Una semana después de haber realizado la prueba, me enteré que fui acepta para las prácticas en el estudio de arquitectura.
No podía estar más emocionada, eso me daba esperanzas, me hacía sentir que en efecto todo podía mejorar. Era un pequeño paso para todo lo que esperaba poder lograr.
Sin embargo sabía que sería duro, porque ahora iba a tener que hacer más y más cosas, las clases, las prácticas, las niñas, el trabajo, cualquiera diría que era mucho para una persona, pero no para mí, yo tenía que poder con todo. Pero me engañaba pensando eso, porque a fin de cuentas hacer las prácticas implicaba que pasaría más tiempo fuera de casa y por ende más tiempo lejos de mis hermanas.
El martes en la noche estaba sentada haciendo nada en el mostrador de la cafetería. La noche había estado bastante tranquila, en realidad casi siempre era así, tanto que a veces hasta me daba la oportunidad de hacer alguna que otra tarea de la universidad, y dado que mi compañero se había marchado hacía un rato, esa noche yo era la encargada de cerrar.
De repente alguien abrió la puerta de la cafetería con tanta fuerza que por un momento esperé que la calle escupiera a un humano directo hacia mí, y prácticamente eso fue lo que pasó, solo que para mí consternación ese humano que terminaba de entrar no era otro que el señor perfecto, ok tal vez debería dejar de llamarlo así.
Se acercó al mostrador con paso decidido y empezó a hablar.
—Así que estás aquí ¿Sabías que estuve toda la semana pasada viniendo aquí solo para verte? Pero para mí desilusión nunca estabas. —Dijo tan pronto llegó al mostrador y se detuvo ante mí.
— ¿Perdón? —estaba tan impresionada de que él estuviera allí a esta hora, hablándome, además, las palabras que estaba diciendo me parecían irreales, así que mi tonto cerebro no pudo reaccionar con una respuesta mejor.
—Lo siento. No es mi intención ser brusco, es solo que vine a la cafetería a la hora de siempre y no estabas y seguí regresando pero nunca estabas, pensé que te habían despedido o algo así y no tenía tu número, ni nombre, ni ninguna forma de dar contigo ¿sabes cuánto tiempo me llevo convencer a tu amiga para que me dijera que solo cambiaste el turno?
—No mucho por lo visto —respondí con sarcasmo. Por supuesto, esto era obra de Mega ¿Por qué no me sorprendía?
—Lo siento —se disculpó de nuevo— no quería proceder de esta forma ¿porque no empezamos de nuevo? —me dijo más calmado y con una pequeña sonrisa mientras me tendía su mano —mucho gusto. mi nombre es Eider Wells.
Eider. Así que el señor perfecto tenía un lindo nombre. Dudé por un momento, este era un muy extraño momento, pero luego le estreché la mano.
—Alexia —respondí, a lo que él me sonrió. Una sonrisa grande, hoyuelos incluidos.
—Y dime Alexia, ¿te gustaría tomar algo conmigo?— Que directo pensé, pero en vez de eso respondí otra cosa.
—Estoy trabajando —Él le echó un vistazo a la cafetería indicándome que solo estábamos nosotros y un señor de bastante edad quedándose dormido en una de las mesas del fondo. Le ofrecí una pequeña sonrisa indicándole que no pensaba ceder y le pregunté si iba a tomar algo.
—Café grande sin azúcar por favor —Respondió aun sonriendo.
—Café grande sin azúcar marchando —. Respondí yo por inercia. Lo que provocó que su sonrisa se agrandara más.
Serví su café y él se sentó en una de las sillas altas del mostrador.
—Cuéntame de ti —pidió sin más.
—Oh no, no te hablare de mí. Por la forma en que entraste aquí y todo lo que me dijiste me dejó claro que eres un acosador. Seguro torturaste a mi pobre amiga para que te diera mi ubicación. No pienso decir nada de mí hasta que no sepa que es seguro—. Dije medio en broma.
—Entonces te propongo un juego, 20 preguntas. —Realmente no perdía nada ¿o sí?
—Tres preguntas.
—Oh vamos, por lo menos regálame cinco.
—¡Hecho!
Su sonrisa nunca abandonó su rostro. Y a lo largo de la noche pude darme cuenta que mi comportamiento reservado se equilibraba perfectamente con su personalidad alegre y ostentosa.