Capitulo ocho:
Los días posteriores a la celebración del casamiento de Dolores y Nicholas, se pasaron entre amenas reuniones en la casa de los recién casados y divertidas salidas a cenar en grupo con Bibi y Daniel. Alicia no se sentía mal en absoluto al ver a las felices parejas, pero algunas veces se regañaba a si misma por no reunir el coraje suficiente para invitar también a Sergio y no seguir siendo la chaperona oficial del grupo.
Después de una gran barbacoa, hecha por Dolores claro está ya que su marido no sabía cocinar, se encontraban reunidos esperando por el postre.
—Podemos pasar un fin de semana en la hacienda —propuso Bibi y miró a su prometido. —Nos vendrían bien unos días de relax antes de marcharnos a Liechtenstein. Además, puedes controlar tu mismo a los nuevos animales que llegaran —miró a sus amigos. —¿Qué les parece a ustedes? ¿Les gustaría conocer la hacienda?
Daniel sonrió y apoyó su idea. Entonces, como si de una maldita lechuza se tratara, giró su cabeza y miró a Alicia.
—No te preocupes, querida —dijo con falsa modestia. —Conseguiremos un hermoso violín para ti y que no te aburras. Esta vez Khalil no podrá hacerte compañía.
Alicia entrecerró sus ojos, el principito aún no le perdonaba el haberle robado el ramo de flores a su prometida.
—¿Para qué? —preguntó Bibi con inocencia, sin entender a qué se debía la disputa. Daniel besó sus nudillos y le explicó que la pobre Alicia se debía de sentir tan sola al haber atrapado el ramo de la novia y no poder compartirlo con nadie. —Ah…
—Para tu sorpresa, principito —contestó la susodicha con sorna, —llevaré a alguien conmigo. Supongo que tu enorme casa puede aceptar más invitados. ¿O nos mandaras a dormir en la choza donde dormía Bibi?
Todas las miradas se dirigieron a ella, no por su provocación directa al rey, sino más bien por la premisa de que existía “un” alguien en su vida. Una persona capaz de hacer que la ruda Alicia Vizenzo considerara pasar un fin de semana a su lado.
Todos hicieron silencio. Dolores que estaba entretenida con la vaivén de palabras, le guiñó un ojo a Bibi en señal de que después le contaría de las novedades en la vida de Alicia, y que ella ocultaba.
***
Sergio pasó por ella pasadas las siete y media de la tarde. Justo como había prometido. Hoy tendrían su cita semanal en un cine y él estaba de más entusiasmado por ver la película del dichoso dinosaurio radioactivo. Desde hacía días que venía comentándole del asunto.
Alicia tomó asiento en la butaca que le correspondía y decidió obviar el hecho de que estaban en la última fila, alejados de todos los demás asistentes. Antes de que se apagaran las luces que darían inicio a la función. Llamó la atención de Sergio.
—Dijiste que eres mi amigo, ¿no? —habló apresuradamente y él asintió con su cabeza. Su expresión mostraba lo extrañado que se veía por su pregunta, pero lo dejó pasar. —Pues, que si eres tan amistoso conmigo vendrás a un estúpido fin de semana grupal.
—¿Eh?
—No hay problema si no puedes —Alicia se apresuró a aclarar. Su corazón le dolía al pensar que él podría rechazar su invitación. —Puedo decir que estabas muy ocupado o que…
—Está bien, iré —la interrumpió Sergio, sintiendo cómo su emoción crecía. La estrella más bonita del firmamento estaba permitiéndole formar parte de su círculo íntimo, y eso era un paso abismal para él.
—¿Por qué te ves tan condenadamente feliz? —preguntó ella con una sonrisa que no alcanzó a esconder. Aunque no quisiera reconocérselo Alicia se sentía feliz de poder pasar tiempo con él.
Sergio rio.
—Nunca imaginé que lo nuestro avanzase tan rápido, estrellita. Me hace muy feliz que quieras presentarme a tus amigos… como tu novio.
Ella lo miró con ojos muy abiertos y tragando grueso. Antes de que pudiese hablar, las luces se apagaron dejando la sala en completa oscuridad.
—No es eso lo quise decir…— susurró cuando Sergio la rodeo con su brazo y la atrajo contra su cuerpo. El perfume de él era exquisito y ella quería enterrar su nariz y olisquear a consciencia durante todo el día el suéter que utilizaba.
—Lo sé —Sergio besó su coronilla y la apretó más contra su costado. En cuanto ella se distrajera un poco, comenzaría con su asalto de besos. Él no era un santo y la elección de película con tanto CGI* le daba la oportunidad perfecta de besarla hasta perder la noción del tiempo. —Pero me alegra que quieras llevarme contigo.
Alguien shusheo* para que se callara y Alicia le dio una mala mirada al hombre que tan groseramente interrumpía su discurso de gratitud.
—Gracias.
El sonido de tambores que daba inicio a la película comenzó a resonar por toda la sala y Sergio volvió a apretarla.
—Te quiero, estrellita —dijo en su oído y besando su mejilla. Alicia se tensó, pero no dijo nada. Tampoco se alejó de su contacto. —Tranquila, te daré todo el tiempo que quieras…
Ella levantó la mirada para preguntarle a qué se refería, pero entonces Sergio aprovechó para bajar la cabeza y besarla. Comenzaron así la primera ronda de besos de la noche…
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Editado: 11.06.2021