Alguien más

Capítulo 1

Para Gisselle no dejar de ver la belleza de su marido todas las mañanas antes de irse a la oficina, era una de sus favoritas tareas rutinarias del día. Dylan, un apuesto hombre de 35 años, Gerente General de su empresa de Bienes raíces "INFINITY" nombre que nació luego de una broma entre sus amigos colegas cuando pensaron que su sueño era demasiado infinito, ya que nadie creía que un hombre de 28 años pudiera llegar a tener su propia empresa, y no cualquiera, una muy reconocida.

Los brazos fuertes de Dylan era la parte favorita de Gisselle —Entre otras cosas— sus ojos castaños y cabello desordenado, siempre la hacían reír cuando su marido le guiñaba un ojo y le daba un beso de buenos días.

—Gracias por lo de anoche—Ronroneó Dylan a su mujer que seguía en la cama, mitad de su cuerpo dentro de la sábana y el resto incitándolo a él—Me tengo que ir.

—¿Tan temprano? —Preguntó Giselle.

No le gustaba que su marido se fuese tan temprano por la mañana, apenas eran las 06.00 de la mañana y ella no tendría que irse a la oficina dentro de tres horas más, o no ir, ya que la casa que compartía con su esposo contaba con dos grandes despachos para los dos y un taller de diseño que ella había perfeccionado dos años atrás.

—La junta es temprano—Respondió Dylan, sin quitar su mirada del espejo mientras arreglaba su corbata. —Maldita, corbata

Mientras Gisselle tecleaba un par de botones desde su mesita de noche, la música sonó y Marvin Gaye & Tammi Terrell con Your Precious Love, un clásico de los 60's, hicieron que se levantara de la cama, dejando caer la sábana arrugada de una noche llena de pasión entre su marido y ella, y se acercara a él para ayudarle con su corbata color negro.

Every day there's something new

(Cada día hay algo nuevo)

Ayudar a su marido a hacer el nudo de la corbata eran otras de las cosas favoritas de ella, a veces pensaba que lo hacía adrede para que ella le ayudase. Pero realmente el señor perfeccionista le encantaba ver unos cuantos segundos más ver a su mujer cerca, desnuda, soñolienta y despeinada, regalándole una última sonrisa y un último beso casto antes de irse a trabajar.

—Te quiero—Le susurró Gisselle, abrazándolo fuerte—Creo que siempre voy a quererte.

Dylan amaba escuchar eso de Gisselle cada mañana, cada noche o cada vez que él le decía un te quiero.

La mañana pasaba muy rápida para Gisselle, pero a diferencia de su marido cuando llegó a la oficina, ya la mañosa rutina de él esperaba en su escritorio, de piernas abiertas, escote al aire y cabello hacia a un lado, incitándolo a dejar la huella de saliva de cada mañana.

Candice, su secretaria y casi asistente personal, se tomaba demasiado personal el trato y relación laboral entre su jefe y ella.

—Temprano como siempre—Le dijo Candice, mientras Dylan se acercaba a ella ladeando la cabeza y aprobando el vestuario que eligió esa mañana.

Siempre le gustaba ver a Candice con falda de tubo negra y una camisa de botones ligeros para saciar su sed —extra matrimonial— que llevaba desde hace siete meses. Los mismos siete meses en que su esposa estaba más atenta que de costumbre, lo esperaba en casa despierta, con la cena recién hecha y una sonrisa de oreja a oreja.

No era que Gisselle no fuese una buena esposa, su matrimonio de cinco años era viento en popa; o es lo que pensaba. A la edad de 33 años, Gisselle tenía todas las cualidades de novia y esposa perfecta, pero la más importante no había llegado.

La de ser madre.

—Siempre cumplo lo que prometo—Le respondió él, llevando su mano al interior de los muslos de Candice.

Sin tiempo que perder, de nuevo el gigante escritorio de Dylan Russell se convirtió en un desastre en un abrir y cerrar de ojos, con cada embestida que le daba a su secretaria y amante Candice. Una mujer de 25 años que desde que pisó el despacho de su jefe y temido por sus demás compañeros, no descansó hasta conquistar al hombre rudo y serio del cual todos hablaban a la hora de la comida.

Sabía que estaba felizmente casado. Se hacía pasar por la buena y torpe secretaria para que innumerables veces el señor Russell la llamase a su despacho para reprenderla. Pero la última vez que lo hizo—siete meses atrás—Ya Candice tenía las armas de seducción preparadas, y no era tan difícil, la pelirroja de labios gruesos, silueta perfecta y acento americano, eran suficientes.

Más si la noche anterior Dylan había tocado fondo con su esposa en una de sus tantas y normales discusiones sobre si el problema era él o su esposa, porque ya llevaban dos años intentando tener un hijo con resultados negativos cada mes.

Era suficiente para olvidarse por un momento sobre el tema, odiaba ver a su esposa llorar y odiaba ser el malo de la película. Dejaría de hablarlo—pero no de intentarlo—porque aunque Candice era una maquina en la cama, Gisselle siempre estaba ahí para él y se entregaba siempre y sólo para él.

—Vístete rápido—Dijo con espina Dylan, algo que siempre sucedía cada vez que tenían un revolcón en su oficina—No era broma lo de la junta, quiero que tengas todos los archivos en cada asiento y esta vez asegúrate de tener las dispositivas correctas.



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En el texto hay: drama, amor, adulterio

Editado: 04.09.2018

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