia el origen de ese destello y vimos al rey tratando de cerrar una fisura, fue entonces cuando comprendimos que el velo estaba muy débil y que tarde o temprano este caería dejando nada que nos separe de los humanos. Ellos aún tienen esa ambición capaz de pasar por encima de cualquier cosa con tal de garantizar su propio bienestar y poder, tú sabes que no somos un pueblo de guerra, pero ellos sí, muchas de sus armas pese a no tener magia son increíblemente más poderosas que varios de nuestros mejores hechizos, en un enfrentamiento directo muy probablemente perderíamos. El rey al darse cuenta de nuestra presencia se acercó a ambas, a mí me pidió que volviese al palacio para hablar con su hija a solas y explicarle que sucedía, bajo la advertencia que no debía revelar lo que vi a nadie; Catalina se negó a que yo me fuese, ella le aseguró a su padre que era digna de confianza, que estaba segura que lo que estaba por revelarle era algo duro y necesitaría ayuda. El rey al ver la seguridad junto con la fuerza en las palabras de su hija accedió a dejar que yo también escuchase el relato de como la barrera entre mundos pronto desaparecería. Luego de que su padre muriera y Catalina fuese coronada, ella se dio cuenta de lo debilitado que estaba el velo y se dispuso a buscar una solución.