32. Sólo el principio.
Cassie
El irritante sonido que emite el despertador provoca que despierte y quiera lanzarlo por mi ventana. El sonido es demasiado molesto en este momento y solo me provoca dolor de cabeza. El día de hoy no será nada sencillo y lo sé porque ya me está costando abrir mis ojos, es como si los tuviera pegados y no se quisieran abrir por nada del mundo.
Mi cuerpo se siente pesado y adolorido, como si el día de ayer hubiese estado ejercitándome y eso es imposible. He estado faltando a las últimas clases que da Brenda y otra chica del equipo para las audiciones. En las clases de Deportes no hago demasiado, solo finjo correr y estar agotada cuando los ojos de la profesora están sobre mí.
Retiro el edredón y las sábanas que cubren mi cuerpo. El clima en Portland ha estado cambiante y el frío parece estar llegando. Una ventisca helada me atraviesa de pies a cabeza, ocasionando que vuelva a cubrirme para evitar el frío. Llevo mi mirada al ventanal de mi habitación, está cerrado y no hay rastros de que el viento se filtre por algún otro sitio. Entonces, quiere decir que afuera hace demasiado frío el día de hoy.
La puerta de mi habitación es golpeada suavemente con dos toques para después ser abierta por papá.
—Cassie, ¿aún no despiertas? —pregunta, asomando su cabeza para encontrarme aún en la cama—. ¿Qué sucede?
—Papá —pronuncio con voz ronca y algo inaudible.
Papá ingresa a mi cuarto y se acerca hasta mí. Sus ojos cafés me estudian cada centímetro del rostro y una de sus manos se coloca encima de mi frente y mejillas.
—¿Te duele algo?
—La cabeza y siento mi cuerpo pesado y adolorido —comento con la misma voz de hace segundos.
—Iré a traer un termómetro. Enseguida vuelvo —anuncia.
Asiento cuando se gira para desaparecer por la puerta. Espero a que él regrese, observando el techo de mi habitación y mis ojos comienzan a cerrarse. Quiero dormir y despertar al día siguiente.
La puerta vuelve a abrirse para dejarme ver a papá con el artefacto en manos. Se acerca a mí y controla mi temperatura.
—¿Cuánto? —pregunto.
Su ceño está fruncido mientras observa la mini pantalla.
—Tienes la temperatura elevada, Cassie. Iré por mi celular para llamar a Edward, tiene que verte.
Suspiro y cierro mis ojos. Mis párpados se sienten pesados y solo quiero cerrarlos. Detesto que esto me esté sucediendo. Detesto caer enferma.
—En unos minutos estará aquí —habla papá, volviendo a aparecer en la habitación y refiriéndose a nuestro médico de confianza que es nada más y nada menos que el papá de Helena—. Ahora voy a llamar a Arnaldo para comunicarle que no podré viajar.
Abro mis ojos y sin importarme que tan cansada me encuentre, me muevo para quedar sentada en la cama.
—Papá, no puedes suspender tu viaje por mí.
Él me observa.
—Cassie, no te encuentras bien. No voy a dejarte aquí sola por dos semanas.
Tomo una gran bocanada de aire antes de intentar convencerlo. Las últimas semanas, papá ha estado haciendo horas extras porque la presentación del libro de un escritor muy reconocido está a nada de llegar. Algunas personas de la editorial donde trabaja deben viajar a Nueva York, debido a que el escritor vive allí y será donde se lleve a cabo la presentación.
En la primera semana del viaje, todo el equipo editorial debe ultimar los detalles del libro porque en la segunda semana se hará la presentación. Por eso, el viaje que debe hacer es de catorce días. Es algo que ya hemos hablado y papá me propuso viajar con él, pero tengo el instituto aquí y comienzo a sentirme en casa otra vez. Helena sería mi compañera de hogar, al igual que su familia. Si no me sentía cómoda en casa, iría a la suya durante el tiempo que sea suficiente.
—Me encuentro bien y seguro que no es nada grave, ya Edward te lo confirmará. Debes viajar, has estado los últimos días trabajando para esto y no pienso permitir que no asistas por algo breve. Mañana, seguro me sentiré mucho mejor.
Él no se ve muy convencido con mis palabras.
—No quiero dejarte sola...
—No estaré sola. Helena estará conmigo y yo puedo ir con ella y su familia, ¿lo olvidas? Sus padres estarán cerca y si me siento mal, me cuidarán —lo interrumpo.
—Cassie —advierte, dispuesto a tomar la decisión de quedarse.
—¿Confías en mí? —le pregunto, provocando que se quede en silencio y se olvide de la decisión tomada que ronda por su cabeza.
—Claro que lo hago.
—Entonces, no debes preocuparte cuando digo que no es nada grave.
—Pero...
Lo observo y ruego en mi interior para que recapacite. Un suspiro sale de sus labios después de quedarse en silencio, pensando, y asiente con algo de resignación.
—De acuerdo, no suspenderé el viaje. Sin embargo, si no te sientes bien o te duele algo, por más mínimo que sea, volveré.