Año 2021. Nueva York, Estados Unidos.
-Aless, más despacio. Estoy algo ebrio, ¿Sabes?- La cara de John estaba roja, sus mejillas sonrojadas, lo hacían parecer aún más adorable.
Alessandro tenía un humor de perros, había estado esperando en aquella esquina, en la puerta del hotel al menos cuarenta y cinco minutos, perdido entre recuerdos y deseando poder estar tan ebrio como John cuando lo vio venir tambaleándose, apoyado en uno de los trabajadores del hotel.
Habían cogido un taxi, puesto que en esas condiciones, Alessandro no estaba dispuesto a cargar con ese pesado hombre que ni siquiera podía caminar en línea recta.
Y ya, en la puerta de su casa, de su estudio, Alessandro se había precipitado escaleras arriba, sin ni siquiera esperarle, antes de darse cuenta de que si lo dejaba en el piso de la floristería, la parte baja del pequeño edificio, al día siguiente cuando la abriera y la gente entrase, se asustarían al verlo ahí, tirado y medio muerto.
Por lo que volvió a bajar a por John, mientras lo ayudaba a subir las escaleras. Sí, lo dejaría tirado en la puerta del estudio, en vez de en el suelo de su floristería, pensó.
Pero al final, lo depositó sobre la acolchada alfombra que había en el centro de la habitación y le puso una manta desgastada, pero limpia encima.
Fue quitándose la americana, y se quedó en camisa. Sus ojos negros, brillantes, en medio de la oscuridad, buscaron a tientas la persiana, para poder subirla y abrirla.
Eso era lo que más le gustaba de su pequeño estudio, situado en un descampado cercano al centro de la ciudad, desde el que, perfectamente, se podía divisar los altos rascacielos y la luz de la luna, que daba directamente sobre la sala.
Sentado en el alféizar, comenzó a tararear una melodía, era noche de luna llena, en septiembre, y el aire todavía era cálido. Si se caía desde aquella distancia, moriría, pero aún así, una de sus piernas, se balanceaba tranquilamente hacia fuera.
Su apariencia, podría ser perfectamente la de un ser muy tentador, si lo veías desde dentro de la habitación, pero si lo observabas desde fuera, quizá pensarías que era un suicida extraño.
Y John lo sabía, medio borracho aún, lo contemplaba, su cabello, sedoso y algo largo, despeinado, meciéndose con el viento, su camisa medio desabrochada y su rostro, mirando a la luna con melancolía mientras las notas de la canción resonaban por la sala.
Rápidamente, se hizo el dormido, cuando Alessandro pasó a su lado, buscando a tientas, de nuevo, uno de sus pinceles y su paleta de colores con los óleos.
Sabía lo que iba a hacer a continuación, Alessandro nunca pintaba frente a otros, siempre lo hacía en secreto, en soledad. Y sí él daba indicios de estar despierto, dejaría su objetivo artístico inmediatamente, por lo que John, fingió que seguía dormido, mientras por el rabillo de ojo observaba sus movimientos.
Aunque fuese su mejor amigo, o bueno, su único amigo, Alessandro nunca había dibujado frente a él, o al menos no cuando estaba despierto.
Alessandro, cogió y arrastró con cuidado uno de los caballetes, sobre el que reposaba un lienzo, tapado con una fina tela, al parecer acabado en su mente, aunque le faltaban algunos detalles...y prendió una pequeña lámpara para iluminar la obra de arte.
Pero cuando destapó el dibujo, algo lo sobresaltó.
¡El lienzo que estaba bajo la tela, era el cuadro que debería haber sido vendido en esa subasta!
Exactamente, era el cuadro que Giovanni debería haber adquirido. Era "Eros en Italia".
No, algo no cuadraba, algo estaba mal. El nerviosismo de Alessandro solo aumentó y fue destapando cuadro por cuadro, mirando detenidamente cada uno de los que no estaban cubiertos, comprobando com cuidado y desesperación que lo que se imaginaba que había sucedido, no fuera real, que todo fuese una ilusión de sus ojos.
Eso es lo que quería, que hubiese sido una alucinación y tras la comprobación exhaustiva, se quedó mirando su "Eros en Italia" con la esperanza de que aquella terrible visión terminara y apareciera el retrato de Giovanni, en aquella habitación, observando de perfil aquella playa de su infancia.
Pero por mucho que rezaba y miraba fijamente, parpadeando con fuerza repetidamente, la imagen no cambió.
Se frotó los ojos, y exaltado, encendió la luz, para realizar una segunda y una tercera comprobación, sobresaltando a John, que siguió con su teatrillo a pesar de verle muy nervioso, una obra de teatro, que acabó por hacerse realidad, pues mientras Alessandro revisaba una y otra vez, él se quedó dormido.
"Plassh" Una botella de agua, casi lo ahogó, su cara, el cuello de su camisa y la alfombra de debajo estaban empapadas, y en frente, de pie, estaba Alessandro, sosteniendo el objeto culpable con una mirada de enojo que hizo que un escalofrío recurriera su espalda.
John, se incorporó sobresaltado, y lo miró, medio despejado, con ojos de curiosidad, nunca había visto esa mirada en su amigo. Normalmente, Alessandro era una persona muy tranquila, la cual, tenía una expresión indiferente e imperturbable, pero parecía que esta vez había hecho algo que sí que lo había perturbado pero pero bien.
-¿Dónde está la obra que se encontraba sobre ese lienzo?-
Estremecedor. John, todavía confundido y sin entender la situación, miró hacia la dirección que Alessando señalaba con su dedo índice. Y pensó, que este se había vuelto loco.
-¿Cómo que dónde está? Está en las manos de Giovanni Salvatore, ¿No lo recuerdas? Te dio diez millones de doláres por él.-
Alessandro, solamente suspiró y respiró hondo, contando hasta cien, tratando de calmarse y de no ahorcarlo en ese mismo instante.
Cuando llegó al quinientos cincuenta y tres, se dio la vuelta y se dirigió a la cama, de la que sacó, de debajo de esta, una enorme maleta negra en la que comenzó a meter ropa apresuradamente, bajo la atenta mirada de John, que no comprendía absolutamente nada.