Año 2021. Nueva York, Estados Unidos.
Giovanni se revolvió incómodo mientras trataba de evitar la suplicante mirada de su amante que le pedía con fervor que enviase a alguien a recuperar el maldito contenido de la caja fuerte de su padre.
Sinceramente, Giovanni Salvatore no tenía ni idea de la importancia que tenía aquellos documentos, pero tampoco le importaba debido a que toda su atención entraba enfocada en la recuperación de su hermano.
Ese idiota escuálido ni siquiera había ido a un jodido doctor cuando lo habían apaleado de aquella manera, soportando el dolor de las heridas él solo hasta que su cuerpo había llegado al límite y se había desmayado en sus brazos.
Y casa vez que lo pensaba, Giovanni se enojaba más consigo mismo.
Nunca más dejaría que Alessandro saliese dañado, ni una mínima rozadura o un solo raspón volverían a aparecer en su cuerpo.
Giovanni no necesitaba una espada afilada, ni un asesino que hiciese todo su trabajo sucio, solamente quería que su mitad, su mano derecha y su hermano regresase sano y salvo a casa y ni siquiera habían pasado dos días antes de que Alessandro hubiese terminado en el hospital.
Carlo Montesino se podía ir a freír espárragos, él no estaba dispuesto a escuchar toda su mierda sobre los problemas familiares y la herencia.
Pero al fin y al cabo, era su chico, y no podía dejarlo tirado así que tras oír una serie de retahílas, protestas y llantos más decidió que enviaría a alguien del "Imperio Negro" solo para no tener que escucharlo más.
Y mientras salía a hacer la llamada fuera del hospital, Carlo se dio cuenta de que esa era su oportunidad e inmediatamente fue en busca de Alessandro.
Solo debía provocarlo como la última vez. Lo demás lo tenía todo bien planificado.
Había buscado una manera de ayudarlo a escapar del hospital sabiendo que ambos eran demasiado parecidos, le había dejado su bolsa de viaje en el aeropuerto por lo cuál solo tendría que subirse directamente al avión cuyo pasaje Carlo había reservado con antelación y él mismo le enviaría las coordenadas exactas donde había preparado aquella trampa fingiendo que se las había oído a Giovanni mientras lo espiaba.
Carlo entró apresuradamente en la habitación sobresaltando a Alessandro que se encontraba dibujando tranquilamente un ramo de flores que su hermano le había obsequiado y derribó el florero aparentando haberlo hecho sin querer por los nervios.
Él comenzó a explicarle rápidamente a Alessandro que estaba buscando a Giovanni para contarle sobre el robo a la caja fuerte de su familia y que de ahí venían las prisas, pues las pertenencias desaparecidas eran demasiado importantes para su reputación.
Junto con algunos documentos de su padre, Carlo había guardado allí unas grabaciones comprometidas de Giovanni en la intimidad y su cara se puso pálida cuando mencionó las cámaras de seguridad de la mansión Salvatore.
Lo había hecho a propósito, él estaba estudiando artes escénicas y era un actor magnífico por lo que expresar su nerviosismo al referirse a aquellos vídeos lo hacían parecer mucho más creíble para lo que iba a confesar a continuación.
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Las cámaras de seguridad habían grabado todos los actos ilícitos que Alessandro había hecho con su hermano aprovechándose de su borrachera y había sido Carlo el que había robado las grabaciones para amenazarlo en un futuro porque lo odiaba.
Giovanni era suyo y se sentía tan celoso de que cuidara así a Alessandro que no pudo evitar guardar las cintas como un arma para dañarlo y ahora, habían acabado en las manos de aquellos ladrones contratados por los Bellucci para vengarse de su familia y de los Salvatore por mantener buenas relaciones de amistad entre ambas élites.
Si Alonzo Bellucci recogía esas grabaciones, las usaría para arruinar toda la economía Salvatore y la reputación de Giovanni quedaría arruinada no solo por el porno con su amante Montesino, sino que por el amor de hermanos especiales que se profesaban ante las cámaras.
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Cuando acabó de hablar la cara de Alessandro seguía siendo inexpresiva, aunque sus ojos contenían un matiz de preocupación pero él confiaba plenamente en su hermano y sabía que Giovanni no se quedaría de brazos cruzados.
Giovanni Salvatore era muy controlador y seguro que podía resolverlo antes de que él pudiese parpadear tres veces, o con una simple llamada o amenazando a las personas adecuadas.
Pero mientras Giovanni volvía y Carlo salía a tratar de convencerlo nuevamente para actuar, Alessandro se dio cuenta de que su hermano no recordaba aquellos momentos en los que se habían acostado juntos.
En ese tiempo, cuando Giovanni estaba cansado por la enorme presión que ejercía el dirigir solo la familia y devastado por el asesinato de sus padres a los cuales había jurado vengar con un castigo peor que la muerte, en sus ratos libres se dedicaba a beber para desahogar penurias.
Siempre había sido Alessandro quién lo había llevado a la rastras a su habitación de nuevo, quién lo había limpiado con delicadeza y quién se había quedado a su lado para sofocar sus pesadillas pero desde el primer momento él había pensado en otras personas a la hora de hacerle el amor.
Al principio, Alessandro había quedado roto, dolido y frustrado, pero luego, tras las repetidas súplicas de aquel borracho al que no le podía negar nada siguió sufriendo en silencio y disfrutando en el nombre de otros para al día siguiente hacer como si nada hubiera pasado.
Si Giovanni se enteraba de eso quizá Alessandro no tuviese la cara suficiente como para enfrentarlo de nuevo nunca más y según lo había hecho sonar Carlo, él había sido el que se había aprovechado de un maldito borracho.
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Cuando Carlo fue a por un capuchino sabiendo que su plan corría a la perfección, Giovanni entró en la habitación agachándose para recoger el ramo de flores esparcidas y tiradas por el suelo.