Algo maravilloso

Capítulo 07

Elián POV

En el camino, pase dejando a Arlet por su hogar, ya que cuando iba hacia mi apartamento pasaba por la entrada de su colonia. Ella solo tenía que caminar una cuadra para llegar a su destino. Llegue a mi apartamento y tire las llaves en unas de las mesitas de vidrio que estaban en la sala de estar. La exposición de arte fue un éxito. Jamás pensé que llegarían tanta gente interesada en el mundo de las artes, mi mundo.

Me enorgulleció ayudar a aquellas personas a buscar su talento. Como artista, tenía algo de fama en la ciudad por mi talento innato, y también gracias a La Academia, que me había ayudado a llegar a donde estoy. Utilizaba esa fama para que las personas se dieran cuenta que el arte brotaba de todas partes; desde su forma más obvia, una pintura, hasta su forma más abstracta, la naturaleza, nuestro entorno, incluso, creía que podríamos encontrar arte en nosotros mismos.

Me recosté en el sillón de la sala. Quería seguir pintando, pero estaba demasiado cansado como para hacerlo en este instante, y de todos modos, necesitaba organizar la galería de arte, pero lo haría después, lo que necesitaba de verdad era dormir. Una pequeña siesta no me vendría para nada mal. Cerré los ojos, dejando que el sueño me llevara a donde quisiera.

Todo lucia más que brillante, observe a mí alrededor y reconocí el lugar. Me encontraba en el jardín de mi antigua casa. Era un espacio pequeño, sin embargo, aquel lugar era hermoso. Era primavera. A mama le encantaba plantar bellas flores que hacían que todo se viera más feliz y colorado, y se lucia aún más en esta época, donde todo florecía. Frente a mí, estaba una pequeña niña, su cabello era dorado, el sol lo alumbraba de tal manera que se asemejaba a la mismísima ricitos de oro. Sonreí. Aquella imagen era adorable. Ella estaba de espaldas, y llevaba puesto un vestido blanco repleto de estampado de flores. Parecía una princesa y a la misma vez, un pequeño ángel, solo le faltaban las alas. Tomo una flor del sembrado a su lado y se volteo, ofreciéndomela.

Era un tulipán de color rojo.

—Ten. Tómala —me decía la niña.

—¿Para qué me la ofreces? —le pregunte, agachándome para estar a su tamaño. Era tan diminuta—. Debería ser yo quien te da la flor, aquí tu eres la princesa—acomode uno de los risos que sobresalía tras su oreja.

Ella negó con la cabeza.

—No, te doy la flor para que la pongas en su lugar cuando sea mi tiempo —dijo ella, su voz era dulce. Era una niña preciosa, pero sus palabras me dejaron confundido.

—¿De qué tiempo hablas, pequeña? —cuestione, queriendo saber la respuesta para aclarar mi duda.

Y ahí fue cuando volví a entenderlo todo. De repente, aquella niña ya no era una niña, creció de estatura en un abrir y cerrar de ojos. Me levante, pues agachado solo miraba sus rodillas. De pie, aquella joven antes niña ahora me llegaba a la nariz. Su cabello ahora era más oscuro, pero seguía con sus bonitos rizos naturales. La observe, y una lagrima cayo por mi rostro, pues me di cuenta de su identidad. Aquella niña era Adeline, mi hermanita. En su rostro ya no estaba aquella sonrisa que antes tenía cuando me dio la flor. Ahora tenía un semblante triste. Sus ojos estaban rojos, como si hubiera estado llorando por un largo tiempo. Siempre deteste verla así. Ella era tan fuerte. Le tendí la flor de nuevo, pero ella no la acepto.

—Nos vemos luego, hermanito. Cuando sea tu turno, encuéntrame pronto… por favor —formulo.

Y sin más, me abalance sobre ella. Quería abrazarla y no dejarla ir, pero no pude, pues ella se esfumo, como si fuera de humo; un humo que se escapó de mis brazos.

...

Me desperté sobresaltado. Mi respiración era veloz. Sentí un molesto nudo en la garganta. Trague, para que se fuera de su lugar. Otra vez había soñado con ella. Me levante del sillón y me dirijo a la cocina. Abrí el refrigerador y saque un tarro lleno de agua. Me serví en un vaso y lo bebí con rapidez. Me serví otro. No podía créelo. Adeline había vuelto a aparecer en mis sueños, y por muy lindo que pareciera el sueño al principio, al final siempre resultaba siendo una pesadilla para mí, pues la terminaba perdiendo, justo como paso en mi triste realidad. Arlet me recomienda que vaya a un psicólogo a tratar mi pequeño problema, ella me dice que lo tengo que superar, por mucho que doliera, pero no era tan fácil. Al final de cuentas, ella era mi hermanita.

Seguía con sueño, pero no deseaba volver a dormir después del sueño que tuve. Así que decidí por alejarme y comenzar a ordenar la galería de arte, que por cierto, era un desastre. El lugar en donde estaban las pinturas y los pinceles estaba manchado y amontonado. Los quite de su lugar y comencé a limpiar las manchas de pintura de la mesa. Moví el trípode de fotografía y lo coloque detrás de la puerta, para que hubiera más espacio, y ubique el principal en el centro de la habitación; encima de él, estaba una de mis nuevas obras de arte. Había pintado en el lienzo algo muy importante para la Vicerrectora Moore. En unas semanas seria su cumpleaños, y creí que este sería un bonito regalo de mi parte. Espero que le guste, aunque todavía me faltaban algunos detalles para terminarlo.

Me pare bajo el umbral de la puerta, observando todo, queriendo descubrir algo fuera de su lugar, y ahí fue cuando volví a ver la foto. La cogí en mis manos y sonreí. Ahí estaba toda mi familia. Mi papa sonreía en la foto y su brazo rodeaba el cuello de mi madre, mientras ella lo tomaba por la cintura. Luego estaba yo, tenía unos diez años —si no me equivoco— y cargaba a mi hermana en mis brazos. Acaricie la foto con mis dedos y la abrace. Tenía ese retrato en mi galería porque me traía paz, verla me traía recuerdos, recuerdos buenos, aquellos que te hacen sonreír. La volví a dejar en su lugar y continúe con el regalo de la Vicerrectora.

Mi teléfono sonó desde la sala. Salí corriendo y conteste. Era una llamada.




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