Aleris del Infinito

Capítulo 4 - Mi amigo Luke.

Un par de veces a la semana, cerca de las cuatro de la tarde, se cumplía un ritual que Aleris disfrutaba como ninguno; desde hacía unos meses tenía un amigo, que como todo lo que viniese de su lado, no podía ser algo convencional. Luke era un año mayor que ella y no era de los niños con mayor aceptación entre los vecinos. De andar cansino y desgarbado, mal vestido y sin padres que estén encima de él, algunos lo tomaban como un ladronzuelo aunque nadie jamás lo viese apropiarse de algo ajeno o meterse con pandilleros o delincuentes. Por el contrario, si un adulto lo abordaba, era cordial y hasta afable en ocasiones. Era el prototipo de figura a la cual se prejuzga solo por su apariencia. Un día, Aleris se lo cruzó en la clínica mientras el chico acompañaba a su madre a hacerse unos estudios que finalmente confirmarían que padecía diabetes. Aleris, que esperaba que su padre completara unos trámites en el pasillo del sanatorio, conversó brevemente con él y lo invitó a su casa. El chico hizo caso, pero de inmediato rebotó con la admisión de Sara, que no lo dejó entrar por no estar autorizado por su esposo. Luke no se amedrentó y comenzó a arrojar piedritas a la ventana del cuarto de Aleris. Ella se asomó y le dijo que lo sentía, él se ofreció a trepar y a entrar por la ventana. A ella le encantó el desafío y el chico estuvo dentro de su cuarto en menos de un minuto. Ese día hablaron bajo y pasaron un buen rato divirtiéndose hasta que al caer la noche, Luke se fue por el mismo lugar. Y a partir de allí las visitas se repetirían con saludable frecuencia.
Esa tarde, Luke arrojó un par de guijarros como de costumbre y el gesto de Aleris para que avance no se hizo esperar. Dio un par de saltos sobre el caño del desagüe, luego hacia el tejado y en uno más estaba al pie de la ventana. La señora Harris, vecina de enfrente y enemiga declarada de Sara Douglas, miraba divertida.


—¿Qué hay, amiga?
—Uff, me temo que demasiado esta vez, ¿viniste con tiempo extra y ganas de escuchar?
—¡Claro!
—Pues… perdí mi virginidad.


Luke puso una cara que iba del estupor al asco y de allí a la vergüenza. Nada parecido al entusiasmo o alegría genuinos.


—¡Oye, pensé que te alegrarías! ¿Acaso no eres mi amigo más cercano?
—Lo suficiente para saber cuando bromeas. Y esta vez no me causa gracia.
—Claro, ¿cómo una lisiada como yo iba a tener una relación romántica? ¡Es tan poco creíble!


El muchacho resopló fastidiado. No compartía esa forma de bromear de Aleris sobre su condición. Le encantaba que se aceptara con tanta hidalguía, pero a la vez lo cansaba ese reguero de bromas pesadas. Hasta la semana anterior Aleris le confesó ruborizándose de muerte que nunca había besado a un chico, y ahora hablaba con desparpajo sobre la supuesta pérdida de su virginidad.


—¿Podemos hablar de algo más serio? O me voy, no estoy de humor para esas cosas.
—Está bien, aguafiestas. Mi tío está de regreso en el pueblo.
—¿Tu tío? No sabía que tenías uno.
—El hermano de mi madre, apenas lo conocí de chica. Y lo busqué (o hice que mi padre lo buscara, mejor dicho) porque mi madre se me apareció en el tomógrafo y me dijo que me contacte con él.
—Aleris, ¿te estás drogando?


Ella largó la carcajada, esta semana no podía quejarse de no haberse divertido. La misma sugerencia viniendo de cualquier otro hubiese sido insulsa, pero soltada con la seriedad de Luke resultaba desopilante.


