Díez.
Observe a mi profesor, uno de los más amargados y él que da Ciencias Sociales, un hombre que parece tener cara de divorciado, pero como un buen chismoso supe que su esposa lo había engañado... con otro profesor y compañero suyo de trabajo, así que técnicamente si está divorciado.
Él está explicando la tarea, y una exposición que debemos tener para la próxima semana, después de Semana Santa.
Nueve.
Clavo mi mirada en la puerta, y vuelvo a mirarlo, a mis lados unos compañeros anotan la tarea, cosa de debes estar haciendo, pero otros solo pierden el tiempo haciendo garabato, sin estructura ni base en sus cuadernos, por último están los que se comportan como yo: Esperando la hora de irse.
Puedo ser el mejor estudiante del grupo, pero ¡quiero ir a mi casa y hundirme en mi cama! después de hacer las tareas.
Ocho.
El profesor comenzó a formar grupos, si, este no nos deja formar nuestros propios grupos, cosa que agradezco porque Luis es bien flojo y deja todo para última hora.
Siete.
Llega a mi nombre, ruego en mi interior que sea con unos compañeros de nota promedio o alta. ¡Vaya desafortunado! Me toca con Luis y otro compañero que se llama Domingo y una compañera llamada Mónica, mejor conocida como Mona.
Seis.
Me muerdo la lengua para no reclamar, en el grupo en el que estoy metido la única con notas promedio es Mona, pues la bola de mensos de Luis y Domingo pasan raspadas las materias, y yo tengo las notas altas obviamente.
Cinco.
El profesor habla sobre lo requisitos para la exposición: Cartelera, explicación clara sin tantas vueltas y algunas cosas más.
Cuatro.
Veo de reojo a Mona tratando de aguantar las ganas de un reclamo mientras la chica a su lado tiene una expresión malhumorada, casi ofendida. Luis está delante de mí así que básicamente puedo verlo y el parece brillar.
Maldito flojo.
Tres.
Detrás de mí está Domingo, por lo que no puedo verlo, lastimosamente no tengo ojos en la espalda o en la nuca, pero puedo sentir su alivio mortal.
Otro maldito flojo.
Dos.
Comienzo a escribir a toda velocidad la tarea. Ahorita mismo le doy gracias a mi mamá por meterme en esos aburridos cursos de escritura, caligrafía y ortografía.
Pero igual odio escribir.
Uno.
Guardo las cosas cuando veo al profesor hacerlo antes de que toquen la campana, qué rápido terminó la clase.
¡Oh, vamos! Estabas contando los minutos para que terminara la clase.
Sip, termino muy rápido.
Salgo después del profesor que, aunque mantenga su expresión amargada, se ve liberado. Parece un estudiante más. Y antes de que pueda seguir mi camino hasta el Portillo para llegar a la mi casa y comenzar Semana Santa soy detenido por una mano delicada, ¡Pero con una fuerza!
"Espérate ahí, debemos ponernos de acuerdo" La voz detrás de mí se escucha escalofriante.
Me doy la vuelta y ella parece escanearme con su mirada, da miedo, e inesperadamente me sonríe... no entiendo... ni quiero hacerlo al aparecer.
"Bueno..."
detrás de ella estaba mis otros dos compañeros, los dos tenían una mirada aburrida y un poco asustada.
Fuimos a la tienda, tuve la tentación de gastarme lo que me había quedado, pero la voz de mi madre interrumpió mi mente: “Debes ahorrar, no puedes andar gastando todo”
En contra de mi hambre de mecatos me senté y solo compre una bolsa con agua, nada caro la verdad, solo agua. Me obligué a aguantar ese tiempo de hambre que no es para llenarse al ver como mis demás compañeros compraban papitas o yupis, hasta algunos refrescos.
Es difícil tener un buen hábito cuando tienes la tentación delante de ti.
"Bueno, primero que nada ¿En qué casa lo hacemos?" Preguntó Mona, juro ver a Domingo tensarse por unos segundos.
"En la mía ni muerto" Fue el primero en hablar, Domingo.
"En la mía no hay internet, si eso no es un problema y los dejan ir a una local a unas cuadras, claro" Dijo Luis con poco interés.
Auch, sin internet. Hasta a mí me dolió eso.
"A mi no me dejan andar por ahí... en una ciudad" Informé, lo último casi fue en un susurro.
Seguramente soy al único que no le dejan ir a unas cuántas cuadras.
Y no soy lo suficiente rebelde como para desafiar a mis padres, en especial a mi mamá que siempre tiene expectativas fijas en lo que haga.
"En la mía hay tres diablos cojos que de seguro nos joderan la vida y no nos dejarán estudiar" Murmuró casi molesta.
¿Día.. que?
¿Serán brujas?
Escuche una risita de mi un lado, a mi lado derecho Luis parecía estar reprimiendo una risa y a mi lado izquierdo Domingo también estaban en las mismas. Mónica lo notó y suspiró antes de aclarar mis mil preguntas.
"Esos hijueputas diablos mochos que si entran a una iglesia de lo atroces se queman... son mis tres hermanas menores" Explicó con una mueca, aunque en sus ojos no se veía odio al hablar de ellas.
Y que había un tiempo en el que quería tener hermanos o hermanas...
"Ah... ¿y si lo hacemos en mi casa? Para que se ubiquen un poco vivo..." mi voz se esfumó tratando de recordar la carrera de la casa, ¡es que donde vivía se tomaban puntos de referencia! "cerca de Jack, el de once"
"Así que tu madre es-"
"Oh, no, yo vivía en un pueblo en medio de la nada, así que mi mamá es un poco... estricta, si vamos a estudiar lo más probable es que ella nos supervise cada tanto" La interrumpí antes de que terminara lo que sea que fuera a decir de mi madrecita.
"¿Tú madre no te tiene ni un poquito de confianza? Auch" Más que todo fue una burla lo que dijo Luis.
Miré a otro lado... Nunca lo vi de ese modo.
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Editado: 26.01.2022