La prueba fue realmente dura, pero estaba bastante confiada. Y aunque teníamos que esperar una semana para saber los resultados, me atreví a cambiar el turno en la cafetería por si quedaba seleccionada, estaba apostando todo a esas prácticas y esperaba no equivocarme con ello.
Mientras tanto traté de seguir con mi “vida normal” o lo que era más correcto decir, mi rutina habitual.
Esta consistía en encargarme de Amy, trabajar y estudiar, en ese orden. Cada día después de correr de aquí para allá como loca entre el colegio de Amy, la cafetería y la universidad, llegaba a casa a verificar que papá seguía vivo, Me perseguía el miedo de encontrarlo ahogado en alcohol o algo así, si me quedaba un poco de fuerzas, limpiaba un poco y luego preparaba la cena, papá nunca quería salir a comer, pero igual guardaba su comida, sabía que cuando me iba a la cama él salía por ella.
El viernes tenía un momento libre así que decidí visitar a Abril, normalmente iba todos los domingos con Amy, pero cada vez que tenía la oportunidad me escapaba para verla un rato. Y eso ocurría tan seguido que llegué a conocer a la mayor parte del hospital.
Al llegar al lugar en el que se encontraba Abril desde hacía más de un año, saludé a una enfermera que me pasó por el lado y me detuve frente al ascensor para subir a su habitación. Tan pronto como las puertas de éste se abrieron me quedé petrificada por un momento al ver quien estaba dentro. Él tardó un poco más en verme dado que estaba inclinado tecleando en su teléfono celular, pero cuando se dio cuenta de que las puertas del ascensor estaban abiertas, levantó la cabeza y me vio, entonces recreó muy bien la mirada que me dio en la cafetería. Vi el momento exacto en el que empezó a fruncir el ceño y salió disparado del ascensor sin rozarme siquiera, como si tuviera miedo de que lo contagiara de alguna enfermedad o algo así.
De nuevo ese hombre y de nuevo esa mirada.
Entré en el ascensor algo desconcertada, preguntándome que hacía aquí. Es a quién catalogué como el hermano del “señor perfecto”. El hombre que me dio esa mirada de odio el otro día y que hoy recreó tan bien.
Era la primera vez que lo veía aquí y no pude evitar preguntarme si tenía algún familiar enfermo, si lo volvería a ver por esos pasillos, si seguiría recibiendo esas miradas llenas de odio.
Todos esos pensamientos daban vueltas una y otra vez en mi mente hasta que el ascensor volvió a abrir sus puertas, esta vez en el piso en donde se encontraba mi hermanita, sin embargo, tan pronto salí todo pensamiento que no estuviera relacionado con Abril desapareció inmediatamente. Cuando estaba con ella solo importaba Abril y nada más.
Me dirigí a su habitación, toqué una vez suavemente y entré lentamente. Ella estaba en su cama mirando fijamente el techo con la sabana hasta su cintura. No volvió la mirada cuando entré, ni siquiera cuando tomé asiento a su lado. Puse una enorme sonrisa en mi rostro y le hablé.
—Hola osita —solo en ese momento reparó en mi presencia y volvió el rostro poco a poco hacia mí.
Me miró extrañada y luego a la puerta mientras empezaba a mover sus pequeños labios tratando de formular la palabra. Abril tenía que aprender todo desde cero, desde hablar hasta caminar y no es que no decía ninguna palabra, al contrario, decía muchas palabras juntas, pero éstas difícilmente tenían ningún sentido.
Los médicos decían que le podía llevar hasta dos años recuperar el habla por completo. Sin embargo, a pesar de no entenderla del todo sabía lo que estaba preguntando. Si papá había venido a verla.
Cuando Abril despertó nos llevó un tiempo, pero con la ayuda del doctor y una especialista pudimos hacerle saber que mamá no sobrevivió al accidente, fue devastador pero teníamos que hacerlo. Desde entonces cada vez que venía a verla me preguntaba dónde estaba papá, aún no había venido a verla ni una vez y ya me estaba quedando sin excusas para darle.
¿Cómo le dices a tu hermana de siete años que su mama murió en un accidente y que ahora su papá está demasiado ocupado lamentándose, siendo infeliz y ahogándose en alcohol como para venir a verla? No, no puedes.
—Ya sabes que está muy ocupado trabajando osita. Por eso no ha venido. Tiene que trabajar mucho para pagar a todas las personas que te están ayudando a mejorar.
Ella asintió no muy convencida, yo tampoco lo estaría la verdad. Saqué algunas hojas del bolso para tratar de distraerla del hecho que, su único progenitor vivo aún no había ido a verla ni una vez.