14. Cinco idiotas y un intruso.
Cassie
El día no puede ir peor.
Primero, el profesor de Arte no podrá asistir la semana que viene. Lo que significa que no tendremos clases, y a pesar, de ser algo bueno para nosotros, los estudiantes del instituto. Lo malo es que decidió junto con el director darnos la clase de la semana que viene, en el día de hoy. Por lo que hoy vuelvo a tener Arte.
La materia no me desagrada tanto, pero el tener que volver a la clase después de las palabras de Asher y la discusión es algo vergonzoso. Además, que a veces las actividades del profesor son algo absurdas, a mí parecer.
Ese es uno de los motivos por el que este día no pinta para nada bien.
Segundo, ya no sé cómo hacer para controlar los nervios de Andrew cada vez que ve a los chicos, los cuales siguen buscando al responsable de las fotografías y al de la broma.
Después de lo que ocurrió ayer, Andrew se marchó a su casa por el estado vegetativo en el que se encontraba. Hoy, llegó más temprano de lo normal para esconderse antes de que todos los estudiantes comenzarán a llegar. Para esconderse, en especial, de los cinco chicos. De todas formas, él tenía la ventaja y la suerte de no compartir clases con ninguno de ellos, ya que Andrew es de segundo año.
Tercero, además de tener una hora extra a causa de que el profesor quiere darnos la clase de la semana a la cual no va a asistir, tengo que quedarme una hora extra porque las postulantes para animadoras tienen un anuncio importante que dar. Podría irme antes de tiempo, pero hay una chica rubia que no me dejara hacerlo; Helena.
Cuarto, comienza a inquietarme las miradas que se lanzan los chicos mientras fingen realizar el trabajo que el profesor nos da. El que al llegar no hayan indagado con insistencia, solo puede significar dos cosas: sus cerebros son tan chiquitos que ya olvidaron todo el asunto o sus cerebros son tan chiquitos, pero astutos que están planeando algo.
—¿Le sucede algo alumna Foster?
Salgo de mi ensimismamiento y niego con un movimiento de cabeza a la pregunta del profesor. El hombre asiente y vuelve a retomar su caminata sin sentido, alrededor de nosotros.
Quinto, vuelvo a ser la única en la clase que observa como todos los estudiantes dibujan en su lienzo con suma concentración, dejando libres su imaginación sobre la tarea pedida por parte del hombre que observa los dibujos.
—¿Alumna Foster?
Sexto, comienzo a divagar nuevamente en mi mente y los ojos de mis compañeros se posan en mí. Vuelvo a ser el centro de atención, y detesto eso.
—Estoy bien —hablo.
—Yo diría que estás bien en blanco —se mofa Asher. Le lanzo una mirada para que se mantenga callado y con la nariz en sus asuntos, sin embargo, él sonríe y prosigue: —¿Necesitas ayuda para inspirarte? Si quieres puedo ser tu inspiración.
Algunas personas ríen en el salón y otras, simplemente comienzan a murmurar entre ellos.
—No lo serías —contesto y dejo de observarlo para prestar toda mi atención en el blanco lienzo. Si continúo mirándolo y me apunto a su juego, las cosas terminarán como ayer.
—Yo creo que sí. —No entres en su juego, Cassie—. Después de todo, hace pocos días decías que lo era —miente, porque jamás pude haberle dicho eso a alguien que conozco hace menos de un mes.
¡Carajos! Él sabe cómo hacerme enfurecer.
Elevo mis ojos hacia el frente, donde él se encuentra, tal como la última vez el profesor pidió que hiciéramos una ronda al comienzo de la clase, y Asher Black vuelve a estar enfrente. No obstante, antes de poder abrir mi boca para contestar a sus provocaciones, la presencia de un estudiante llegando tarde a clases me interrumpe.
—Alumno Colman, estas no son horas de llegar a clases —lo reprende el profesor, aún a mi lado.
—Lo siento, pero me quede dormido —se excusa él. El estudiante que ha llegado tarde a clases es nada más y nada menos que el chico que no paraba de hablarme ayer, Nicholas.
—Tome asiento —culmina, finalmente el profesor, señalando el espacio vacío a mi lado. Y tal como la última vez, el tal Nicholas vuelve a estar a mi lado y vuelve a hablarme.
—Hola, Cassie —saluda mientras deja su mochila en el suelo. No atino a contestarle y finjo no haberlo escuchado y no estar consciente de su presencia. Pero cuando vuelve a hablarme y está vez, más cerca, debo respirar con fuerza y girarme hacia él—. ¿Qué es lo que hay que hacer? —habla en tono bajo.
Señalo la hoja doblada que hay a un lado del caballete donde el profesor dejo plasmada la actividad. Él sonríe en agradecimiento y prosigue a leer la consigna.
Por suerte, el profesor no pide los dibujos ya que se debe retirar ni bien el timbre suene. Algo a mi favor, porque si no tendría un cero. Mi lienzo no sigue en blanco, pero tampoco se encuentra lleno con la actividad específica, sino que para fingir estar trabajando en clases comencé a dibujar cosas sin sentido.
El timbre suena y el profesor sale disparado como una bala del salón. Los estudiantes toman sus dibujos para guardarlos, mientras que, por mi parte, lo doblo a la mitad y comienzo a romperlo hasta que la hoja se convierte en pequeños trozos.