Tres semanas después del incidente del tomógrafo, Aleris estaba leyendo uno de sus libros favoritos cuando escuchó el timbre de la puerta de su casa. Se sobresaltó un poco, aunque las posibilidades la tenían sin cuidado mientras no interrumpieran su sesión diaria de lectura, que era sagrada. Tenía que ver con cómo daba la luz en ese momento en su cuarto y el canto de una banda de pájaros que usaban de sala de ensayos al árbol que daba a su ventana. No había otro momento en el día en que se conjugara esa situación, que se le antojaba ideal.
No reconoció la voz aunque la identificó como masculina y jovial. Sara también sonaba entusiasta y Aleris llegó a entender un “Mi esposo me avisó que vendría”, justo antes de escuchar que subían hacia su cuarto. Por un momento se desesperó, aunque luego pensó en las pocas posibilidades que tenía de mejorar su aspecto y se resignó. Diez segundos después se abrió la puerta por la cual entraron Sara y su tío Tony.
—Aleris, te traigo visitas.
—Gracias por avisarme con tanta antelación, Sara, pero aun así no tuve tiempo de cambiarme de cuerpo.
La señora Douglas puso un gesto divertido de falso escándalo. El hombre delgado de ojos grandes abrió una boca en franca sonrisa que podía presumir de la misma expresividad.
—¡Tú debes ser mi sobrina! Tenía dudas hasta que abriste la boca.
—Me lo imagino.
Durante unos segundos se miraron evaluándose. Aleris no podía juzgar a su padre por no querer a ese hombre, parecía un monigote oscuro y desgarbado salido de una película de Tim Burton.
—¿Puedo darte un abrazo?
—Puedes intentarlo, apuesto a que no me verás salir corriendo.
Tony pasó por alto el sarcasmo y se zambulló entre los cojines, abrazó a su sobrina con fuerza y delicadeza al mismo tiempo. Y en ese momento Aleris no pudo más que aceptar con agrado que esa persona era un pedacito vivo de su madre. Lo retuvo un poco más, Tony se dio cuenta de la receptividad y respondió de la misma manera.
—Los dejo solos, supongo que tendrán que ponerse al día.
Sara solía ser ubicada en ciertos protocolos, Aleris no sabía si se debía a respeto o falta de interés, pero por fortuna nunca era de meterse demasiado en sus asuntos. El problema no era que fuese una mala madrastra, sino simplemente que fuese una.
Tony se acomodó al costado de su cama, tenía una silla en la que seguramente se hubiese sentido más cómodo, pero eligió seguir con la proximidad. Se lo veía feliz, Aleris pensó que si verdad su tío sabía hacer magia, lo de romper el hielo se le daba como un buen truco.
—No te preguntaré “¿cómo has estado?” mejor cuéntame lo que desees. O pregúntame lo que sea. Solamente diré que a pesar de esa cosa horrible que te impide hacer una vida normal, te ves hermosa. Y seguro que lista como eres ya sabes que no te lo digo por compromiso.
—Lo sé. Lo de que soy hermosa, que quieras hacerme un cumplido sin sentirlo no lo descarto.
—Bueno, tenía que intentarlo, me alegro de que tu autoestima funcione a la perfección.
—Tony… tío Tony, deberé acostumbrarme.
—Está bien, siendo mi única sobrina para mí también suena fuerte.
—Bien, dime una cosa, ¿por qué mi madre querría que te busque?
—Nada mejor que ir al grano. Ya tendremos tiempo de que nos contemos de nuestras vidas, aunque… la verdad, no tengo la menor idea.
Aleris frunció los labios y entrecerró los ojos. Solo le faltaba cruzar los brazos para completar la imitación perfecta de Gary Coleman en Diff'rent Strokes.
—¿Seguro que no tienes nada para decirme? ¿Algo que mi madre te pidiera que me dijeses cuando fuese oportuno?
—Aleris, pequeña, me encantaría decirte que tu madre y yo éramos hermanos y mejores amigos, pero la realidad es que no podíamos estar mucho tiempo juntos sin que volaran un par de sillas. De hecho su matrimonio con Daniel fue lo que terminó de distanciarnos. No culpo a tu padre por detestarme, somos muy diferentes. Tampoco puedo decir nada de tu mamá, ella siempre fue muy responsable y profesional, lo cual para mí era el peor signo de aburrimiento. La formalidad y yo somos algo incompatible. Ni siquiera creo que sea una buena influencia para ti, de hecho, intentaré corromperte todo lo posible antes de que me echen a patadas. Demostraré que eres mi sobrina arrastrándote al vicio.
—¿Vicio? ¿Cómo cual?
—Tabaco, te haré fumadora solo para fastidiar a tu padre.
—Dime algo que no haya intentado, la última vez tuvieron que internarme. Definitivamente, no lo disfruté como aventura.
—¿Sexo?
—Tío, tengo trece años, un cerebro sano y un cuerpo que no es capaz de sostenerse en pie por sí solo y difícilmente le resulte atractivo a algún ser humano normal. Por desgracia mis hormonas funcionan bien y creo que leí demasiado sobre el tema para enterarme de lo que me voy a perder de mi pubertad hasta la adultez sin escalas. No es algo sobre lo que me guste ni siquiera bromear.
—Mejor así, nos vamos conociendo, evitaré futuras referencias. Por fortuna mi cuerpo funciona de maravillas y como no me gusta la monogamia, por donde voy no dejo títere con cabeza—hizo un gesto obsceno con su puño—. Ya te contaré para que se te haga agua la boca.
Aleris no podía creer que su tío compartiera su ácido sentido del humor con tanta fuerza, no tenía en su entorno a nadie mayor que no la mirara únicamente con compasión y evitara hablar de algunas cosas para no lastimarla. Pero Tony era tan despiadado como ella. Conversaron largo rato, sobre trivialidades, gustos musicales, libros y arte. Tony se negaba a enseñarle algún juego con naipes, insistía en que era malo y le daba vergüenza insultar a su sobrina inteligente con trucos baratos. Al final accedió y Aleris terminó dándole la razón y diciéndole que era muy malo. Rieron a carcajadas. Ambos estaban tan distraídos que no notaron la llegada de Douglas. El padre de Aleris iba subiendo las escaleras para saludar a su hija cuando escuchó las risas. No pudo evitar sonreír también por el disfrute de su hija. Aleris decía tener buen humor, pero en realidad era sarcástica y su tono era siempre desdeñoso, no solía verla sonreír, sorprendida o divertida. Hoy lo sintió por primera vez en mucho tiempo y agradeció haberle hecho caso y llamar a Tony. No importa lo que detestara a ese tipo, si hacía que su hija fuese feliz, sería capaz de perdonarle todo. Aún hasta que fuese causante de la muerte de su esposa y de su propia hermana.
Editado: 28.09.2022