— ¡Suéltame, suéltame! — gritaba con desesperación. Íbamos caminado, tenía los ojos vendados y él me apretaba el brazo. Tenía miedo, jamás debí haber ido al pueblo, debí hacer caso cuando Jack me pidió que me quedara— ¡Mi hermano vendrá y te matará!— le grite.
—Por todos los demonios, ¿Nunca cierras la maldita boca?— me sostuvo del brazo y sus uñas me hirieron. Me soltó con brusquedad y me quito la venda—. Quédate callado, ya no soporto tu voz— mire mi alrededor, era una habitación oscura y con sillones negros. No había ventanas, lo cual me sofocaba.
— ¡Él te va matar, si no me dejas ir!— brame y la garganta me dolió. Él se masajeaba la frente, se incorporó y junto las manos, con expresión tétrica.
— ¿Así que me matará?— se rasco el mentón— Bueno, debería soltarte, me encantaría hacerlo.
— ¡Deberías!— escupí a sus pies. Se echó a reír.
—Eres igual de molesto e insoportable que él— dijo entre dientes—. Cállate de una vez— me ordeno y yo lo mire con rabia.
Un silencio eterno llegó, yo me quede parado en medio de la sala con las manos atadas, la cuerda estaba muy apretada y me dolía.
—Oye...— él me mira y yo frunzo el ceño.
— ¿Qué demonios, quieres ahora?— pregunta sílaba por sílaba.
—Que me quites esta cuerda, me duelen las muñecas— respondo.
Él tuerce los labios con ira y se me acerca, con fuerza me quita la cuerda y yo lanzo un quejido de dolor. Él vuelve a su silla. Yo me restregó las muñecas para calmar el ardor.
—Tengo hambre— digo en voz baja.
— ¡Por los demonios!— brama entre dientes— ¡Cierra la maldita boca de una vez!— me grita.
— ¡Sorin!— vocifera una voz femenina, desde las penumbras de la habitación, ella sale y es más terrorífica que en las descripciones de Jack. Yo retrocedo con rapidez y me posiciono detrás de él.
—Mi señora...— dice él con una reverencia.
— ¿Por qué le gritas a nuestro invitado? Te pedí que lo trataras bien— le reclama con una voz de enfado.
—Yo... mi señora, verá usted, este mucha...
— ¡Suficiente!— lo interrumpe alzando una mano. Sorin se corre y ella viene hacia mí, yo retrocedo hasta que choco con una mesa— No tengas miedo, pequeño— me dedica una sonrisa espeluznante. Sus dientes son blancos y puntiagudos. Me extiende la mano—. Ven conmigo— yo me quedo quieto— ¿Dijiste que tenías hambre? — niego con la cabeza. Ella mueve sus dedos— Bueno, tú te lo pierdes— se da vuelta y empieza a caminar hacia la salida.
Vacilo unos segundos, lo que haré es una completa locura; pero me muero de hambre y tal vez pueda escaparme. Si me quedo en esta habitación, se me hará imposible.
—En realidad, sí tengo hambre— digo muy bajo. Ella se detiene, Sorin me agarra por detrás y me empuja hacia ella.
—No vaciles, ven conmigo— me sonríe falsamente.
Tomó su mano, es fría como la nieve. Caminamos por los pasillos tenebrosos de el que imagino, es su castillo. Hay poca luz, los ventanales tienen rejas y el cielo esta oscuro. Las velas apenas brillan y los cuadros mueven los ojos, se oían chillidos escalofriantes. Trago saliva asustado.
La miro con el rabillo del ojo, va sonriendo y no pestañea. Seguimos caminando por unos minutos más, el corazón me latía con aceleración. Ella podría devorarme si quisiera, estaba muerto de miedo pero trato de ser valiente, trato de pensar que Jack y quizás Alice vendrán por mí, pronto.
Nos detuvimos ante una puerta de color negro, se abrió y ella entro conmigo de la mano. Había una gran mesa larga, llena de platillos de todo tipo. Pasteles, carnes, frutas, verduras y distintas bebidas. Jamás había visto tanta comida. Me acerque y observe más a detalle.
—Adelante, puedes comer lo que quieras— me dijo a las espaldas, yo me quede quieto. Ella camino hasta la otra punta de la mesa y tomo asiento— Por favor...— hizo un gesto con la mano y yo me senté. Sorin estaba detrás de mí, su respiración horrible se sentía— ¡Qué no te dé pena! — río fuerte y me sobresalte.
Empecé a comer lentamente, temía a que el sabor fuera asqueroso pero no, era un sabor delicioso, jamás había probado algo tan exquisito, ni siquiera en casa. Sentía que ella me miraba. Actuaría amablemente hasta que Jack viniera por mí, no debía tardar.
— ¿Te gusta?— pregunta, señalando la mesa.
—Sí, gracias— susurro.
—Dime, ¿cómo era tu nombre?— bebió un sorbo de lo que fuera que tenía en su copa.
—Jimmy...— musito.
— ¡Ah, Jimmy!— exclama— Perfecto, yo soy Dark.
—Lo sé...— siseo y ella sonríe.
—Debías hacerlo, digamos que tengo mala fama entre los tuyos— se recuesta en su silla. Juega con sus dedos y puedo notar que lleva anillos en cada uno.
—Has hecho cosas malas, en todos los reinos— me atrevo a decir con el ceño fruncido. Ella lanza una risa.
— ¿Cosas malas?— ladea la cabeza— Yo no diría que son malas.
—Claro que sí, tú te llevaste a mi padre...— digo entre dientes y ella cambia su expresión a seriedad. El silencio invade el ambiente.
—Así que tú eres hijo de Yaco, entonces el otro debe ser...— su voz se pierde y ríe con fuerza.
— ¿Dónde está mi padre? ¡¿Qué hiciste con él!? — bramo, tragando lágrimas.
—Tu padre ya no está en este mundo— dice silaba por silaba con una expresión de tristeza falsa.
— ¡Maldita bruja!— grito y tiro todo lo que tengo delante de mí.
— ¡Suficiente!— se levanta con furia y se acerca a mí con rapidez, me toma del cuello— He tratado de ser amable contigo pero no coperas— me soltó y se dirigió a Sorin—. Quiero que te lo lleves y encierres en el calabozo más oscuro que tengamos, no le des agua ni comida, encadénalo también— le ordena y entro en pánico.
Chasqueo los dedos y todo lo que había en la mesa se volvió color negro y grumoso. No sé que había comido, pero se me subió a la garganta.
—Será un placer— tercia él y me mira con una sonrisa. Me toma del brazo y me levanta de la silla. Me arrastro hacia la puerta, aunque forcejeaba era inútil, él era más fuerte.
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Editado: 20.11.2021