Como los dos no pudieron ser capaces de retomar sus rumbos alguien tuvo que llegar a buscar a Margarita, que después de prometerle a Oliver una bebida se fue con su amigo quien la tomó del brazo y la jalo para desaparecer por la parte trasera del restaurante.
Oliver estuvo parado ahí por lo que pudo parecer una eternidad, pero en realidad fueron como veinte segundos. Si él hubiera sido un poco más impulsivo la hubiera seguido para pedirle su número o para invitarla a comer, pero su alma seguía sin obtener la vida y amor suficiente para hacerlo. Así que solo pensó tanto como podía con su rostro y sus ojos, se negaba a olvidar los detalles de ella incluido ese lunar cerca de la comisura de sus labios. Aunque también se sentía un acosador por repasarla tantas veces en su mente. ¿Es que ha sentido eso alguna vez? Parece que no, porque recordaría muy bien haberse sentido electricidad como lo había hecho hoy.
Ya una vez en la mesa con sus padres fue Lucy quien ocupó su mente.
— Oliver, querido, una señorita vino y dijo que dentro de cinco minutos vendría con el menú ya que parece que habrá un sorteo algo por el estilo — dijo su madre con una sonrisa completamente genuina y feliz. Estaba sentada al lado de su esposo quien la veía embobado cuando sonreía.
— Son dos premios, querida, los cuales son poder comer gratis o tener el placer de bailar con la cantante. — dijo su padre. Sin poder contenerse Adrián tomo la mano de su esposa, Mía, y le planto un beso delicado sobre sus nudillos y luego puso sus manos entrelazadas sobre la mesa. — Espero que ganemos el primer premio, porque en mi vida bailaría con otra mujer que no seas tú, amor mío.
Y como si fuera una jovencita, las mejillas de Mía se tornaron de un tono rosa y sus ojos brillaron de placer. Para Oliver eso era un recordatorio de que ya no conseguiría estar con el amor de su vida, pues para él su tiempo había pasado. Sus padres lo tuvieron cuando ambos tenían 23, y ahora él con 32 estaba solo y con una hija pequeña.
Pero no era momento para pensar en eso.
Con toda su voluntad, Oliver se concentró en estar felices por sus padres y en pasar un buen rato con su hija. Ella merecía tener un padre bueno y atento. Ella era el presente que lo mantenía con vida. Sin embargo, a su vida le falta esa chispa e ilusión por querer ver el solo cada mañana.
— Bueno, entonces espero que sea Oliver el ganador. — mencionó su madre.
— Yo pienso bailar con otra mujer que no sea mi hermosa hija, aunque para eso tendré que esperar hasta que pueda caminar. — dicho eso Oliver saco a su hija de la silla especial en la que estaba sentada a la par suya y la sentó sobre sus piernas. La pequeña parecía que aún estaba algo dormida por lo que se recostó contra su pecho y agarro con su manita su dedo y lo sujeto fuerte, haciéndole entender que así era como ella quería estar. — Además, ¿Por qué alguien quisiera bailar con una cantante que no conoce? Y ¿Qué clase de mujer hace eso?
Oliver no juzgaba lo que iba a pasar, pero al ver a su niña en brazos se la imagino bailando con alguien más y no le gusto. Pareciera que sus celos de padre se estaban despertando muy pronto y ni siquiera ha empezado a estudiar.
— Pues al parecer nosotros somos los únicos que no conocemos a la banda que está por iniciar la apertura, porque desde que entramos escuchamos decir que ya era hora que la banda se diera a conocer de esta manera. — dijo Adrián señalando a todo el lugar — mira lo emocionados que están y no quitan la vista de escenario de enfrente.
Era un milagro que ellos justo estuvieran frente al escenario, como si ese lugar hubiera estado reservado para ellos.
Y vaya que era así porque cuando las luces se apagaron y solo las luces de estrellitas que decoraban el lugar quedaron encendidas ellos tenían una mejor vista del lugar.
Pronto las personas empezaron hacer ruidos y a gritar de emoción cuando unas personas subieron al escenario. Eran cinco, tres chicas y dos chicos. Una de las chicas se acercó al micrófono principal, su rostro y cuerpo estaban cubierto por algo parecido a una enorme capa con capucha.
— Buenos noches, gente hermosa. Sean todos bienvenidos a Pequeños Placeres un restaurante para enamorarse— dijo ella y todos le contestaron al unísono. Su era fresca y tranquila, su voz era familiar — espero que está noche sus corazones se llenen de mucho amor y para eso empezaremos con el concierto. Somos Sol del Mañana, no lo olviden.
Las personas gritaron sí y pronto los instrumentos empezaron a sonar y de a poquito las luces volvieron a encenderse.
La chica empezó a cantar una balada, algo suave pero que seducía los sentidos. Su voz hizo que Oliver arrugara sus cejas, recordó entonces que era la voz de la chica que cantó hoy en el parque. Se sorprendió de lo inesperado que eso era, pero reconocía que se había sacado la lotería por escuchar otra vez.
Lucy se removió y Oliver volvió su mirada a ella. Ahora ella tiene los ojos abiertos y le sonríe, él le devolvió la sonrisa y se acercó a darle unos besos en sus hermosos cachetes rosado.
— Cariño, mira, que chica tan bella. Estoy segura que es la chica que hace un momento ayudaste afuera. — su madre llamo su atención y le señalo al frente con la mirada.
Él sin dejar de sonreír levanto la vista y su corazón casi se para.
Sí es ella. Es la chica que lo derritió con la mirada, la misma que también toco su corazón con la voz. Algo en ella lo hacía sentir que volaba.
Margarita sentía sobre ella una mirada ardiente, una mirada que le tocaba el alma así que busco entre la multitud pero no tardo tanto porque justo frente a ella estaba Oliver. Cuando sus miradas se volvieron a conectar sus vellos se erizaron y Margarita casi olvida respirar para seguir cantando.
Margarita no comprendía porque sentía su piel arder de esa forma. Con timidez dejó que la capucha, la cual era color Lila con mieles de flores de distintos colores, le cubriera un poco el rostro. Era extraño que hiciera eso, pero ella se sentía indecorosa bajo la mirada de un hombre tan apuesto, ella tampoco quería que notara como le afectaba su mirada.