—No, bobo. Tuve algo así como una experiencia sobrenatural, pero no voy a darte detalles para que te rías de mí.
—Está bien, ahora voy yo con mi noticia. ¿O hay algo más?
—Supongo que no, solo que es mago y probablemente se quede un tiempo en el pueblo.
—Que interesante, tenías que decir su profesión para engancharlo con mi noticia bomba.
—¿Y eso sería…?
—Están instalando en las afueras un centro de recreación. Algo demasiado grande para lo que es el pueblo.

A Aleris se le iluminó el rostro. Luke la admiraba más cuando se mostraba menos adulta y más niña como en ese momento.


—¿Un centro de recreación? ¿Parque de diversiones o algo así? ¿Como Disney?
—¡Bueno, calma! ¿Te traigo una paleta?
—Aún soy una niña y no me avergüenzo.
—Como quieras, ¿te sigo contando o qué?


Aleris cerró la boca, le interesaba mucho el tema como para cansar a su amigo y lograr que se vaya. No hubiese sido la primera vez.


—Bien, el tipo que trae todo el circo, que creo que serà bien grande, es un ruso o polaco de nombre raro que da escalofríos. Ya estuvo armando revuelo con las contrataciones, dice que reclutará gente que quiera trabajar sin mayores pretensiones y con muy buena paga.
—Genial, ¿y dónde ves el problema?
—No sé, me da mala espina. Mi papá dice que estas empresas gigantes no se mueven con tan poca gente como clientes. Ni siquiera trayendo gente de otros lugares, la inversión es demasiado grande. Huele a algo raro.
—Bueno, mi padre no me ha comentado nada. Voy a preguntarle, sería poco común que no esté al tanto.
—Sí, sería raro. Cuando se dice que este pueblo es de tu padre, no se exagera.
—¿Eso te molesta?


La miró unos segundos. Sabía que la respuesta podía costarle la amistad de esa chica a la que quería mucho, aunque no sabía bien de qué modo. Era hermosa, vital, graciosa y con todas las cosas raras que podía esperar en una mujer de su edad y mayor también.


—Para nada, no soy el fan número uno del señor Douglas, pero debo reconocer que hace que este sitio no se haya convertido en un pantano y estemos orgullosos de vivir aquí.
—Tampoco exageres.
—Ok.
—¿Puedo pedirte un favor?
—Lo que sea que me ponga en problemas, ya aprendí a disfrutarlo.
—Cuando el parque esté funcionando, ¿me llevarías?


Luke tenía el sí en la punta de su lengua, cuando recordó que la chica era  paralítica, necesitaba de un arnés especial para caminar y aun así debía hacerlo con ayuda, y la mayoría de sus órganos solían fallar y presentar cuadros complejos que requerían de internación inmediata con bastante frecuencia. Todo podía salir mal en una excursión de ese tipo y estaba seguro de que si algo le ocurría a Aleris, su padre lo mataría con sus propias manos. De todos modos se sorprendió asintiendo.
—De acuerdo.—Aleris se levantó para lanzarse sobre él en un abrazo. Luke se sorprendió por la fuerza de la pequeña más que por su efusividad—¿Eres consciente de que esto puede salirnos muy caro, verdad?
Aleris asintió.
—Por supuesto, pero te lo pido como un seguro, supongo que mi padre no se negaría a llevarme, pero nunca se sabe. Y entonces serás mi carta ganadora.
El chico sonrió con media mueca. Supo en ese mismo instante que esa excursión por demás de peligrosa era un hecho.
—¿Tendremos que llevar el traje de Iron man?—dijo señalando las partes metálicas del exoesqueleto que la ayudaban a caminar.
—Solo si no te atreves a llevarme todo el tiempo colgada como si fuese una mochila.
Se rieron al pensar en la situación, aunque la realidad no estuviese tan lejos.



#8795 en Fantasía
#11203 en Otros
#1382 en Aventura

En el texto hay: fantasmas, fantasa, amor adolescente

Editado: 28.09.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.