Año 2021. Nueva York, Estados Unidos.
Y justo cuando Alessandro se estaba dando la vuelta para marcharse, para huir como estaba acostumbrado a hacer, para quizá ponerse ciego de alcohol en ese maldito estudio mientras trataba de no recordar absolutamente nada de ese imbécil.
Una mano lo arrastró hacia dentro mientras unos suaves labios se posaban en su mejilla.
-Lo sabía Aless, eres el único que puede venir tapado con mascarilla y gafas de sol a una subasta nocturna.-
El tono de John era alegre, contenía esa característica felicidad que emanaba y que lograba contagiarle a las personas de su alrededor. Y en esos últimos dos años desde que se conocían, Alessandro lo había admirado desde el fondo de su corazón.
No lograba comprender con claridad como una persona tan carismática y encantadora se había fijado en el, un estudiante simplón que trataba de pasar desapercibido.
John era el hijo de una de las dueñas de una gran galería de arte, cuya madre quería que siguiera su camino como crítico artístico. Pero él, era un tipo que disfrutaba más bien del libertinaje, los deportes y las peleas, alguien que odiaba ese ambiente tan sofisticado en el que su madre le hacía estar, pero amaba el ambiente callejero de la pandilla de gángsters de la ciudad de su padre que controlaban una zona de Manhattan y se podía decir que eran uno de los grupos más influyentes.
Cuando John descubrió el arte de Alessandro, se dio cuenta de que algo había hecho click en su cabeza. Podía llegar a contemplar uno de sus cuadros durante horas, descubriendo nuevos detalles a cada minuto, él era el único que podía mantenerlo tan ensimismado en un lienzo y por ello, lo consideraba tan especial. Alessandro, era el único tipo con talento que había reconocido en toda su vida.
John veía a Alessandro como un tipo realmente interesante. Nunca le habían atraído los hombres, pero había algo en algo en él que le ponía duro como una piedra.
Alessandro le parecía delicado, como una mujer. Su cuerpo, delgado y su bello rostro lo hacían parecer un hermoso efebo, como esos de la antigua Grecia.
La primera vez que John se dio cuenta de lo hermoso que era Alessandro fue cuando durmieron juntos por primera vez, en una de esas acampadas universitarias, dónde tenían que ir a una zona turística para pintar un paisaje.
Sinceramente, él dibujó a Alessandro mientras este dormía sobre la esterilla, encima del saco. Todavía lo recordaba con claridad, su rostro reflejado a la luz de la luna, sus largas pestañas, su nariz recta y perfecta y sus delgados pero apetecibles labios y él, a la luz de la hoguera, mientras todos dormían, como un fugitivo, retratándolo a carboncillo.
Alessandro, como si no pudiese soportar esa situación por más tiempo, lo cogió con su habitual elegancia y lo arrastró hacia el baño mientras John soltaba gemidos de dolor porque la mano de Alessandro estaba aprisionado la suya con demasiada fuerza.
Cuando lo soltó, John se frotó los dedos adoloridos mientras que las orejas de Alessandro adquirían un fuerte tono rojo, muerto de la vergüenza por no haber podido controlar sus emociones y su fuerza.
John se acercó provocativanente a él, era mucho más alto, por lo menos diez centímetros y algo y presionándolo contra la pared le trató de quitar la mascarilla negra con la punta de los dedos mientras Alessandro, sin expresión decía en un tono neutro.
-No me beses.-
Eso era lo que más le gustaba de su Aless, tras haber pasado un par de años a su lado, parecía como si el muchacho no tuviera emociones o no pudiese expresar sentimiento alguno y a pesar de eso, en sus obras se reflejaba siempre una mezcla de ellos que lograba sorprenderlo al máximo.
-¿Y qué tal si lo hago?- John estaba tratando de provocarlo.
-Te patearé el pimiento tan fuerte que te picará ahí abajo durante tres días.-
¡Oh por dios! John quería morirse de la ternura. El elegante rostro inexpresivo de Alessandro diciendo esas frases tan cursis que él le había enseñado, (ya que el joven parecía tener un inglés de lo más tradicional y antiguo que lo hacía parecer un abuelo en sus ochenta y pico) le mató por dentro y sintió aún más ganas de picarlo.
-Aless, como si fuera la primera vez que tú y yo "lo hacemos".- Dijo con burla.
Alessandro solamente soltó un suspiro de cansancio y por fin, permitió que la mascarilla cayera de su rostro, pues había estado todo el rato apartando las manos de John y evitando que se la quitase.
La sangre de John subió rápidamente por la indignación cuando lo vio. El precioso rostro de Alessandro con un moratón enorme en el pómulo y uno de los labios partidos, con una pequeña herida.
-Esos cabrones, ¿Te han vuelto a molestar, Aless?-
Había sido esa misma mañana, era un viernes y los mismos chicos de siempre lo habían esperado para pegarle una paliza por haberse llevado el reconocimiento del profesor de nuevo. Alessandro podría haberse defendido, pero debido a que necesitaba seguir pasando desapercibido como un nerd simplón no lo hizo, no quería destacar. No necesitaba atención innecesaria, contando con que uno de los acosadores, era el hijo del rector de la universidad.
Alessandro no era vengativo, mientras no tocaran lo que era suyo, lo que era preciado para él, no le importaba si le hacían algo. Total, estaba acostumbrado desde pequeño y no sentía dolor alguno cuando le golpeaban.
Al contrario que Giovanni, su hermano era el dios de la venganza. Tanto si tocabas algo suyo como si lo molestabas a él, a Giovanni, no le importaba mancharse las manos de sangre y tomar la vida de cualquier persona que le tocase los cojones, aunque fuese de la mínima manera posible.
John, que pensaba que Alessandro no se había defendido porque era débil, maldijo internamente al grupo de acosadores, ya les había amenazado tantas veces y al parecer no aprendían. La próxima vez, tendría que jugar algo más sucio, quizá romper alguno de sus dedos o brazos para que no pudiesen volver a coger un pincel en lo que quedaba de año...