— ¿Segura que quieres hacer esto?—susurra mi tía.
—Debo hacerlo—respondo en un suspiro y golpee la aldaba de bronce.
Pasaron unos segundos y esta se abrió, dejando ver a una mujer mayor que tenía aspecto de cadáver.
—Buenas tardes—repetimos ambas y la mujer esta seria.
—Buenas tardes, ¿en que las puedo ayudar?—nos mira de arriba abajo.
—Nosotras queremos hablar con el joven Simón, si se encuentra—dice tía Dorothy.
—Adelante, por favor—se hace a un lado, entro y la casa es realmente hermosa, un verdadero lujo. Escaleras a la izquierda y derecha con unas alfombras doradas, cortinas rojizas cayendo desde el techo, jarrones y un candelabro impresionante. El techo estaba pintado con un estilo realmente ostentoso— ¿De parte de quién, señoritas?
—Alice, de parte de Alice—le aclaro a lo que ella asiente.
—Esperen aquí, por favor—nos ordena.
—Está bien, gracias—sonríe mi tía y la mujer comienza a subir una de las escaleras, perdiéndose hacia arriba.
—Qué lugar más hermoso—me acerco, sentándome a su lado en unas sillas con almohadones.
—Una gran opulencia, sin dudas—resalta ella.
—Ya lo creo—miro el lugar.
Pasan unos minutos bastantes largos. Hasta que, con una expresión seria, las manos detrás y postura elegante baja Simón mirando directamente. Me levanto de la silla y tía Dorothy me imita.
—Buenas tardes—se inclina.
—Buenas tardes—repetimos por segunda vez y él no aparta su mirada de la mía.
—Me han dicho que solicitabas hablar conmigo—recuerda.
—Así es—le sonrío.
—Bien, aquí estoy, ¿Qué necesitas?—siento su aire de ofendido.
—Prefiero que hablemos solos—aclaro. Él mira a mi tía y asiente.
—Por aquí—hace un gesto. Miro sobre mi hombro a tía Dorothy y ella sólo sonríe con un gesto de apoyo.
Entramos a una habitación silenciosa con un gran ventanal que dejaba entrar la brillante luz del sol. Era algo sencilla a diferencia de la sala de entrada. Unas cortinas de seda, candelabros simples colgando del techo y algunos muebles. Él se encontraba de espaldas y yo suspire.
—Simón, yo quería hablar contigo sobre lo que paso en la fiesta...
—No te preocupes, yo lamento haberte incomodado—voltea con una expresión sonriente.
—En verdad lo hiciste—me tuerzo los dedos.
—Lo sé y lo siento—se apoya en la mesa cruzándose de brazos—. Tú no me conoces, yo fui muy deprisa, pero me gustaría que nos conociéramos.
—No es sólo eso, bueno...—empiezo a caminar por la habitación, habito que me poseía cuando estaba nerviosa—. El hecho es que...—lo miro—Mi afecto lo tiene alguien más—susurro.
—Debí saberlo—se aclara la garganta y baja la vista para volver a subirla al instante.
—No planeaba ofenderte en la fiesta al irme así—me acerco—. Pero fue un impulso, estaba... asustada.
—Una vez más, lamento haberte hecho sentir incomoda en la fiesta, en verdad—sonríe—. Y tranquila, soy yo el que debió ofenderte.
—En absoluto—sonrío—. Estoy segura que encontraras a alguien que te haga feliz, eres un chico muy dotado.
—Gracias, señorita Alice—asiente.
Con una despedida, abandono la mansión de los Devonshire con un sentimiento de paz por haber conseguido la estima de Simón. Ese era el punto, ya no lo volvería a ver y tenía el anhelo de aclararle mi reacción.
— ¿Lo ves?—siseo—Pude hacerlo.
—Y me parece muy extraordinario—sonríe.
— ¿A casa, mi lady?—pregunta el señor George.
—No, a casa no—le sonrío.
— ¿Y a dónde entonces?—me musita ella—. Se supone que el supuesto encuentro con la reina, es mañana—me recuerda.
—Me queda una cosa más por hacer—sonrío y ella frunce el ceño.
(...)
Camine hacia el jardín a paso lerdo, cruce el arco de flores que daba a un estanque, donde me encontré a Darling jugando con el agua con expresión aburrida. Cautelosamente me acerque.
—Hola—digo y ella se voltea.
—Alice, hola—me sonríe—. No sabía que vendrías.
—Yo tampoco avise—me encojo de hombros sentándome a su lado deprisa—. Quería hablar contigo sobre algo.
— ¿Sobre qué?—revuelve el agua con sus dedos.
—No voy a casarme con Simón—aclaro. Ella levanta a vista.
— ¿Qué...?—menea la cabeza— ¿Por qué me dices esto?
—Sé que todos rumorean que nos casaremos, pero no es así. Así como también tengo la certeza de que te ha dolido que él no se fijara en ti para esa propuesta—baja la mirada pero la levanto—. Tú no necesitas a Simón. Tampoco necesitas casarte, hay tiempo para eso.
—Lo sé—musita y sonríe—. Tú tienes razón, no lo necesito y pronto lo olvidare.
—Eso es—golpeo su hombro delicadamente.
—Por cierto, aun no puedo creer que lo hayas rechazado—ríe.
—Bueno, digamos que él no es mi tipo—sonrío y me levanto a lo que ella me imita—. Ya debo irme.
—Claro—sin esperarlo, me da un abrazo que correspondo—. Nos vemos luego.
—Sí, nos vemos luego...—susurro—Gracias.
— ¿Por qué?—niega divertida. Me encogí de hombros.
—Sólo gracias, Darling.
Espero podamos, volver a vernos pronto.
—Adiós—trago lágrimas y camino hacia el arco.
—Oye, Alice—me brama, volteo.
— ¿Sí?
— ¿Y cuáles son tu tipo?—duda divertida.
—Bueno, los que tienen ojos rojos y orejas puntiagudas—me muerdo el labio inferior y me voy, dejando a Darling con su expresión confusa.
Con ese sentimiento de paz, me alejo de la casa de Darling. Sabiendo el hecho de que jamás la volvería a ver y quizás sólo la recordaría, así lo haría. La recordaría como una amiga, la que me enseño bastantes valores que guardare.
Mis palmas sudaban demasiado, estaba nerviosa por regresar a Blidder. Yo no sabía que me encontraría allí, ni que había pasado. El miedo de que me encontrara con un mundo muerto, lleno de lamento me aferraba aún más a volver.
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Editado: 20.11.2021